Por Eduardo Aulicino
La intervención delegada en Barrionuevo provocó tensiones por una conducción formal que nadie disputaba. Gioja y otros dirigentes apuntan a Macri y también a gobernadores peronistas. Pero las versiones en el propio PJ aluden a viejas facturas internas
La frase, en boca de un veterano de internas peronistas –y de trámites judiciales-, es muy descriptiva: «La verdadera presidente del partido es Servini». La ironía responde a la propia tradición del peronismo en el descuido de reglas orgánicas, pero algunos la recuerdan en estas horas frente al renovado protagonismo de María Romilda Servini, que intervino el PJ nacional con argumentos insólitos. Por eso y por historia, la decisión alcanzó para generar revuelo e impacto mediático. Sin embargo, no debería confundir sobre la discusión real del peronismo, que pasa por otros ámbitos y no por el control de la marca partidaria.
Desde la conducción del PJ, que encabeza José Luis Gioja con la compañía de Daniel Scioli, el embate contra la intervención apuntó de manera directa contra el Gobierno, con el implícito que adjudica autoría política al beneficiario del hecho, sobrevalorado como escándalo. Desde el kirchnerismo, asociaron también al peronismo de los gobernadores. Todo eso, en público. Pero de manera reservada, las especulaciones, aún las más conspirativas, pusieron el foco en la propia jueza y su relación con sectores del peronismo.
Con alguna mayor precisión, esas versiones atribuyen a Servini viejos rencores con algunos exponentes kirchneristas o aliados de la ex presidente y dicen que la jueza seguiría cultivando relaciones con allegados a Eduardo Duhalde, con Luis Barrionuevo, el interventor designado, y más precisamente con Graciela Camaño.
En la misma dirección, contabilizan como dato saliente que existieron al menos dos reclamos previos al que originó la intervención. Destacan que fueron motorizados desde las cercanías de Duhalde, pero apuntan que la jueza los rechazó sin más trámite. El planteo que dio lugar a la designación de Barrionuevo, se sabe, fue encabezado por Carlos Acuña, dirigente sindical alineado con el jefe del gremio gastronómico.
Por si acaso, y sin ánimo de quedar expuestos en una situación que consideran sino sospechosa al menos extraña, la reacción en las cercanías de la mayoría de los jefes provinciales osciló entre el silencio inicial y el mensaje con tono más bien institucional de rechazo a intromisiones judiciales en la vida del PJ y de los partidos en general. Anoche, Gioja buscaba sumar firmas de gobernadores para hacer explícita esa posición.
En rigor, el esfuerzo durante todo el día de ayer desde el desplazado Consejo del PJ estuvo orientado a sumar «masa crítica» para exhibir una expresión de unidad partidaria frente a la polémica intervención. Gioja encabezó primero una reunión, en oficinas cedidas por jefes municipales, y luego un acto, frente a la sede partidaria.
La primera demostración anotó más respaldo público del peronismo bonaerense, con intendentes y autoridades del PJ provincial, que de otras expresiones de poder territorial. Fue notoria, en cambio, la representación de dirigentes sindicales –ocupados como están en sus propias internas-, sin demasiadas divisiones: el moyanismo, independientes y otros se mostraron cerca de Gioja.
Hubo también mensajes reservados para despejar brumas conspirativas sobre la motorización de la movida judicial. El más notorio y el que de hecho terminó siendo el menos reservado fue el de Duhalde: cuentan que habló brevemente con Scioli y sin cambiar de celular, de manera un poco más extensa con Gioja. Curioso, desde el entorno de la intervención también dejaron circular que habría hablado con Barrionuevo.
¿Por qué jugó así Servini? En medios judiciales no señalan contactos fluidos con el poder político y menos del nivel que alimentó las denuncias más fuertes en su contra, hace ya décadas. Fuera de las relaciones que mantendría con algunos exponentes del peronismo, según las versiones repetidas en estas horas, el andar actual de la jueza es considerado algo imprevisible, fruto de los márgenes que se permitiría a esta altura de su carrera y de su vida.
Fuera de las declaraciones y de las versiones que circulan, aparecen dos puntos destacados.
El primero es la cuestión estrictamente judicial: Gioja apeló la decisión de Servini y finalmente deberá resolver la Cámara Nacional Electoral. No están claros los tiempos, pero por lo pronto, la conducción desplazada del PJ decidió convocar al congreso partidario para el 18 de mayo, es decir, con un margen considerable para esperar novedades de la Justicia.
El segundo punto es la realidad peronista más global. Todas las señales que emiten las internas indican que la disputa no pasa por la conducción formal del PJ, más allá del elemental rechazo a una intervención basada en argumentos que, en el mejor de los casos, expresarían una interpretación política del cuadro partidario. No se advierte una fundada cuestión de irregularidades que explique la medida.
El kirchnerismo, que suele no considerar a Gioja aunque de algún modo se mueva en sus alrededores, viene promoviendo una sucesión de encuentros para un armado de unidad con eje propio. El debut fue en Capital, la segunda muestra fue en San Luis –con el gobernador Alberto Rodríguez Saá convertido en el único gobernador activo de esta movida- y la tercera, en Catamarca, donde las internas locales impidieron sumar autoridades provinciales al acto.
Los gobernadores, en tanto, preservan y cultivan su poder compartido, con expresión legislativa ineludible para el Gobierno nacional. No privilegian las demostraciones colectivas, aunque abren el juego. Buena parte de los jefes provinciales del PJ dio aire a una reciente cita en Entre Ríos, donde se exhibieron los jefes de sus bloques con una delegación de Sergio Massa y representantes de Florencio Randazzo. El planteo fue de diferenciación del Gobierno y de rechazo al kirchnerismo duro.
La desatención de la marca partidaria no es un fenómeno de época. Además de la más antigua tradición que aludía al partido como instrumento de una visión de movimiento, el pasado más cercano está marcado por el lugar subalterno asignado al PJ. El Consejo Nacional presidido por Gioja fue en sí mismo expresión de un acuerdo apurado por la amenaza de una intervención judicial. Es más, la explicación de algunos referentes de peso fue entonces que su integración apuntaba a evitar un elemento perturbador en un cuadro de recomposición sin liderazgo aceptado mayoritariamente.
Servini se encargó ahora de aportar un ruido inesperado.
Fuente Infobae
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