El bloque es dos veces más grande que Nueva York. Corre riesgo la infraestructura científica desplegada ahí. Temen por sus efectos en la Tierra.
La Antártida perderá muy pronto un bloque de hielo cuya superficie rondaría los 1.700 kilómetros cuadrados, según la NASA, lo que generará un iceberg con un tamaño que será el doble de grande que la ciudad de Nueva York.
La agencia espacial aseguró este viernes que el bloque de hielo se desprenderá, producto de una grieta que apareció en octubre de 2016 y que desde entonces fue paulatinamente haciéndose más larga y profunda.
Aunque desde la NASA no especificaron el momento en que ocurrirá, advirtieron que esta ruptura podría afectar al resto de la plataforma continental y, por tanto, a la infraestructura científica allí dispuesta.
Sergio Santillana, geólogo, coordinador científico del Instituto Antártico Argentino, dialogó desde la base Marambio, donde en este momento se desempeña como jefe científico. A 1.600 kilómetros de la zona de la Antártida que se desprenderá, Santillana optó por bajarle el tono catastrófico a la noticia.
«Estos procesos son naturales en la Tierra. Estamos viviendo un período de desglaciación, como ya pasó otras cuatro o cinco veces en la historia terrestre. Aunque todo esté acelerado por el aporte que los humanos hacemos al calentamiento global, la glaciación y la desglaciación son procesos que ocurren más allá de nosotros».
Para Santillana, según relató a Clarín, «la fractura es esperable. No es que el iceberg vaya a salir flotando: son masas de hielo que por su espesor suelen quedar trabadas en el fondo. Podría seguir fracturándose en témpanos más chicos, pero se quedarían en la zona. Es natural y esperable», explicó.
Agregó que la instalación que se verá afectada es la base inglesa Halley, «que ya tuvo que mudarse hacia adentro, hace unos años, y ahora va a tener que mudarse de nuevo, producto de esta fractura».
¿Cuándo ocurrirá? Según el geólogo, «es impredecible… puede ocurrir en unos días, en dos años, en tres… no se puede saber».
En su anuncio, la NASA mostró una imagen de esa zona tomada desde el satélite Landsat en enero de 1986, y la comparó con otra de enero de 2019, donde se pudo apreciar una grieta que cruza de oeste a este la parte que previsiblemente se desprenderá, y cuya forma es la de un cabo costero.
La separación propiamente dicha se producirá cuando esa fisura se cruce con otra que cruza el cabo de sur a norte. El territorio quedará convertido en un enorme iceberg. La segunda brecha ya existía y se mantuvo estable durante 35 años, indicó la NASA, pero su crecimiento se aceleró repentinamente y fue prolongándose hacia el norte a una velocidad superior a 4 kilómetros al año.
Una aclaración importante es que lo que se va a desprender no es un glaciar antártico sino una barrera de hielo.
«Los glaciares están apoyados en el continente. Las barreras de hielo, en cambio, son prolongaciones del hielo que está sobre la tierra, pero que se extienden hacia el agua y flotan. Se las llama ‘barreras de hielo’ porque contienen el hielo que está sobre el continente», aclaró Santillana.
«Por supuesto todo esto se encuentra en un estado de inestabilidad por el cambio climático. Pero no es que haya un derretimiento sino que se generan ríos superficiales que van agrietando el hielo como si fueran cuchillos. Y la subida y bajada de las mareas también va haciendo que todo trabaje hasta que se produce la fractura», detalló.
Aunque desde la NASA advirtieron sobre el importante tamaño del futuro iceberg, Santillana dio otro punto de vista: «El iceberg será grande para las dimensiones nuestras, con unos 1.700 kilómetros cuadrados, pero en los últimos años hubo otros más grandes, como en 2002, cuando se desprendió una barrera de 3.200 kilómetros cuadrados».
Santillana es un geólogo de 59 años que vive en el barrio porteño de Caballito. Con un historial de 32 campañas a la Antártida, aportó el «medio vaso lleno» de esta historia, por fuera de su costado más catastrófico: «Cuando ocurren estas fracturas hay un lado productivo para nosotros. Se forman más áreas navegables y así podés entrar con tu barco a zonas nuevas, estudiar la flora, la fauna, entender la vida de hace 50 o 100 millones de años. La Tierra es dinámica. Nunca sabés cómo va a evolucionar».
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