El impacto de la pandemia y la cuarentena en el mundo laboral llevó a que mucha gente ni siquiera saliera a buscar una actividad.
En un año, la desocupación subió del 10,6% al 14,2%. Pero la disminución de la posibilidad de conseguir trabajo, llevó a gran parte de los cesanteados a una situación de desaliento en la búsqueda de empleo por lo que en gran parte -por el efecto de la pandemia y de la cuarentena- disminuyó la participación de la población en el mercado de trabajo y la cantidad de puestos de trabajo disponibles. Por esa razón, “de no haberse generado ese efecto desaliento la desocupación se habría incrementado a niveles cercanos al 27,3%”, señala el Informe del Observatorio.
Por eso, el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, señala que “la crisis actual generó una importante pérdida de empleos, produciendo más desempleo y un mayor desaliento laboral. Esta situación redujo los ingresos laborales reales de los hogares, especialmente a los sectores informales y más pobres, pero también a las clases medias bajas formales o cuasi informales.»
Según observa Salvia, «la situación produjo un nuevo aumento de la pobreza por ingresos, de la pobreza multidimensional y de la pobreza estructural – los pobres por ingresos y con 3 o más carencias sociales básicas. Los programas sociales y las asistencias alimentarias directa compensaron una parte este deterioro, pero no resultaron suficientes, ni parecer ser sustentables”.
Si bien el “ efecto desaliento generó un cambio de composición del mercado de trabajo que amortiguó u oculto el desmejoramiento de la situación laboral”, el Informe precisa que “en 2010 solo el 43,6% de la población económicamente activa poseía un empleo pleno de derechos mientras que el 27,4% tenía un empleo precario, el 14,8% un subempleo inestable, realizando changas, trabajos temporarios o no remunerados, o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación y el 14,2% una situación de desocupación”.
Salvia concluye que “el país viene despeñándose desde hace más de medio siglo y ahora nos parece que está tocando fondo, pero siempre todo puede ser peor y la caída continuar. De nada vale echarle la culpa a la pandemia, que ha agravado la crisis y la ha vuelto más visible. De ahí una pregunta necesaria: “¿cuál es la salida?”.
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