Política

Tras el paro generalMilei se endurece con la CGT y en el Gobierno prometen “más látigo” contra los gremios

Karina Milei - Foto: Fernando de la Orden

Aunque el vocero presidencial, Manuel Adorni, dijo que «no» se sintieron «traicionados» por la CGT, en el Gabinete reprochan que se hicieron «muchas concesiones» para alcanzar acuerdos y que los sindicalistas «no cumplieron».

Javier Milei se suele anotar entre los «halcones» de su administración y no duda en admitir que en muchas ocasiones, aunque vaya en contra de su pensamiento, sigue los consejos de sus funcionarios «palomas» en procura de un resultado. Pero, lo que para muchos responde a su costado pragmático como político, al Presidente le cuesta más de lo pensado: varias veces se esforzó para no contestarle a través de la red social X a un político opositor al que escuchaba criticarlo en televisión, con el objetivo de no entorpecer una negociación por la Ley Bases. Algo similar ocurrió con la CGT: desde que empezaron las negociaciones por la reforma laboral, siguió los consejos de su equipo y no sólo evitó escalar la confrontación mediática sino que al mismo tiempo habilitó cambios importantes en el proyecto para garantizar su aprobación.

Pero los movimientos de los jefes sindicales, en especial la intransigencia que en las últimas horas mostraron Héctor Daer y Carlos Acuña, quienes se presentaban con ánimo dialoguistas y pretendían contrastar con el perfil del «salvaje» líder camionero Pablo Moyano, dañaron el vínculo; más allá de que este jueves el vocero presidencial, Manuel Adorni, reiteró que por parte del Gobierno «no importa lo que pase, el diálogo va a estar siempre abierto» y que «no» se sintieron «traicionados».

El tono del economista fue moderado en comparación al enojo que por lo bajo transmiten desde el Gabinete y tampoco refleja el convencimiento que sobrevuela en Casa Rosada de que el desplante de la central obrera le da una nueva oportunidad a los «halcones» de avanzar con un paquete de iniciativas que tengan como objetivo terminar con los privilegios de los gremialistas.

Las «palomas», que propiciaron hacerlos parte de las reformas, quedaron en un lugar incómodo y tendrán menos poder de persuasión interno dentro del Gabinete, al menos mientras no haya señales de un cese al fuego ó se sucedan desafíos como el que en el inicio del paro hizo el líder de la Unión Ferroviaria, Rubén «Pollo» Sobrero, que advirtió que si no había respuestas a los reclamos extenderían a 36 horas la medida de fuerza.

«No cumplieron. Rompieron todos los códigos: achicamos la reforma (laboral), no nos metimos con sus cajas y jugaron a fondo por política partidaria. Pero lo bueno es que quedó claro que no se puede negociar con delincuentes», se quejó una alta fuente del Gobierno, que siguió de cerca el ida y vuelta con la CGT y sectores de la oposición en Diputados, donde el oficialismo aceptó decenas de cambios al capítulo laboral.

El Presidente no sólo avala este concepto: también lo profundiza. En un críptico hilo de tuits, en el que pareció asociar a los popes gremiales con los «Faraones», planteó que «aquellos que promueven el paro han quedado al desnudo, revelando el tipo de personas que son».

«Criticaban a (Federico) Sturzenegger pero al final tenía razón: hay que tocarles donde más les duele», se sinceró ante Clarín otra voz de peso del Gobierno, que recordó «el esfuerzo que hicieron» el ministro del Interior, Guillermo Francos, y el asesor presidencial Santiago Caputo, dos de los que más pujaron por acercar posiciones. Tampoco fue menor la tarea del secretario de Trabajo, Julio Cordero, quien desde que asumió buscó limar asperezas y colaboró para que la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, le diera una nueva oportunidad al diálogo con gremios combativos como el de Camioneros.

El caso de esa paritaria fue paradigmático: el Gobierno logró su objetivo cuando eligió como interlocutor a Hugo Moyano y desplazó a su hijo Pablo. Se suponía que al homologar la paritaria iba a ayudar a descomprimir y desarticularía buena parte de los argumentos del paro. «Pecamos de ingenuos, una vez más buscaron cualquier excusa para hacer política partidaria», razonó, en medio de la jornada de protesta, un funcionario de primera línea del Ejecutivo, al repasar también las maniobras que realizó la CGT en el Senado para intentar frenar la Ley Bases. «El paro hasta lo podemos entender, pero que presionen a los senadores es un límite», completó. El desplante deja a Cordero y las «palomas» sin herramientas para apostar por el equilibrio.

El secretario dejó un anticipo de lo que puede ser la hoja de ruta del Gobierno: este miércoles laudó a favor de Dante Camaño en la puja que mantenía con Luis Barrionuevo, otrora aliado mileísta y hoy con un perfil de extremo opositor, por el manejo de la delegación porteña del gremio de gastronómicos. En Casa Rosada advierten que en Trabajo hay un cúmulo de expedientes cajoneados por otras administraciones que pueden definir asuntos importantes en distintos gremios.

La decisión de disponer que las cuotas sindicales sean voluntarias y el artículo que consideraba los bloqueos sindicales en fábricas como una “grave injuria laboral como objetiva causal de extinción del contrato de trabajo”, dos ejes que el Gobierno había dejado pendiente para no irritar a la CGT, podrían volver a debatirse. Ya hay conversaciones con el PRO y la Unión cívica Radical, dos sectores de la oposición que presentaron iniciativas al respecto, para trazar una estrategia en conjunto.

Arrancaría una vez que se cierre el debate por la Ley Bases y siempre que los gremios redoblen su ataque. Un interlocutor de extrema confianza del Presidente sintetizó la nueva etapa: «Más látigo, menos cafecito».

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