En el Cilindro, la Academia tuvo un arranque arrollador y se aprovechó de un rival que hizo todo mal. El Matador de Pipo Gorosito no pudo convertir en el torneo. Hubo un golazo de Juanfer Quintero.
No hay términos medios en esas tribunas pintadas de celeste y blanco. Del apagado final ante Unión y una lógica preocupación a cantar el famoso: «Que de la mano de Gustavo Costas, todos la vuelta vamos a dar”. Eso sí, porque más que la histórica bandera hable de “una pasión inexplicable”, hay razones para encender la ilusión que despierta Racing en la agobiante noche del miércoles. No se trata solo del resultado, una goleada energizante para el espíritu; el rendimiento en todas sus líneas fue superador. Asomó la identidad. Hubo funcionamiento colectivo y brillaron los intérpretes bajo la luna de Avellaneda.
Racing hizo un giro de 180 grados. Cambió completamente. De actitud, por empezar, pero sobre todo en un aspecto clave que no se había visto en la decepcionante primera fecha. Se vieron notables señales del equipo. Por eso los hinchas, después de un primer tiempo en el que hubo un marcado sometimiento sobre Tigre, consumieron el entretiempo cantando. No era para menos. Luego de irse entre murmullos tras la derrota frente a los santafesinos, armaron un festival en el medio de un show de luces.
Sí, la Academia contagió. Por su intensidad, por su postura agresiva, porque no dio una pelota por perdida, porque tuvo una salida limpia en el juego corto y también, lastimó en el largo. Una cosa es tirar pelotazos y otra muy distinta, pases de media distancia. Por arriba o al ras, encontró receptores. Y hubo puntos muy altos. Desde Agustín García Basso, que debutó con la camiseta celeste y blanca, hasta Agustín Almendra, que se entendió muy bien con Juan Fernando Quintero en el mediocampo.
En diez minutos, Racing mostró que estaba decidido a modificar esa imagen de desconcierto que había dejado 96 horas atrás en este mismo estadio. Con un avasallamiento sobre su rival y dos goles que le dieron tranquilidad para afirmarse en el juego.
García Basso jugó una pelota larga, se encontraron los Martínez (Adrián la bajó para Roger) y aunque la jugada se ensució porque el colombiano no pudo pegarle de lleno, Almendra corrigió con dos remates; el primero, fue tapado por Matías Tagliamonte. El segundo, se coló entre las piernas del arquero.
Un ratito más tarde, a través de una pelota parada, llegó el segundo. Con la fórmula colombiana: Juanfer ejecutó el tiro de esquina y Roger anticipó en el primer palo con un cabezazo que Tagliamonte, de salida en falso, no pudo retener.
Los cambios de nombres y esquema funcionaron. El 3-4-1-2 que pergeñó Costas para este miércoles le dio mayor amplitud con Santiago Solari por afuera y juego por el centro con el talento de Almendra y Quintero. Hubo movilidad, sociedades y triangulaciones. Y si no terminó con un triunfo más holgado en el primer tiempo fue producto de algunas falencias en la definición y una tapada monumental de Tagliamonte ante el propio Solari.
Tigre llegó hasta Avellaneda a bordo de una línea de cinco en el fondo que sufrió siempre por afuera y no tuvo agresividad hacia adentro. Lo mejor que produjo fue, justamente, cuando se lanzaron los laterales. Sobre todo Matías Garay por la derecha. De un centro que bajó Nicolás Contín y remató Brahian Alemán pudo llegar el descuento. El uruguayo, de frente al arco, definió mal.
Un cabezazo de Augusto Aguirre a partir de un tiro de esquina y un mano a mano de Blas Armoa, que remató por encima del travesaño, fueron otras dos situaciones claras. Tigre no pudo aprovechar esas desconcentraciones de Racing, que solo tuvo un punto flojo en el primer tiempo, Bruno Zuculini, quien se mostró lento y falto de ritmo.
En el segundo tiempo, Costas hizo dos variantes obligadas por las lesiones de Arias y Roger. Entró muy bien Maximiliano Salas, un delantero potente que protege bien la pelota y es solidario adelante. Néstor Gorosito movió el banco con los ingresos de Forclaz, Espíndola y Londoño, pero nunca pudo equilibrar en el juego.
Recién con el ingreso de Esquivel inquietó. A esa altura, ya no estaba Almendra y no rendía su reemplazante, Leonel Miranda. Hasta que Juanfer, enchufado al 100%, frotó la lámpara y tras una asistencia de Gastón Martirena liquidó el partido.
Racing ganó, goleó y gustó. La vieja fórmula de las tres “G”. Y ahora, va por más. Tiene argumentos, claro.
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