El nuevo texto que impulsaba el oficialismo fue desaprobado por más del 60% de los votos; el presidente convocó a los líderes de todos los partidos políticos para acordar una hoja de ruta.
En un verdadero freno a los anhelos refundacionales que surgieron a partir del estallido social de 2019, Chile eligió rechazar la propuesta de nueva Constitución y le significó un fuerte revés al gobierno de Gabriel Boric, que se alineó tras una ambiciosa reforma de tinte progresista, pero que no supo conectar con el centro político y el perfil moderado de buena parte de la población chilena que no sintonizó con los cambios estructurales que se plantearon.
Con un 99% de las mesas escrutadas, y según cifras entregadas por el Servicio Electoral chileno (Servel), el “rechazo” se impuso con un 61,9% de las preferencias contra el “apruebo” que totalizó un 38,1% , en un resultado que superó todas las proyecciones previas, que se transformó en una verdadera “paliza” y que sorprendió de manera negativa al oficialismo, que sufrió un catatrófico revés en comunas populares y afines a la izquierda, y fue derrotado en otra plazas simbólicas y no pudo acercarse al 80% que logró el triunfo del “apruebo” en el plebiscito de entrada.
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