Arranca el partido entre Dinamarca y Túnez y la primera pelota va para Cristian Eriksen por derecha. Laidouni, volante tunecino, barre con violencia para echarla al lateral: al levantarse, se golpea el pecho con furia. Con mirada desafiante levanta sus brazos hacia la tribuna. Fue un grito visceral, casi de guerra. Una arenga que fue entendida por todo el estadio que lo ovacionó al instante.
Desde ese instante se supo que no era un partido para tibiezas. Y no lo fue. El 0-0 que abrió el Grupo D entre daneses y tunecinos en Doha se asemejó más a una batalla que a un partido de fútbol.
Tenacidad en cada pelota, intensidad y pierna fuerte; eso propuso Túnez. Orden, pausa y cerebro; la idea de una Dinamarca, que a cuentagotas pudo comprometer al arco tunecino. Sobre todo, en el complemento cuando manejó mejor las acciones y contó con las acciones más claras.
En el primer tiempo, Túnez comandó las acciones. Mucho más duro, rocoso que su rival. Yendo a cada pelota como si fuera la última, apoyado por una localía casi insólita: gran parte del estadio ovacionó cada fuerte entrada de algún jugador de camiseta blanca. No eran goles, se gritaba furiosamente por cada pelota que un tunecino disputaba abajo, en el piso.
Aissa Laidouni, amo y señor del medio de Túnez, fue el eje. Corrió, metió y durante la primera parte manejó los hilos de un equipo africano pasado de fervor: gran cerebro a la hora de pensar y de jugar, y corazón caliente a la hora de meter. Figura.
La movilidad de Drager y Skhiri, más Laidouni, dominaron el centro de la cancha ante una Dinamarca que siempre intentó mantenerse ordenada.
En el ataque, Túnez también hizo diferencias. Jebali y Msakni se mostraron muy movedizos y fueron un dolor de cabeza para la defensa danesa. Con ellos, Túnez contó con las mejores posibilidades en el primer tiempo.
Hubo un gol anulado a Jebali a los 23 por offside. Luego lo tuvo otra vez Issam Jebali, pero emergió en el arco la figura del gigante danés, Kasper Schmeichel, para ahogarle el grito de un manotazo, cuando el delantero había quedado mano a mano.
Túnez fue más en el primer tiempo, pero no lo pudo plasmar en el resultado. Y eso le dio vida a Dinamarca, que salvó los primeros 10 minutos del complemento, manejó el trámite y contó con las más claras del segundo tiempo.
De la mano del reconocido Cristian Eriksen, más la movilidad y el orden que le aportaron Dolberg y Hojbjerg, los daneses comenzaron a despilfarrar situaciones.
Lo tuvo Kasper Dollberg, también Cornelius, pero Dahmed y el palo les negaron el grito de gol a los daneses.
También lo tuvo Eriksen a poco más de 20 minutos para el final, pero su llegada por el centro del área y su sutil tiro que buscaba ángulo, fue interceptado por el manotazo salvador de Aymen Dahmen, que a esa altura ya estaba en el podio de las figuras del partido.
Hubo una última jugada en el área de Túnez en el minuto 93 donde los corazones se detuvieron. Tras un córner danés, la pelota dio en el brazo de Yassine Meriah, y el VAR llamó al mexicano César Ramos Palazuelos para observar la jugada.
Finalmente, el mexicano no vio intención en el defensor tunecino de jugar con la mano y la acción quedó invalidada.
Un 0-0 que le cayó mejor a Túnez de cara a lo que viene: el sábado a las 7 enfrentará a Australia.
Para Dinamarca, que era favorita en este choque, el desafío es barajar y dar de nuevo contra Francia donde se jugará gran parte de sus posibilidades de pasar de ronda.
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