El francés Michel Talagrand gana el Premio Abel, dotado con 660.000 euros, tras revolucionar la teoría de la probabilidad y la estadística.
Cuando tenía 15 años, al francés Michel Talagrand lo ingresaron en el hospital por un desprendimiento de retina en el ojo izquierdo. Una década antes, ya había perdido para siempre la visión en el ojo derecho, por otro desprendimiento provocado por un trastorno genético. El chico estaba aterrorizado, ante la posibilidad de quedarse ciego.
Para entretenerlo, su padre, profesor de matemáticas, le hablaba durante horas de fascinantes enigmas numéricos y el adolescente los imaginaba en su cabeza, enamorado por primera vez de aquellos problemas que hasta entonces le eran indiferentes. Este miércoles, la Academia Noruega de Ciencias y Letras ha concedido a Talagrand el Premio Abel, considerado el Nobel de las matemáticas y dotado con 7,5 millones de coronas noruegas (unos 660.000 euros).
Talagrand, de 72 años, ha revolucionado la comprensión profunda de los fenómenos aleatorios. Un ejemplo clásico dice que, si se tira una moneda al aire 1.000 veces, habrá un 99,7% de probabilidades de que salga cara en más de 450 lanzamientos, pero menos de 550. La probabilidad de que salga cara más de 600 veces es de millonésimas de un 1%. Talagrand, que trabajaba en París en el Centro Nacional para la Investigación Científica, iluminó ese fenómeno, denominado concentración de la medida.
El matemático francés ya ganó en 2019 el Premio Shaw, entregado en Hong Kong y considerado el Nobel oriental. Talagrand mencionó a su “perfecta esposa” —su también colega Wansoo Rhee— en el discurso de aceptación. “El secreto del éxito en matemáticas es trabajar todos los días hasta el agotamiento, pero no más. No la creáis cuando dice que he dedicado el 99% de mi vida a las matemáticas y el 1% a ella. A ella le he dedicado al menos el 2%”, bromeó el investigador. El matrimonio, con dos hijos, ha viajado por más de 100 países, según la academia noruega.
Los padres de Talagrand se suscribieron a la revista de divulgación científica Sciences et Avenir cuando él era un niño, tras el lanzamiento del satélite soviético Sputnik en 1957, según contó el matemático en una entrevista en 2019. Aquellas lecturas infantiles lo introdujeron en el asombroso mundo de la ciencia popular, pero su trabajo es mucho menos asequible. En una de sus primeras investigaciones, Talagrand calculó que solo tres personas en el planeta entenderían de qué estaba hablando. Tres personas, incluido él mismo.
El francés ha sido un matemático muy prolífico. Además de la concentración de la medida, la academia noruega ha destacado otras dos áreas de su trabajo: el vidrio de espín y el supremo de los procesos estocásticos. Los vidrios de espín son sistemas magnéticos en los que los átomos del material se organizan con una peculiar aleatoriedad. El físico italiano Giorgio Parisi, ganador del Nobel de Física en 2021, utilizó matemáticas muy heterodoxas para estudiar estos materiales, pero Michel Talagrand logró demostrar las conclusiones de su colega con su potente arsenal matemático.
La Academia Noruega de Ciencias y Letras recurre a la imagen de olas de diferentes tamaños, rompiendo en una playa, para ilustrar un proceso estocástico: un concepto referido a una sucesión de variables aleatorias. Saber calcular el valor máximo, el supremo, es esencial para predecir el tamaño de la mayor ola que golpeará una costa. Talagrand ha desarrollado innovadoras herramientas matemáticas para analizar estos máximos. La presidenta de la academia, Lise Øvreås, ha aplaudido “el enorme impacto” del trabajo del francés en campos como la teoría de la probabilidad, el análisis funcional y la estadística.
El investigador es un corredor de maratones aficionado a jugar al bridge. La revista de la Sociedad Matemática de Francia lo entrevistó en 2019 y le preguntó por los avances de la inteligencia artificial, que tres años antes había sido noticia cuando el programa AlphaGo, de Google, ganó al campeón humano del juego de mesa Go en Corea del Sur. “Mi primera impresión es que hay una gran diferencia entre juegos de estrategia como el Go —con una complejidad considerable, pero finita, y donde ahora las computadoras superan las capacidades de las mejores mentes humanas— y la investigación matemática, que parece evolucionar en un espacio de dimensiones infinitas”, reflexionó Talagrand. “¿Quién puede saber hoy si la inteligencia artificial podrá algún día inventar auténticas matemáticas? Me temo que, si eso sucede, nuestra especie estará realmente en peligro”, advirtió.
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