La intervención comenzó pasadas las 21 luego de un día agitado que empezó sin saber que el DT de Gimnasia terminaría en el quirófano por un hematoma subdural. A la hora y media ya estaba despierto y en una habitación de terapia.
Diego Maradona fue operado con éxito este martes de un edema cerebral en la Clínica Olivos, en el norte del Gran Buenos Aires. La lesión, un hematoma subdural crónico, había sido detectada en las últimas horas luego de que el DT de Gimnasia aceptara ser internado tras presentar un cuadro de anemia acompañado por un bajón anímico que se había profundizado en las últimas semanas, en las vísperas de su cumpleaños 60.
El mal semblante de uno de los mejores futbolistas de la historia había quedado a la vista de todos durante los inoportunos festejos en la cancha de Gimnasia, en la previa del partido contra Patronato, de los que decidió participar pese a su endeble estado de salud y a los consejos de su entorno y de su familia.
Leopoldo Luque, médico personal de Maradona desde 2016 y casualmente neurocirujano, fue el encargado de coordinar una operación que suele ser de rutina para los especialistas. Pablo Rubino, Santiago Erice y Fidel Sosa completaron el equipo que primero ratificó el diagnóstico y mas tarde trabajó en grupo en el quirófano.
Antes de que comenzara la intervención, que arrancó cerca de las 21 y se extendió por cerca de una hora y media, Maradona fue sometido a una serie de estudios -incluido un hisopado- y se le repitió la tomografía computada para constatar lesión. Según pudo averiguar Clarín, la familia había hecho algunos cuestionamientos a la decisión tomada horas antes por el médico. Incluso pidió demorar la cirugía, posición que tomó como propia Maradona, quien finalmente cedió ante las evidencias clínicas.
«La operación salió bien y Maradona se despertó bien y ya está en su habitación de terapia, con todos los parámetros correctos. Tiene un pequeño drenaje que se le retirará mañana (por este miércoles)», sostuvo Luque a las 23,20 en la puerta de la clínica y con decenas de fanáticos del Diez que habían ido a hacer una vigilia por su ídolo.
Diego pasará unos días de posoperatorio que aún no fueron especificados. Depende de su evolución que puede ser un poco más compleja que la de otro paciente (no más de 72 horas) por el cuadro clínico en el que entró a la clínica de La Plata el lunes por la tarde. Una vez que reciba el alta volvería a la quinta de Brandsen donde vive desde hace un par de meses. Habrá que ver qué decisión tienen sus hijos que decidieron involucrarse de lleno en las últimas horas y manejar ellos los próximos pasos de su padre.
El hematoma subdural crónico es un coágulo de sangre y de productos de la descomposición de la misma, de origen venoso, que se acumula lentamente entre la duramadre y la aracnoides.
La sangre se filtra de las venas formando una bolsa que sobresale y hace presión sobre el cerebro. Si la bolsa es lo suficientemente grande, puede lesionar o desgarrar el tejido cerebral cercano, lo que puede dañar el cerebro.
El origen es un trauma craneal del que generalmente no se tiene referencia. Se trata del caso de Maradona, más allá de que muchos de los pacientes que presentan estas lesiones también acarrean problemas partir de la ingesta crónica de alcohol, una adicción contra la que Diego luchó en los últimos años tras haber dejado definitivamente las drogas.
«Es una cirugía de rutina. No cambió el panorama, Diego sigue igual, sigue con la misma condición clínica, pero con una causa más concreta», explicó Luque en horas de la tarde luego de conocer el diagnóstico y tomar la decisión, en conjunto con Maradona, de realizar la operación lo antes posible. Faltaría un largo trecho hasta que comenzara la intervención.
Fue entonces cuando comenzaron los operativos para su traslado. Pasadas las 18 dejó la clínica de la capital provincial en una ambulancia acompañado por su hija Gianinna. Una hora más tarde llegó a la Clínica Olivos, donde cerca de las 21 también llegó Dalma, la otra hija que tuvo con Claudia Villafañe, y Jana, fruto de una relación extramatrimonial. También estaban algunos de sus hermanos. Diego Junior, en tanto, estaba comunicado en forma permanente sus hermanas desde Italia.
El cuadro clínico de Maradona fue empeorando en las últimas semanas y detonó en la previa de su cumpleaños número 60. Quedó en evidencia pública en los pocos minutos que pudo estar presente en la cancha de Gimnasia para el debut de su equipo en la Copa de la Liga Profesional frente a Patronato.
Su médico personal declaró el lunes tras ingresarlo a la clínica Ipensa de La Plata que Diego estaba anémico y mal psicológicamente. Este malestar anímico repercutió en su cuerpo: le costaba levantarse, comía poco y se lo veía muy débil.
La historia no es nueva y se potenció por el encierro derivado de la pandemia de coronavirus: la mochila emocional que carga Maradona incluye sus cortocircuitos familiares, la pérdida de sus dos padres y un fuerte sentimiento de angustia y soledad. «Ya no lo motiva nada, siquiera el fútbol lo motiva, no tiene ganas de nada», resumían a este diario.
Como todo en su vida, cada día es una historia nueva. El del cumpleaños 60 fue un cóctel fatal de emociones fuertes, fármacos y una exposición al extremo. Tanto su hija Gianinna que fue a saludarlo a su casa en Brandsen, como su abogado Matías Morla y sus allegados más íntimos le recomendaron que no fuera al estadio. Pero Diego insistió. Lo conmovieron los hinchas que habían llegado hasta la puerta del country para saludarlo y quiso ir. El resto, fue televisado.
El fin de semana transcurrió por los mismos carriles y por eso el lunes tras observarlo nuevamente caído y sin comer, Maximiliano, su asistente principal se comunicó con Morla para ponerlo al tanto. Allí activaron el plan de internación.
Diego argumentaba que le dolía un poco la panza. El abogado le dijo que convenía que lo viera un médico. Pero Maradona, en un principio, no quiso saber nada. Hubo un fuerte intercambio.
Fue entonces cuando intervino Luque y, después de una larga charla, lo persuadió de que lo mejor era internarse para que se hiciera un chequeo. Un control que, pandemia mediante, había quedado postergado. Maradona, finalmente, aceptó.
«Fue una semana medio complicada para él, con mucha presión. Notamos un bajón, principalmente anímico, que le afectó la alimentación. Yo le dije a Diego de ir a la clínica. Al principio no quería pero después aceptó. Es un paciente complicado, difícil de tratar, porque no es tan obediente como otros. Con otros pacientes es más fácil, porque uno da una indicación y suele cumplir. Pero si está acá es porque quiso venir», contó en la noche del lunes Luque luego de aceptar que «Maradona no estaba lo bien que debería estar» y descartar de plano los rumores sobre que su paciente habría sufrido un ACV.
Durante la primera jornada de internación, el lunes, le realizaron un laboratorio que confirmó la anemia y que obligó a que lo estabilizaran con medicación. El martes parecía arrojar buenas noticias. Es más, cuentan que cuando Maradona se despertó a la mañana inmediatamente pidió irse y se lo reiteró al doctor Luque cuando llegó a verlo. «Le decía que armara el bolso porque él se iba», afirman. Vio tenis por la mañana, habló en forma animada con quienes lo llamaron y también con quienes lo visitaron.
Esas buenas sensaciones las tradujo en palabras el médico en el parte que dio a la prensa al mediodía. «Voy a intentar que se quede hasta mañana, esa es la idea», decía Luque. Y explicaba que el objetivo principal era equilibrar el funcionamiento químico del cuerpo de un paciente que, por ejemplo, absorbe poco el hierro desde que se puso hizo el bypass gástrico.
Nadie suponía que unas horas después y tras los estudios más exhaustivos, el panorama cambiaría de manera abrupta y el país quedaría en vilo por la salud de uno de sus máximos ídolos. Ahora queda esperar la recuperación. Y que Maradona no solo recupere la salud, sino que también puede volver a sonreír.
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