Por Carlos Saravia Day
Los principios de legitimidad que fundamentan a la adquisición del poder se reducen a dos: El principio de legitimidad monárquico que se asienta en la ley de la herencia, y el principio de legitimidad republicano que lo hace en la voluntad ciudadana.
Luis XIV y Rousseau. Entredicho histórico que subsiste. Luis XIV al delfín de Francia su hijo, lo educa esmeradamente y le pone de preceptor a Bossuet, arzobispo de Paris recordado como el mejor orador sagrado de Francia.
Filipo de Macedonia, muchos siglos antes inaugura la costumbre, y Aristóteles es preceptor de Alejandro su hijo. Hoy el peronismo la continua, en la práctica de la selección sin tiempo definido y pone el acento en su carácter hereditario. Para no ser menos es la práctica aceptada en gobernadores e intendentes. En el año 1949, la Constitución es reformada y se introduce la norma de reelección indefinida del presidente de la Republica, es el momento en que el secretario general de la CGT Espejo que es el que propone la reelección de Perón, que llevaba como vicepresidente a su esposa Eva Duarte quien renuncia al ofrecimiento.
La novedosa formula machihembrada, no cae en el olvido y Perón la exhuma con su nueva esposa Isabel Martínez de Perón (de triste memoria).
Kirchner la vuelve a repetir y agrega a la repetición el dato de la circularidad del poder, que es el más vicioso de todos los círculos, lo que no es el otro que el del eterno retorno: el poder “ad nauseam”, entre marido y mujer.
Es inocultable que hoy el peronismo duda entre el tierno republicanismo y la sucesión democrática, entre seguir con la ley de la sangre y los esponsales a la regla republicana de la libre elección que exige la consulta a sus simpatizantes. El mismo día domingo, en la misma provincia de Bs. As. el radicalismo elegía sus autoridades por el voto de sus afiliados, en tanto el peronismo acataba en silencio cuando su madre imponía los oleos sagrados a su delfín, tal como lo aconsejaba el arzobispo de Paris “ad usus delphinis”, para uso del delfín como titulaba su obra.
Como excepción destacable, Menem surgió como candidato de la única elección interna que hizo el peronismo, aunque después cayó en la tentación de la perpetuidad a través de un pacto fáustico (el pacto de Olivos), sin tener en cuenta el dicho celebre de Lord Acton: “ El poder corrompe y cuando es absoluto corrompe absolutamente”. Así fueron diez años de Menem, otros tantos de Kirchner y de su esposa, de gobernadores y crearon así las baronías del conurbano y los señoríos feudales de las provincias: San Luis, Catamarca, La Rioja, Salta, Santa Cruz, etc.
En Salta primero fue Roberto Romero, justo es reconocerlo, no quiso introducir en la constitución la nociva y desdichada cláusula de la reelección. Su hijo Juan Carlos Romero fue reelegido y Juan Manuel Urtubey su sucesor siguió el ejemplo. Se ha convocado en Salta a elecciones para elegir convencionales constituyentes con el objeto de modificar las cláusulas de las reelecciones. Alguna vez fui constituyente cuando se introdujo la reelección con destinatario fijo.
El pacto de Olivos firmado entre Menem y Alfonsín abrió las puertas al menemato y sus sucesores, se había extendido en el derecho público provincial a excepción de Mendoza, como coronavirus en pandemia y se aprobaba la cláusula reeleccionista.
Solo dos votos en sesenta convencionales se opusieron en el momento de introducir en la constitución de Salta la cláusula reeleccionista, uno el del ingeniero Carrizo (Socialista) y el mío. En ese momento recordé al doctor Alem cuando en la sala de representantes de la provincia de Bs.As. se oponía a la federalización de Bs. As. diciendo “Se que he hablado para todos, menos para esta sala”. Votó en soledad.
Cada radical es una soberanía, cada peronista un soldado.
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