Lo señala un informe de la agencia de Naciones Unidas que revisó la evidencia reunida hasta ahora. Para su representante en el país, «las escuelas deben ser las últimas en cerrar y las primeras en abrir.
Después de la reunión de este viernes en el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, en la que las autoridades porteñas ratificaron el inicio de clases el 17 de febrero, la secretaria gremial de Ctera, Alejandra Bonato, aseguró que “el nivel de circulación dentro de una escuela es tan alto que podría compararse a una fiesta clandestina”. El alto riesgo de contagio es el principal argumento de los gremios docentes para resistirse a la presencialidad. Pero un informe internacional elaborado por Unicef asegura que estar en las aulas no aumenta el riesgo ni para los maestros ni para los alumnos.
El documento que se elaboró con el aporte también de expertos de otras agencias de las Naciones Unidas, como la Unesco y la OMS, y se difundió el 10 de diciembre. En él, se revisó la evidencia científica acumulada hasta hoy sobre la educación presencial y la transmisión del Covid-19 en la comunidad. Analizaron una decena de estudios, que en algunos casos son investigaciones globales y en otras revisiones sistemáticas de más estudios, y determinaron que no hay más riesgo con las aulas abiertas que con las aulas cerradas.
“La educación presencial no parece ser el principal promotor de los incrementos de la infección, los estudiantes no parecen estar expuestos a mayores riesgos de infección en comparación con el hecho de no asistir a la escuela cuando se aplican medidas de mitigación, y el personal escolar tampoco parece estar expuesto a mayores riesgos relativos en comparación con la población general”, concluye Unicef.
Luisa Brumana es la representante de la agencia en Argentina. Y es una voz doblemente autorizada porque es epidemióloga. Ella aclara que en la pandemia la evidencia ha sido cambiante y que hay que estar atentos a la aparición de nuevos datos, pero que en función de lo que se sabe hasta hoy, con protocolos la escuela no ha sido un promotor de incrementos de las infecciones y esa evidencia es aún más sólida cuando se habla de los niños más pequeños.
Pero para Brumana, hay otra evidencia probada que también debe ser tenida en cuenta: “La importancia de las clases presenciales no sólo en relación a los aprendizajes, sino también al rol central en el bienestar general”.
En Argentina, Unicef viene realizando desde el inicio de la pandemia un exhaustivo monitoreo en hogares con niños, niñas y adolescentes. La tercera encuesta, hecha en octubre y difundida en diciembre, mostró que el 26% de los alumnos no pudieron avanzar en el aprendizaje, el 31% no pudo sostener una rutina relacionada con aprender, y al 58% se le complicaba mantener la atención. Y sólo el 19% de los adolescentes dijo que sus aprendizajes en 2020 fueron muchos.
A esos números apela Brumana para ratificar que “más allá de los esfuerzos que se han hecho en mantener la continuidad educativa a través de la educación remota, ésta no puede sustituir a la presencialidad en términos de ventajas para los chicos”. Estar con sus pares y sus docentes no sólo contribuye al bienestar emocional de los alumnos, sino que también ayuda a prevenir la violencia. Y para muchos niños y niñas, la escuela es también clave para su nutrición.
Para la especialista, la presencialidad tiene que ser rectora, pero con todas las medidas preventivas: sistemas de alternancia, uso de espacios para mantener el distanciamiento, barbijo, lavado de manos. “No estamos llamando a una vuelta a clases como teníamos antes”, aclara. Aunque su especialidad es la epidemiología, no quiere arriesgar cuáles son los indicadores que podrían obligar a una vuelta atrás, como ocurrió en algunos países de Europa en esta segunda ola. Plantea que son las autoridades sanitarias la que deben evaluar los niveles de transmisión comunitaria, pero si en algún momento “el cierre es inevitable, hay que pensar en esta hoja de ruta medidas alternativas que puedan enfocarse en los chicos en contextos más vulnerables o que tengan necesidades particulares. Las instituciones educativas deben ser las últimas en cerrar y las primeras en abrir”.
En este escenario, Unicef plantea la necesidad de “avanzar en trabajar juntos para construir acuerdos claros políticos y sociales con la meta de un regreso siempre que se pueda. Esto quiere decir evitar tomar decisiones uniformes de cierres a nivel nacional”, remarca.
Brumana cree que hay un consenso en la importancia de volver a la presencialidad y que es momento de ampliar ese consenso “y remar todos en la misma dirección”. Esos acuerdos a construir deben incluir a los gobiernos, a los gremios, a las familias y a los propios estudiantes, que no siempre son escuchados en estos debates. En la última encuesta, remarca, el 12% de los adolescentes dijo sentirse deprimido y el 24% angustiado por la pandemia. Y también mostraron un interés en volver a la escuela y en encontrarse allí con sus amigos: 7 de cada 10 familias respondió que enviarían a sus hijos a la escuela este año.
Agregue un Comentario