Por Carlos Saravia Day
El doctor Juan Agustín García, uno de los escritores argentinos de mayor reputación en su libro que tituló “De nuestra incultura” dice: “Si nuestros próceres no interesan a las nuevas generaciones, no es por culpa de nuestra historia. A fuerza de perfeccionar el dibujo la humanidad desaparece del retrato y es sustituida por una figura convencional que bien cabe dentro del género de la oleografía que decoran las paredes de restaurantes de segunda clase”, termina diciendo.
Cicerón sostiene que la historia es maestra de la vida, en tanto Shakespeare dice que es el relato de un loco para muchos idiotas”.
Hoy todo se mezcla al modo Discepoliano y se convierte sin cronología, lo que resulta una exhibición de pintura promiscua de presidentes y próceres y al método de selección lo ocupa el antojo.
Una secretaria presidencial no puede hacer de jueza de horca y cuchillo. La historia no es un sistema de lastimas y generosidades y menos aún se la puede someter a conveniencias políticas, o a filis y fobias, ni tampoco a ideologías.
“No todos tuvieron lo que se merecían y muchos que lo tuvieron no acertaron en lograrlo, fueron dignos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre, pero lleva la ventaja el sabio, que es eterno y si este no es su siglo, otros lo serán” dice Baltazar en el “Oráculo Manuel y Arte de la Prudencia”.
Era de consulta obligada la Academia de Historia.
Alejandro Nores Martínez, poeta cordobés desinhibido y jocundo, que como el griego Plotino descreía de bustos y retratos, tanto ecuestres o de a pie lo demuestra cuando dedica estos versos :
Dos Estatuas
En el Boulevard San Juan
Dalmacio bien arropado
Y un indio desabrigado
En dos estatuas están.
Hacia el hermoso gabán
Tiende los brazos con brío
El indio, y, Dalmacio mío
Le suplica de este modo,
Préstame tu sobretodo
Porque me cago de frío.
Aclaración: las estatuas están en el boulevard San Juan de la ciudad de Córdoba, el indio es anónimo, Dalmacio es Vélez Sarfield.
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