Por Carlos Saravia Day
El malestar nacional, no es exclusivo de nadie en particular, y el que de él libre se sienta que tire la primera piedra.
Es un mal que no está en un grupo, institución o particular, por el contrario, el mal es invisible, innumerable, omnipresente y sin perfil. Un poeta alemán hacia decir a una señora: “tengo dolor de muelas en el corazón”. El corazón es el estado de una nación y el presidente de la Nación en nuestro caso es el jefe de la administración por definición constitucional.
Anatole France, comparaba al estado con el cuerpo humano, ambos tienen sus ineludibles funciones repugnantes, las cuales claro está, jamás deben de realizarse en público.
Algunos funcionarios del gobierno habían realizado …materias… de covachuela en la penumbra burocrática.
Desde el mismo momento que se conoció la sentencia judicial que condenaba a la vicepresidenta en ejercicio por defraudación al erario público por algo más de 1000 millones de dólares, la vicepresidenta quedaba sometida al juicio público sub judice (que esto significa estar en crisis).
La crisis es de confianza interna como internacional.
Se dice que la sociedad se divide entre los que mandan y los que obedecen. Pero esta obediencia no puede ser normal si el que obedece pierde el respeto por el que manda.
La obediencia supone docilidad. No confundamos la una con la otra, se obedece a un mandato, se es dócil a un ejemplo y es el ejemplo el que sostiene a la autoridad.
“El dato que mejor define a una nación es el perfil de los modelos que elige”, como nada revela mejor la radical condición del hombre que los tipos femeninos de que es capaz de enamorarse. En la elección de la amada hacemos sin saber la muestra más verídica, confesión dice Ortega y Gasset, pero el ilustre filósofo español no pudo imaginar que fue la mujer quien eligió al presidente y se auto ungió como vicepresidenta, con celo pueril para controlarlo. Inmediatamente se produjo la inversión de roles, la vaca se hizo toro y el toro perdió sus atributos convertido en buey mansueto.
El presidente permanece como un ente pasivo y mediatizado, obediente a la conducción y dictados ajenos, un imbécil y un mentecato como dirían antes los romanos. (imbécil quiere decir literalmente débil que no puede valerse por sí mismo y mentecato la misma palabra lo dice, el que tiene la mente captada).
Es el momento en el que caen todas las máscaras y se corren todos los velos. Cristina aparece entonces genio y figura como Livia, mujer, madre y abuela de emperadores.
Uno de sus nietos la definió bien: “mi abuela es un Ulises con estola”. La estola ya no se usa, iba sobre los hombros y era de piel de zorro o zorra, en tanto, Ulises es ejemplo de tranzas y ardides políticos y militares. Cristina confirma que la moda no existe, y como afirmaba la modista de María Antonieta «es lo viejo olvidado». “Nihil nuovo sub sole”, nada nuevo bajo el sol, y que la historia es eterna y circular repetición.
Borges decía: “los peronistas no son ni buenos, ni malos…son incorregibles”.
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