El Pincha se adelantó temprano por un cabezazo de Correa. El Millonario la pasaba mal, pero encontró el empate en una carambola y la remontada en un golazo de Aliendro, al que Micho mandó a la cancha minutos antes.
Se vislumbraba un final. O algo parecido. Estudiantes le ganaba 1-0 a River y se quedaba con la Supercopa Argentina. El elenco de Martín Demichelis jugaba mal, muy mal, a pesar de convertir en figura el arquero rival. Entonces, los hinchas millonarios explotaron y por primera vez insultaron al DT; le pidieron también por los pibes. Pero hubo un momento de quiebre en el duelo, como si fuese una señal del destino: Eduardo Domínguez sacó a Enzo Pérez y en la primera jugada Solari lo empató con una carambola. Quedaban 10 minutos. Y, en la última, Rodrigo Aliendro dibujó un golazo desde afuera del área para el 2-1 y para que Demichelis festeje furioso de cara a la platea que lo había reprobado. Así de intenso fue el epílogo del River campeón de la Supercopa 2023.
Demichelis transitó los días más calientes desde que es entrenador de River. Al silencio tras el empate contra Independiente le siguió un hermetismo total respecto a los titulares para jugar ante Estudiantes en el Kempes. El entrenador escondió los nombres y el esquema hasta minutos antes del comienzo de la entrada en calor. Y sorprendió a todos con la elección, incluidos los dirigentes del conjunto de Núñez: mandó a la cancha a Matías Kranevitter, que había jugado desde el inicio por última vez el 26 de noviembre de 2023, frente a Instituto. Bastante más: el Colo solo había arrancado de titular 5 veces (en 22 juegos) desde que regresó a Núñez, a fines de 2022. Todo un síntoma del momento de incertidumbre que atraviesa el técnico.
La apuesta de Demichelis se dio en una posición determinante: la del volante central. Sí, ahí donde jugaba Enzo Pérez, el ídolo que se fue enemistado con el DT. Se recuerda: River, para suplir ese vacío, pagó alrededor de 15 millones de dólares por Rodrigo Villagra y Nicolás Fonseca. Y Demichelis incorporó a Kranevitter, relegando también a Aliendro.
De todos modos, la sorpresa mayor fue el esquema y la idea de juego de River, que se plantó con un 4-2-3-1, con Ignacio Fernández al costado de Kranevitter y con Esequiel Barco encima de Enzo Pérez. El futbolista clave, igual, fue Milton Casco, el que rompió con todos los pronósticos. Demichelis lo puso a jugar como lateral izquierdo cuando defendía y de volante central cuando River tenía la pelota para liberar a Nacho.
La propuesta no resultó, como era de esperar. Lo que intentó Demichelis, algo que suele realizar Pep Guardiola con Manchester City, requiere de mucho ensayo y de una inteligencia por arriba de la media de los protagonistas. Y en River no hubo demasiado tiempo para trabajar y, en un mercado devaluado, la jerarquía de algunos de los jugadores no es tan alta. Hizo agua la idea, entonces, al punto que el entrenador se mostró más enérgico y ofuscado que de costumbre. ¿Qué pasó? River se mostró desordenado para atacar, para defender y para manejar la pelota. La sensación era que nadie subía bien el libreto que debía seguir. La palabra improvisación podría caber.
También conviene remarcar que el entrenador puede ser responsable de la táctica, pero no tiene culpa si los jugadores erran pases a dos metros de distancia. Eso sucedió en no menos de cuatro oportunidades.
Y Estudiantes hizo la lógica con una particularidad determinante: 4-4-2, aunque con Edwin Cetré como extremo derecho (todos creyeron que se movería por izquierda). Pleno total para Eduardo Domínguez porque aprovechó la doble función de Casco y el colombiano fue profundo. De un centro perfecto de él llegó el gol de cabeza de Javier Correa.
Estuvo cerca de empatar River en la primera parte, se dirá con razón. Matías Mansilla -una de las figuras de la final- se estiró en un par de ocasiones para negarle los gritos a Paulo Díaz y a Miguel Borja.
Estudiantes se refugió en el complemento y pagó caro ese pecado. Mansilla siguió atajando mucho, más allá de que River no jugaba bien. Todo hasta que salió Enzo Pérez y River se liberó. Pablo Solari sacó un centro y la pelota se metió luego de desviarse en Zaid Romero.
Y una buena hay que colgarle al entrenador, que vio un cambio que nadie. Metió al volante defensivo Aliendro por el delantero Colidio. Un murmullo se escuchó en el Kempes. Pero fue el ex Colón de Santa Fe el que marcó un golazo para que River sea campeón y para que Demichelis se saque una mochila pesada de encima. Se vislumbró algo parecido a un final en Córdoba. Tal vez haya sido un nuevo comienzo.
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