Por Joaquín Morales Solá
- El ministro Martín Guzmán dijo en el Congreso que hay una voluntad firme de pagar la deuda, y en el recinto están de acuerdo. Sin embargo, vale recordar que esta situación es muy distinta a la del 2001.
- Guzmán mencionó dos veces al Fondo Monetario Internacional en su discurso. En un momento, lo responsabilizó exclusivamente de la deuda. Y después, amplió esta acusación al señalar que los culpables de la crisis que se vive en la Argentina son los bonistas, la dirigencia política del país y el Fondo. Esto es más justo que decir que la responsabilidad es solo del Fondo.
- Este organismo dio un préstamo que pidió la Argentina. Si se habla solamente de su responsabilidad, se estaría exculpando a la dirigencia política del país y la deuda es un problema muy largo en nuestra historia. Ni Mauricio Macri, ni Cristina Kirchner, ni Néstor Kirchner son los culpables.
- La Argentina es un país que gasta más de lo que produce desde hace mucho tiempo. De hecho, el gran aumento de la deuda argentina fue en los 90 cuando un peso valía un dólar y, como no producíamos ni teníamos posibilidad de emitir esta moneda, pedimos dólares prestados a granel. Yendo más atrás en el tiempo, Raúl Alfonsín heredó el país de la dictadura militar en default, pero en ese entonces las prioridades eran otras.
- Sumado a esto, Guzmán dijo en su exposición que no es sostenible una reducción del déficit fiscal en 2020 y adelantó que recién iba a haber un superávit pequeño en 2023. Esto significa que van a pedir, tanto a los bonistas privados como al FMI, tres años «de gracia», es decir que durante ese período no se va a pagar nada para que la Argentina pueda reactivar su economía.
- Hay que deducir esto porque la Argentina no tiene capacidad de pago si no es con superávit fiscal, porque no tiene crédito. No va a haber más ajuste ni tampoco, expansión. Recordemos que, este último lunes, el Gobierno declaró por desierta una licitación de bonos del Tesoro argentino y, ayer, postergó un plazo que se vencía mañana de los bonos duales.
- Esto, en medio de una negociación, es una mala señal para los acreedores. Pero también es cierto que -como la deuda es en pesos- la alternativa era emitir el dinero necesario para llegar a ese plazo. En ese caso, los bonistas privados hubiesen salido inmediatamente a comprar dólares y eso iba a levantar el precio del dólar paralelo e iba a aumentar la inflación. Por eso, el Gobierno prefirió postergar, o «reperfilar», y pagar en septiembre, en lugar de emitir y entregar tanto dinero al mercado.
- Con el FMI hay un problema y una solución. El problema es que no se le puede pedir quitas, porque no hay, ni de capital ni de interés. Si uno no puede pagar, el FMI puede hacer un nuevo préstamo, pero eso exige un nuevo programa. El gobierno de Alberto Fernández necesita un Fondo flexible, y esta entidad nunca da nada gratis.
- Fernández estuvo en Europa, donde sus reuniones más importantes fueron con Angela Merkel y Emmanuel Macron. Tanto ellos como Donald Trump dijeron que iban a ayudar al gobierno en su negociación con el Fondo. En ese contexto, parecía que empezaban a encaminarse las cuestiones con el FMI y había cierto consenso de que la Argentina necesitaba un apoyo de los países más importantes.
- Sin embargo, apareció Cristina Kirchner en La Habana, delante del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, diciendo que el FMI tenía que hacer una quita de capital y de intereses (lo que no puede hacer por los estatutos). Un agravante es que lo haya dicho en Cuba, por la conflictiva relación de este país con Estados Unidos. Cristina entorpeció la negociación, por ser la vicepresidenta de la Nación y tener una representación simbólica de las ideas del Gobierno.
- Hay un dato crucial: acaba de renunciar el subdirector ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, David Lipton. Esta posición la suele ocupar un estadounidense y es quien tiene las riendas efectivas del Fondo. Ahora, Trump va a nombrar a un hombre propio, leal a él, para reemplazarlo en ese cargo fundamental para la negociación con la Argentina. Si Trump ya tenía influencia en el FMI, su peso ahora en este organismo será aún mayor. Este es un dato importante a tener en cuenta si el Gobierno quiere ser realista; si prefiere poner ideología en lugar de prácticas, entonces que Cristina siga diciendo lo que quiera.
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