El equipo de Gallardo goleó 6 a 0 en Perú a un rival muy débil y dio otro paso importante hacia la clasificación.
River Plate visitó a Binacional de Perú, entonado después del muy buen empate logrado como visitante frente a San Pablo en la reanudación de la Copa Libertadores 2020. Y el equipo de Gallardo confirmó de entrada su buena forma futbolística, pasó rápido arriba en el marcador, liquidó rápido la historia y finalmente aplastó por 6-0 a su rival, para dar un paso importante hacia la clasificación a octavos de final.
Pasaron más de seis meses y nada parece haber cambiado para River. Como si no hubiera existido un parate por una pandemia. Como si el tiempo se hubiese tenido y todo siguiera igual. River sigue siendo River. Esa impresión que el equipo de Marcelo Gallardo había generado el jueves pasado en el Morumbí ante San Pablo, la ratificó este martes en Lima contra Binacional.
Como sucedió el 11 de marzo, cuando River goleó a este equipo peruano por 8 a 0 en el Monumental, no hubo equivalencias. Otra vez, la diferencia de jerarquía fue notoria. En el llano, Binacional –a pesar de ser el último campeón de su país- es un equipo muy débil.
¿Qué hubiera pasado en Juliaca, la ciudad de más de 3.800 metros en la que Binacional es local? Quedará la duda. Lo concreto es que el partido se jugó en Lima porque Perú decidió que todo el fútbol de ese país –el torneo local y las copas internacionales- se desarrolle en la capital peruana.
Y lo que quedó en evidencia en el estadio Nacional de Lima fue la supremacía de River. Desde el primer minuto, el equipo del Muñeco dominó el encuentro. Y a pesar de algunas imprecisiones del arranque se acomodó rápidamente y se fue al descanso goleando 3-0.
River demostró una vez más que es un equipo con muchos recursos futbolísticos. Que prioriza el juego por abajo, pero si tiene que levantar la pelota para saltear sectores del campo en los que hay tránsito, lo hace sin inconvenientes. Que coordina los movimientos en bloque. Que se cierra y se abre permanentemente para buscar espacios. Que si no puede entrar tocando al área rival busca con remates de media distancia. Que genera amplitud en profundidad con los laterales.
Cada uno de los goles es un ejemplo de algunas de esas variantes. En el primero, De La Cruz, que había intercambiado posiciones temporalmente con Nacho Fernández, apreció como interior derecho, Borré pivoteó para él y el uruguayo se animó desde la media luna con un zurdazo rasante. En el segundo, Montiel envió un centro de selección para que Suárez se luciera con una volea de bailarín. En el tercero, fue Angileri quien por el sector opuesto desbordó y mandó un centro que tras un mal despeje encontró solo a Julián Álvarez.
Y el cuarto llegó en el segundo tiempo luego de una jugada a puro toque que terminó con la definición de Nacho Fernández tras una asistencia muy lúcida de Montiel. Antes de todos esos goles, las jugadas se construyeron con varios toques. Hasta algunas se iniciaban en las salidas claras de Martínez Quarta, que también merodeó el gol en alguna pelota parada.
Hasta Lucas Pratto, quien entró en el segundo tiempo, se dio el lujo de cortar una racha de un año y cuatro meses (fueron 29 partidos en total) sin goles. Y por partida doble. Él redondeó el resultado tenístico. Y De La Cruz colaboró mucho para que así sea.
En el complemento también, como pasó en el segundo y tercer tantos, River contó con la complicidad de sus rivales que, casi metidos adentro de su propio arco, tuvieron respuestas flojas para defender. Y si no hizo más goles fue porque falló otras jugadas (además no le cobraron un penal), dos de ellas muy bien armadas por Suárez, pero sus compañeros de ataque, Borré y Álvarez, no pudieron concretar. El colombiano tuvo la pólvora mojada pero el pibe hizo otro gol, como en Brasil.
Al margen de la debilidad de su rival, River hizo lo suyo para dar una exhibición en Perú y convertir un partido de Copa en un entrenamiento. Entre los dos encuentros le hizo 14 goles a Binacional. Y una vez más fue una aplanadora.
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