En el debut del segundo ciclo de Marcelo gallardo, su equipo tuvo un arranque interesante, pero después se diluyó; el miércoles abre la serie ante Talleres por la Copa Libertadores.
La vuelta de Marcelo Gallardo no hizo olvidar al River de los últimos tiempos. Pudieron cambiar las energías y el ambiente, pero en lo futbolístico no se dio un paso adelante. Con Martín Demichelis en el banco y un desvaído rendimiento como el que se vio en el empate 1-1 ante Huracán, de las tribunas hubiera brotado el clásico “Movete River, movete…”. Anoche hubo tolerancia para una producción que estuvo bastante en línea con lo deshilachado de los últimos meses. El Muñeco empezó a usar el amplio crédito del que dispone. Arrancó siendo colchón, más que como pista de despegue. Pero como él dijo el lunes, llega para “subirse a un tren en marcha”, que viene siendo más de carga que un expreso.
De la ebullición del comienzo, con un Gallardo al que no le alcanzaban los brazos para agradecer los cánticos que decían que había vuelto para ser campeón, se pasó a un final apagado, síntoma de preocupación, de sabor a poco.
Gallardo moviliza, pero no hace milagros. Y menos en una semana, especialmente cuando se topa con un rival muy bien estructurado como Huracán, que lejos estuvo de ser un convidado de piedra a la euforia por el regreso del Muñeco.
Cuando aflojó un poco en el primer tiempo y bajó la intensidad, River abandonó los postulados de su director técnico. Y lo pagó con el empate, tras un mal pase de Peña Biafore, que tomó a la defensa desacomodada para contrarrestar el preciso centro de Mazzantti y el cabezazo de Echeverría.
Con cinco prácticas, en una de las cuales se produjo la mala noticia de la lesión muscular de Miguel Borja, Gallardo armó una formación para afrontar su debut, pero también con la mente puesta en el partido del miércoles ante Talleres por la Copa Libertadores. Un tubo de ensayo a contrarreloj, porque el cambio de entrenador se produjo en un momento en el que los compromisos se acumulan y el margen de error se achica. Debutó Germán Pezzella, llamado a aumentar una confiabilidad defensiva bajo sospecha. Por primera vez, Franco Mastantuono y Claudio Echeverri compartieron la titularidad. Ambos asomaron a la primera división con Demichelis, pero diversas circunstancias impidieron que estuvieran juntos desde el comienzo en un partido. Los dos juveniles son muy atrevidos con la pelota en los pies y los hinchas se encienden cuando se asocian. Pero las combinaciones entre ambos en la primera etapa fueron menos de las que River hubiera necesitado. La interesante fórmula se rompió para el segundo período porque Echeverri, con alguna molestia muscular, fue reemplazado por Lanzini.
Gallardo dispuso un 4-2-3-1, con la novedad de que Solari se ubicó bien abierto, de wing; sus compañeros lo buscaban para darle amplitud a los ataques. Cuando River tenía la pelota, Aliendro se desprendía como un volante ofensivo, se sumaba al circuito de pases. Mastuontono se ubicaba de enganche y Echeverri iba desde la izquierda hacia adentro.
El arranque de River fue interesante, imbuido de la renovada energía que significó la llegada de Gallardo. Pudo romper la presión de Huracán, que se movía en bloque con las líneas juntas, sin meterse atrás. Un dispositivo que River vulneró con una sucesión y una definición de media vuelta de Echeverri. Iban 13 minutos, el buen momento de River duró un rato más, con una definición de Bareiro en un poste. Progresivamente se empezó a apagar, ya no hizo circular la pelota y corrió menos ante un Huracán al que la derrota parcial no lo sacó de su libreto.
No dejaba de ser un mérito el gol de River frente a un rival que es el que menos tantos recibió en el torneo y llegaba al Monumental con apenas una valla vencida en los últimos ocho partidos. Siendo un equipo bien trabajado en lo colectivo llegó a lo más alto de las posiciones. Ya no cuenta con Pussetto, su delantero más incisivo, pero lo tiene a Mazzantti como un estilete que hace daño con su profundidad.
Siguió nublado River en el segundo tiempo. Todos los cambios que hizo Gallardo fueron para corregir deficiencias, para mejorar un funcionamiento estancado, que no daba soluciones ante un Huracán que achicaba espacios en su campo y era afilado en los contraataques. En el eje central, Kranevitter y Nacho Fernández sustituyeron a Peña Biafore y Aliendro. Simón, que con Demchelis era generalmente lateral derecho, ingresó como un wing, por Solari.
River siguió sin encontrar circuitos de juego y la ansiedad fue en aumento. Imprecisiones en los pases lo expusieron al sufrimiento porque Huracán era amenazante. Un muy flojo Milton Casco actualizó los padecimientos que River viene arrastrando en el lateral derecho. La incorporación de Fabricio Bustos -el lunes estaría cerrando la operación- se hace cada vez más necesaria. Ausente Borja, autor del 80 por ciento de los últimos goles del equipo, River no tuvo a su salvador. “Lo vamos a padecer”, dijo el Muñeco sobre las consecuencias de no poder tenerlo frente a Talleres. Se esperaba que fuera Gallardo el que diera en la tecla, pero su debut solo alcanzó poner en pausa la disconformidad que viene de arrastre. Con Demichelis, otro hubiera sido el cantar.
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