Fue 1 a 0 en París y sumó su decimocuarta Orejona. Esta vez con Ancelotti en el banco, con Benzema como líder futbolístico, con Vinicius Jr como goleador, con Valverde como motor y con Courtois como héroe.
Esta vez, la víctima fue Liverpool en el Stade de France, en París. Antes fueron otros equipos, en distintas ciudades. Y la postal final es casi siempre la misma: un capitán vestido de blanco levanta la Orejona. En blanco y negro o en color; en definición precaria o en ultra HD.
El gol de Vinicius no explica en su justa medida la coronación del conjunto español. Tampoco las mil atajadas del imbatible Thibaut Courtois. No es campeón Real Madrid porque tuvo en Karim Benzema al mejor jugador de la temporada. Más: Carlo Ancelotti no se colgó una nueva medalla dorada porque confió en los inoxidables e inteligentes Toni Kroos y Luka Modric. El Merengue no es el mejor porque el bloque que conformaron Militao, Alaba y Casemiro sacó todo. Las virtudes de este equipo se pueden amontonar, pero hay algo intangible que describe a la perfección por qué Real Madrid es otra vez el Rey de Europa: la mística. Sí, tiene una magia especial ese escudo, no quedan dudas. Y por eso es campeón.
Solo el peso específico de una camiseta puede explicar los últimos años del fútbol mundial. Este -y otros pasados- Real Madrid terrenal desde el juego y desde los nombres (salvo por Cristiano Ronaldo, cuando estuvo), ha competido con equipos que quedarán en la historia grande, como el monumental Barcelona de Pep Guardiola y Lionel Messi. También el Manchester City del catalán marcará época. Lo mismo el PSG de los petrodólares, el Liverpool heavy metal de Klopp y el perfecto Bayern Munich de Hans-Dieter Flick. Pero a todos esos equipazos les costó ganar una o más de una Champions y el Merengue se quedó con 5 de las últimas 9 ediciones. Hay clubes que juegan finales: el Real Madrid, las gana.
Le faltó algo de pimienta al primer tiempo. El laboratorio, el estudio al detalle de los cuerpos técnicos, fue eficiente y entonces no hubo espacio para los errores y las emociones. Cuesta decirlo, pero fue aburrida la etapa inicial: fue como un eterno primer round de una pelea por un título mundial. Nadie se salió del libreto y todos cumplieron con sus roles. También conviene señalarlo: Liverpool fue quien asumió el rol protagónico.
En cancha estuvieron Liverpool y Real Madrid, aunque el juego se pareció mucho a lo que podría ser un Manchester City-Atlético de Madrid. Los de Inglaterra monopolizaron la posesión del balón en gran parte de los minutos, pero les costó encontrar los caminos al gol porque no está diseñado por Pep Guardiola. Se sabe que a Jurgen Klopp le gustan las transiciones rápidas y por eso no terminó de sentirse cómodo con lo que le devolvía el juego.
Y Real Madrid apostó demasiado a los contragolpes individuales, sello más emparentado con Diego Pablo Simeone que con Carlo Ancelotti. Los españoles jugaron exclusivamente a tirarle pelotas largas a Vinicius y, en menor medida, al uruguayo Federico Valverde para que galopen a la par de Benzema. En las pocas corridas que tuvo no se acoplaron ni los volantes ni los laterales.
Estuvo más cerca Liverpool: remató 10 veces al arco contra solo una del rival. Pero a Thibaut Courtois parece no pasarle el tiempo y sigue evidenciando que es uno de los mejores arqueros del mundo. El belga le contuvo un par de disparos a Salah (casi siempre luego de centro de Trent Alexander-Arnold) y le sacó una bola compleja a Mané: manoteó un remate potente del senegalés y luego la pelota se chocó con el palo. Eso sucedió a los 20 minutos y desde entonces el fuego de los ingleses, que salieron a presionar alto, se apagó.
Fue de menos a más el Madrid, que procuró nunca quedar mal parado para las corridas de Liverpool. Trató de poner el partido en hielo en todo momento. El objetivo primordial fue mantener el arco en cero. El resto, se verá. Y ese se verá es Benzema, ese francés que en un segundo puede cambiar el rumbo del mundo. En el minuto final le tiraron una pelota larga y después de mil rebotes tocó con zurda al gol. De la nada a la gloria. Pero el VAR entró en acción y le dio la derecha al línea, que había marcado posición adelantada del atacante.
En el segundo tiempo, Real Madrid se plantó más adelante. Y se animó a atacar con más jugadores. No cortó con falta Liverpool una salida del rival y los españoles juntaron pases antes de lanzarse: Valverde corrió por derecha y Vinicius definió por el sector opuesto. El golpe había llegado.
Real Madrid se refugió en la sabiduría de Kroos y Modric; Ancelotti nunca perdió la compostura. Courtois le atajó un mano a mano imposible a Salah. Luego se revolcó para uno y otro lado, y descolgó mil centros. Una actuación 10 puntos en el momento indicado. Eso es ser el mejor arquero del mundo.
Hizo más méritos Liverpool para ganar y ser campeón. Pero enfrente estuvo Real Madrid, el campeón por excelencia.
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