Igualó 1 a 1 en la ida de los cuartos de final; se puso en ventaja con un tanto de Pezzella, pero en el segundo tiempo se vio muy arrinconado por el rival, que estuvo cerca del triunfo. Sobre el final se fueron expulsados Díaz y Falcón, y Armani fue clave.
Un empate muy trabajado el de River, más hijo de la fajina que de la creatividad y el juego asociado. Pico y pala, afuera los violines. Poco del River que quiere y pregona Marcelo Gallardo, con escasos puntos en contacto del que goleó a Atlético Tucumán. Otra competencia, un rival distinto, y una realidad diferente. Un 1-1 ante Colo Colo que deja la serie de los cuartos de final abierta al desquite del martes próximo en el Monumental, donde River deberá levantar el nivel para seguir en la Copa Libertadores, en una semana en la que también deberá dedicarle cuerpo y mente al superclásico con Boca del sábado próximo.
Solo en un rato del primer tiempo River impuso condiciones. En el segundo tiempo no hizo más que aguantar y sufrir. “Fue un partido trabado, muy físico, creo que estuvimos a la altura y sacamos un resultado positivo”, expresó Franco Armani, la figura de River y del encuentro. Siempre directo y sin morderse la lengua, Arturo Vidal, influyente por experiencia y manejo de la pelota, disparó: “Los pasamos por arriba en intensidad. Se llevaron un empate de milagro”.
Presión alta para recuperar en campo rival y búsqueda directa de Borja, el mejor finalizador de los avances, pero el colombiano no estuvo certero en ese comienzo insinuante de River. Un remate dentro del área desviado y otro que le tapó el arquero, ambos en los pies de Borja, daban una pauta del ambicioso arranque de River. Nacho Fernández dirigía el juego, bien escoltado por Kranevitter.
Fueron 10 minutos en los que River tranquilamente se pudo poner en ventaja, porque además mantenía a Colo Colo lejos de Armani. El equipo de Gallardo, sin tener tanto la pelota, controlaba los espacios y manejaba los tiempos. Estaba plantado con autoridad, no había salido con la actitud cautelosa de un visitante.
Pero bastó que Colo Colo armara un primer ataque profundo para que el escenario se modificara. Todo se emparejó y también se puso más áspero. El delantero argentino Javier Correa, que demostró ser punzante en sus últimos pasos en Racing y Estudiantes, hizo un gran movimiento de pivote para dejarle la pelota al “Colo” Gil, cuyo potente remate alcanzó a ser arañado por Armani antes de que diera en el travesaño y se fuera al córner. River salía del estado de tranquilidad que había tenido hasta entonces, y Colo Colo se daba el empujón que estaba faltando.
En River entraba poco en acción Simón y los laterales estaban bastante contenidos. Alentado por más de 40.000 hinchas, Colo Colo entró en combustión, puso pierna fuerte para marcarle territorio a Acuña y Echeverri. Pasada la media hora, el partido adquiría clima y temperatura de Copa Libertadores. Cada pelota era un lance a todo o nada.
El local ya había descubierto que Correa tenía a maltraer a los dos centrales, no les permitía descuidarse. Inquietó con un disparo desviado y un cabezazo que tapó Armani, que pasaba a ser el hombre más importante de River, porque los volantes que habían concentrado la distribución del juego en el arranque ahora eran presa del fragor del desarrollo.
De unos de esos cruces en los que salían chispas, esta vez entre Saldivia y Echeverri, la pelota salió en dirección para la corrida directa al arco de Borja, que, más allá de estar encimado por un defensor, nunca se terminó de acomodar para definir, se la hizo fácil al arquero. El colombiano, al no acertar la primera que tuvo a los tres minutos, ingresó en una espiral de confusión en la zona que mejor domina: el área rival. Completó una noche muy adversa con un pisotón a Amor que el árbitro pasó por alto; luego fue amonestado por otra entrada, que si se sumaba a la anterior bien podría haberle costado la expulsión.
Se iba un primer tiempo que había tenido algunas ráfagas de juego interesante y una intensidad creciente. No le quedaba mal el 0-0 a esos 45 minutos, pero River aún tenía una carta, en un tiro libre en centro de Acuña, bien bombeado, que Germán Pezzella conectó con una rodilla, tras ganarle la posición a Wiemberg. Máximo rédito de una definición heteredoxa.
Con River en ventaja se abría otro partido, que Colo Colo quiso equilibrar enseguida, con un cabezazo de Correa, muy descuidado en un córner, que se fue alto. River replegó un poco las líneas sobre su campo. Aun sin la continuidad que necesitaba su equipo, Vidal tenía intervenciones que hacían recordar su jerarquía internacional.
River se vio defendiendo de la manera que menos conviene: sin la pelota, retrocediendo sobre su área. A Gallardo no le gustaba lo que veía y corregía a los gritos y moviendo los brazos.
Colo Colo ponía no menos de cinco jugadores en las inmediaciones del área rival. A River le quedaban espacios para un contraataque que no conseguía articular. Los respiros que se tomaba eran en las interrupciones, no descansaba con la pelota en los pies. Llegó el empate de Palacios -hace rato pretendido por Boca-, tras un muy buen pase de Vidal.
Todo se le hizo cuesta arriba a River, que para el desquite se queda sin Paulo Díaz, expulsado por una agresión mutua con Falcón. Empujones y bravuconadas mutuas los llevó a recibir la tarjeta roja. Inconcebible en jugadores de nivel internacional. Las zozobras del equipo de Gallardo se extendieron hasta el descuento con la volada de Armani para sacar el cabezazo de Paiva. La figura de River evitó la derrota y le dio aire en medio del ahogo.
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