Por Carlos Saravia Day
NDLR: El presente texto forma parte del libro Notas Desparejas de Carlos Saravia Day, publicado en el año 2009. Los acontecimientos por la muerte de la Reina de Inglaterra, Isabel II con el foco puesto en la sucesión de ésta, y en paralelo, el debate en nuestro país respecto del funcionamiento de la República, de los ataques a la división de poderes e institucionalidad, los párrafos que aquí publicamos de esa nota, consideramos que resultan un verdadero y valioso aporte al análisis de esta realidad.
Desde el renacimiento hasta hoy en día, los hombres en lo político se han dividido en dos bandos obedeciendo a una dualidad categórica en la forma de gobierno: monárquico y republicano. Es precisamente Maquiavelo el que inaugura la antinomia monarquía vs república.
En los últimos tiempos ha aparecido la doctrina de “la accidentalidad en la forma de gobierno”, llegando a neutralizar lo que antes era una dualidad irreconciliable.
El Propio Napoleón ya la anunciaba cuando decía que el trono no era otra cosa que madera y brocado y que todo dependía de quién se sentara en él.
…Tanto la Monarquía como la república tienen su propia legalidad aunque a veces intercambian vicios. En lo semántico, ser unos súbditos y otros ciudadanos (a ninguno de nosotros nos gustaría que nos llamen súbditos, aunque a ellos no les moleste que los llamen ciudadanos. En lo institucional lo que caracteriza a unos y otros es la potestad vitalicia frente al mandato periódico. Aunque en este punto los barones del conurbano bonaerense llevan más tiempo en las intendencias que muchos del reyes del mundo. La ultima diferencia institucional es la de la legitimidad de origen: el rey es rey porque es hijo del rey, aunque muchas veces no lo sea como es frecuente, revisando la historia de la dinastía española, con aportaciones irregulares de sangre, clandestinas y fraudulentas perfectamente comprobadas, por lo que el principio de legitimidad de origen en la monarquía se hace sospechoso o viciado y turbio.
El principio de legitimidad de origen republicano que descansa en la libertad de sufragio, a su vez se ve empañado por la atmosfera del fraude electoral, que se completa con la designación del dedo, no ya el índice que solo indica el candidato, sino del dedo anular que testimonia el compromiso matrimonial en su símbolo: el anillo que con su circularidad expresa el eterno retorno, confiando en el material aurífero.
Las dos monarquías más importantes del mundo sufren cimbronazos por razones de matrimonio en su herederos, el ahora Rey de Inglaterra Calos III y el de España Felipe VI.
Paul Tabori en su libro “Historia de la estupidez humana” dice: en los Siglos XV y XVI los zares de Rusia elegían esposa de acuerdo con un método un poco extraño. Organizaban en todo el país la búsqueda de candidatas y las reunían en la capital, donde se celebraba un gran concurso de belleza. Eran elegibles todas las muchachas sanas y bellas, sin que le importara que fuesen ricas o pobres, nobles o pblebeyas. He aquí el úkase emitido por Iván “El Terrible” en 1546: En nombre de Iván Vassilievich, gran príncipe de todas la Rusias, dado en Novgorod, a los príncipes y boyardos que habiten a una distancia de 200 vertas de Novgorod. He elegido a tal persona y le he confiado la tarea de examinar a todas aquellas de vuestras hijas que puedan hallarse en condiciones de ser nuestra prometida.
Tan pronto recibáis esta carta, los que tengan hijas solteras deberán acudir inmediatamente con ella. Quienes oculten a sus hijas y no la presenten a nuestros boyardos atraerán grandes desgracias y terribles castigos”.
El primer zar que eligió esposa en tales condiciones Vassili Ivanovich. Iván “El Terrible” eligió del mismo modo a su primera y bien amada Anastasia Romanov. Después de cuidadoso examen y de mucha reflexión, en su tercer matrimonio el zar eligió a María Zobakín.
Este viejo método, de oposición y concurso como en las cátedras universitarias, hoy lo reproducen con éxito los concursos de Mis Universo.Bien podrían sacar de apuro a las monarquías en crisis y a republicas como la nuestra.
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