Sociedad

Exiliados por la crisisMigración y mercado inmobiliario: uno de cada 10 vendió para irse del país

A pesar de la baja de precios, un informe de RE/MAX indica que la tendencia se profundizó en los últimos meses.

Hartazgo, temor, incertidumbre por la crisis y mucho dolor por lo que queda atrás. Son parte de las sensaciones compartidas entre aquellos que deciden emigrar del país, apesadumbrados por un futuro que lo perciben borroso, inestable y con un pesimismo recargado por la pandemia. «Yo acá perdí mucha plata y no pongo un peso más en la Argentina, me voy afuera», reflexionó en forma tajante Esteban Molnar, un ingeniero en software de 64 años que vendió su propiedad de Martínez que acaba de radicarse en Portugal.

El de Esteban es un caso que expone una tendencia muy marcada. Según un relevamiento parcial de la inmobiliaria RE/MAX Premium, «más del 10% de las operaciones realizadas durante el último cuatrimestre de 2020 se efectuaron con ese fin». Y esto a pesar de las dificultades que atraviesa el sector, muy golpeado por la falta de ventas y el cepo cambiario. El mes pasado, en Capital se escrituraron apenas 1.619 propiedades, el segundo peor enero de la historia. Vender en estas condiciones implica resignar el precio. De todos modos, Molnar se considera «un privilegiado, me voy antes de que sea tarde», proclama.

La despedida, coinciden los emigrantes, no es nada fácil. Jorge, un odontólogo de 46 años que se estableció en Málaga, España, hace apenas 10 días, tiene el recuerdo muy fresco. «El día que cerré la puerta del consultorio y la de mi casa por última vez, me costó mucho. Tenía conciencia de que no iba al súper», dijo a Clarín en una frase con algo de nostalgia y todavía desacomodado por el jet lag. No obstante, reconoce que la idea de armar las valijas fue consensuado con su esposa Ana María, que también es odontóloga y su familia. «No me fui por problemas económicos, vivía muy bien, pero tenía mucho temor por todo el contexto. Nunca elegí vivir esta situación», recalca.

Jorge vivía en un barrio cerrado en Pilar. Cuenta que cerró la operación en setiembre pasado y que tiene otra propiedad a la venta. «Por el momento -añade- alquilamos un departamento por un mes hasta que encontremos algo definitivo, pero no tenemos intención de comprar». Explica que viajó a Málaga hace un año atrás para observar la dinámica del lugar y que está analizando proyectos de negocios para invertir. «Tramitamos la homologación de los títulos hace 6 meses, pero no sabemos todavía si vamos a ejercer. Quizá trabajemos en un rubro ajeno al nuestro, como algún emprendimiento gastronómico, eso se verá», relata.

Los vínculos afectivos son un factor clave y doloroso en la evaluación. Y se resuelve según las circunstancias. «Fue algo consensuado y las piezas se fueron acomodando, como en el Tetris», compara Jorge, aunque aclara que en su caso «nada me ataba a la Argentina, porque yo no tengo familia y Marina se vino con sus padres», reconoció. Sus primeras impresiones sobre su nueva ubicación, enumera que tiene familiares en España, que la gente es muy abierta y que valora especialmente la estabilidad económica. Por otro lado, destaca que la educación es pública y gratuita, algo relevante para sus hijas Magdalena (12 años) y Miranda (6).

«Desde la crisis de 2001 y 2002, nunca se había instalado tan fuerte la posibilidad de residir en el extranjero», resume Ariel Champanier, titular de una red de 4 locales franquiciados de RE/MAX Premium. La tendencia, según dice, se insinuó a fines del año pasado pero se profundizó con el inicio de la pandemia. «La gente que vende para emigrar es una situación extrema, porque se quieren sacar la vivienda de encima y es más permeable a bajar el precio», analiza. El ejecutivo señala que la idealización del «otro lugar» cobra vigor en forma inversa al deterioro económico.

Igual, describe que en su gran mayoría, los que deciden partir no lo hacen por apremios económicos sino porque no vislumbran un futuro. «Son familias de ingresos medios y altos y que tienen resuelto el tema papeles», agrega Champanier. Estados Unidos, Uruguay y España son los principales destinos, pero no los únicos. «Hace 3 meses vendimos una propiedad en Palermo, que era de un abogado soltero de 35 años, que decidió emigrar a Japón», explica.

Molnar está cerrando la operación de su casa, en la localidad de Martínez. Se radicó en Oporto, la segunda ciudad más importante de Portugal, luego de vender la casa de sus padres en La Lucila, ambos fallecidos el año pasado. «Tengo un amigo acá, lo vine a visitar y me instalé por un año sin saber bien qué hacer», dijo, hasta que la propia pandemia le acomodó su propio Tetris. Y entonces comenzó a rebobinar la historia.

Su hija Marina, la menor de los 3, «es instructora de esquí y el coronavirus le frustró un contrato de trabajo en Austria. Como también se quería ir de la Argentina, alquilamos un depósito de 350 metros cuadrados para montar un gimnasio de escalada, algo muy popular en Europa», señala. Ese nuevo emprendimiento lo tiene atrapado, pero para Esteban, iniciar negocios es parte de su genética. 

Dice que «en algunas cosas me fue bien, en otras mal», pero que el quiebre final fue cuando se embarcó en el negocio de importar cuadernos desde Hungría, «soy hijo de padres húngaros», que culminó en un fracaso. «Compré con el dólar a $ 15 y con las devaluaciones perdí mucha plata. Pero eso no fue lo único, hubo una serie de cosas: la inseguridad y no tener resguardo financiero ni saber qué hacer con el capital que tengo. Ahí me dije, me voy afuera», finalizó.

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