Policiales

Picana eléctricaUn preso de 1976 afirma que en Villa Las Rosas están torturando como entonces

Un médico confirmó que uno de los hijos de Raúl Salas tiene lesiones producidas con picana eléctrica. El fiscal se negó a secuestrar el artefacto.

Raúl Salas no puede olvidar lo vivido en el penal de Villa Las Rosas durante la última dictadura militar, y desde hace un tiempo a la fecha su paso por el penal se volvió a revivir con la detención de uno de sus hijos, de solo 20 años.

El hombre, quien no niega haber delinquido en aquel tiempo, aseguró que pasa mucho tiempo de su vida tratando de hacer más humano el trato hacia los condenados y procesados que aún sin sentencia deben convivir con la población carcelaria en Villa Las Rosas.

Salas dijo que el 20 de junio pasado fue a ver a su hijo Erik Aaron (condenado a doce meses de prisión), quien había solicitado un hábeas corpus de traslado hacia la ciudad de Córdoba, en razón de que su esposa se hallaba en la última semana de gestación.

«Cuando se dirigió a dejar la nota -dijo Salas-, personal del Servicio Penitenciario Provincial lo amenazó con quebrarle los brazos en la creencia de que mi hijo iba a denunciar a un juzgado los negocios y los entramados de corrupción intramuros». Dijo que inmediatamente fue conducido a la celda de castigo o «chancho», y que a la noche fue picaneado salvajemente con un artefacto moderno de color negro. «La brutalidad del castigo impidió que mi hijo se encontrara en condiciones físicas para recibir visita el día 20 de junio, por lo que me denegaron el ingreso», expresó a El Tribuno. Indicó que por comentarios «me di cuenta que lo estaban escondiendo e hice una denuncia, y solicité que lo viera un médico». Salas explicó que tres días después volvió a visitarlo y encontró a Erik con los genitales y la entrepierna quemados con picana eléctrica. «El 23 de junio realicé otra denuncia, y tras golpear varias puertas logré hacer llegar un médico legal para revisar a mi hijo», contó

El hombre aseguró que «el profesional constató los vejámenes y las torturas, y dejó constancia por escrito del tipo de lesiones, a las que describió como quemaduras eléctricas. Las mismas improntas de la mítica tortura del proceso militar de los 70/80». Salas dijo: «Para mí fue revivir mi propia historia, fue como volver a lo que ya se dijo: «nunca más’; fue otra tortura para mí a los 62 años». Afirmó que «esa sensación de un penal represivo y criminal me llevó a elevar la queja a la Fiscalía Penal de Derechos Humanos, a cargo de Vilar Rey. Yo expliqué los motivos y solicité que se secuestre el artefacto utilizado para torturar a los penados, a lo que me contestaron: para qué secuestrar la picana si las lesiones están probadas».

«Esto pasó hace ya varios días y no hay novedad sobre el asunto», se quejó el papá de Erik. «Lo malo de todo esto es que dentro del penal hay persecución a los internos que denuncian las irregularidades, los negociados, la droga, los celulares, las condiciones infrahumanas y las injusticias. Si un preso se queja a un familiar y este hace público lo que sucede intramuros el castigado por la ley es doblemente castigado», dijo. Y agrego: «A mi hijo por solicitar un hábeas corpus de traslado lo encerraron y para hacerle confesar qué estaba tramitando en un juzgado lo picanearon de manera espantosa en los genitales, tal como lo sufrí yo en 1976 en el pabellón B». Salas concluyó en estos términos: «Conozco tanto la cárcel como cualquier guardiacárcel actual, pues yo viví allí y parece que nada cambió, porque los métodos siguen siendo los mismos y los resultados de las investigaciones también».

Los tristes recuerdos del penal

“En 1976 yo caí preso por robo. Estuve alojado en el pabellón B y purgué condena hasta 1977/8. Fue una etapa durísima para los condenados, ya que los había de todo tipo y las torturas eran el pan de cada día”, recordó Salas. Contó que los presos políticos estaban en el E, y luego que un fin de año se llevaron a varios de ellos, incluso a él, hasta ese lugar. “Podría recordar tantas cosas pero me hace mal”, afirmó. Al ser requerido sobre alguna precisión sobre la cárcel en aquellos años Salas dijo: “Lo que siempre llevo en la memoria es a un chico que decía vivir en la calle Moldes y Tucumán, quien cuando lo sacaban llegó a saludarme en el pasillo. Hay tantas cosas para hablar y nunca me llamaron. Tengo registrado en la memoria al famoso helicóptero a la cancha grande del penal, del que nunca quisieron decir para qué llegaba”, finalizó.

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