Opinión

Análisis Schulman y la careta de los derechos humanos

Las agresiones verbales y físicas del presidente de una mítica organización a la trabajadora de una terminal de micros y un nuevo uso vacío de los derechos humanos

Este fin de semana se viralizó un video del Presidente de la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH) y militante kirchnerista José Ernesto Schulman, vestido con una remera de su organización, en el que hostiga, insulta y agrede verbalmente a dos empleadas de la terminal de ómnibus de Santa Clara, en la costa bonaerense. A la mujer que está detrás del mostrador la violenta físicamente. Atraviesa el batiente, se mete en la zona de atención, la increpa (“¿de qué te reís, pelotuda”?) y le pega un cachetazo. Luego le dice “hija de puta” y, cuando ella le pide a gritos que se vaya (la otra mujer va a buscar ayuda), le contesta “no me voy una mierda”.

De nuevo: con la remerita de los derechos humanos se mete detrás del mostrador de una terminal de ómnibus y le pega a una trabajadora que le grita que se vaya mientras él la insulta y se planta en forma amenazante. Cuando entra la ayuda (un varón bastante corpulento), el valiente luchador por los derechos humanos retoma su lugar y se refiere a la mujer como “esta pendeja”.

La reacción del violento y de su organización luego de conocido el hecho dieron asco. Schulman difundió una carta en lenguaje inclusivo (“a mis compañeres”) en la que, luego de pedir disculpas y calificar su conducta de inaceptable e injustificada intentó, precisamente, justificarla. “Como muches saben, soy discapacitado motriz y pasaron muchas horas de espera de un micro para regresar, que me produjeron enorme dolor y me desencajaron”, dijo.

Ah, entonces sí, Schulman, vaya nomás, mi amigo, no se preocupe. Todo el mundo sabe que los tratados internacionales de derechos humanos disponen que quien espera más de dos horas un micro tiene derecho a comportarse como un machito violento y que si encima es discapacitado gana dos puntos más y puede pegarle a la mujer que atiende al público. Lo enseñan en los cursos por correspondencia de la Universidad de Samoa Americana.

Lo que muches saben, Schulman, es que usted es un violento. Su discapacidad no nos interesa. Si es que la tiene, claro, pues además del video circuló una simpática foto suya andando en bicicleta con los dedos en V. Si no la tiene, es usted un sinvergüenza. Y si la tiene también. No use la discapacidad para justificar sus fechorías. Los discapacitados motrices que esperan micros durante horas no andan pegándoles a las empleadas de las terminales. Usted es el que hace eso.

Secuencia del momento en el que Schulman golpea a una mujer en un local de venta de pasajes de microsSecuencia del momento en el que Schulman golpea a una mujer en un local de venta de pasajes de micros

Schulman también dijo que lo que hizo es contrario a sus convicciones y que así se lo había hecho saber a la trabajadora. Mirá pendeja, pelotuda, hija de puta, te voy a golpear, pero quedate tranquila porque presido una organización defensora de los derechos humanos y esto es contrario a mis convicciones.

La LADH (hasta 2008 “Liga Argentina por los Derechos del Hombre”), continuadora de organizaciones míticas antifascistas que luchaban contra la persecución del movimiento obrero, se creó en 1937 en el salón de actos del diario Crítica como un espacio progresista y plural para la defensa de los derechos constitucionales. La integraban socialistas, comunistas y radicales. Lisandro de la Torre y Alfredo Bravo fueron los primeros presidentes del Consejo Consultivo y de la Junta Ejecutiva Nacional, respectivamente. Entre sus fundadores estaba la médica e histórica militante comunista Alcira de la Peña. Pavada de gente. Como para que no resulte lamentable el papel que está haciendo para proteger a Schulman…

La LADH emitió un comunicado informando que su Presidente (de nuevo, heredero institucional de Lisandro de la Torre) solicitó licencia y se puso a disposición de lo que resuelva la organización. También refirió a la carta del dirigente, en la que se disculpaba con la trabajadora y con el “conjunto del movimiento popular”. Así, pues, la LADH hizo saber que se había decidido aceptarle el pedido de licencia y comenzar “un proceso de evaluación para tomar las medidas correspondientes”.

Ya la lectura que hace la dirección de la LADH de las disculpas como dirigidas a la trabajadora y al “movimiento popular” es tristísima. ¡¿El movimiento popular?! ¿No se enteraron de que los derechos humanos son universales? Con quien se tiene que disculpar Schulman, además de la mujer a la que agredió física y verbalmente, es con todos los habitantes del suelo argentino (o todes les habitantes, si prefiere). Pero, además, ¿cómo le van a aceptar un pedido de licencia? ¿Qué tienen que evaluar antes de despedirlo con causa (si es que está en relación de dependencia), rescindirle el contrato (si es que no) o destituirlo (si tiene un cargo político)? No hay nada que probar. El video es autosuficiente. Su salida podría resolverse en minutos, con tres párrafos.

Los derechos humanos no son una cajita vacía ni una careta para aparentar. ¿No aprendimos nada de las calcomanías con el eslogan “los argentinos somos derechos y humanos” que repartía la última dictadura militar ante la visita de la Comisión Interamericana en 1979?

Lo mismo ocurre con el lenguaje inclusivo. Su militancia se vincula con la necesidad de hablar en forma más precisa para una realidad en la que el masculino genérico no comprende a las mujeres ni a la no binariedad, que en la Argentina es reconocida por ley. Pero no alcanza con hablar inclusivo para ser inclusivo. La LADH cambió su nombre en 2008 para ser la liga de los derechos humanos y no solo de los del hombre. Y, sin embargo, la preside un machito violento. Pero tranqui porque habla inclusivo, eh. Le dice hija de puta, pendeja y pelotuda a una trabajadora y le pega un cachetazo, pero habla inclusivo.

No es la primera vez que un dirigente del movimiento de derechos humanos pisotea las banderas que dice defender. No solo son hipócritas que no hacen lo que predican. En un país en el que la lucha simbólica para que se comprenda que el sistema internacional de protección de los derechos humanos es universal, que nos protege a todos (a todes, Schulman) sin distinciones de nacionalidad, género, raza, idioma, religión u opinión política, son nefastos. Con lo que cuesta convencer de que los derechos humanos no son un curro. Con lo difícil que es defender la libertad y la igualdad ante los avances neofascistas.

Renuncie, Schulman. Y a los idealistas que seguramente hay en la LADH: no sean tibios; los precede el fiscal de la República.

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