Las diferencias entre las posibles resoluciones son profundas, y son muchos los que se verán afectados por el camino que finalmente tome la guerra.
Para colmo, uno de los íconos del pop de Rusia, Ala Pugachova, les dijo a sus 3,4 millones de seguidores de Instagram que la guerra “está convirtiendo a Rusia en un Estado paria y empeorando la vida de los ciudadanos”.
En pocas palabras, para Putin fue la peor semana desde que invadió Ucrania, sin inteligencia, sin justicia, sin piedad, sin un plan B…
Y sin embargo… tal vez me haya tocado estar rodeado de las personas equivocadas, pero en mis charlas con los aliados europeos de Ucrania detecté un dejo de nerviosismo subterráneo.
Como corresponsal extranjero durante muchos años, aprendí que a veces la noticia está en el ruido, en lo que se dice y se grita, y que otras veces la noticia está en el silencio, lo que se calla por completo. Y mi lectura personal de lo que no se decía la semana pasada en Europa es la siguiente: efectivamente, está genial que Ucrania esté forzando a Rusia a retroceder un poco. Pero nadie parece poder responder la gran pregunta que flota en el aire desde que empezó el conflicto: ¿cómo sería un final de la guerra que tenga un resultado estable?
Todavía no se sabe. Y cuando deslicé la pregunta en mis conversaciones, identifiqué tres tipos de respuestas de posibles resultados, algunas totalmente novedosas y otras resabidas, pero todas con complejos e impredecibles efectos colaterales.
El primer desenlace posible es la victoria total de Ucrania, con el consiguiente riesgo de que Putin haga una locura por la humillación de su derrota.
El segundo posible desenlace es un “acuerdo sucio” con Putin que garantice un alto el fuego y frene la devastación, pero con el riesgo de dividir a los aliados occidentales y de enfurecer a muchos ucranianos.
El tercer resultado sería un acuerdo menos sucio: todos vuelven a las líneas donde se encontraban antes de la invasión de febrero. Ucrania tal vez esté dispuesta, e incluso el pueblo ruso, pero antes Putin debería ser removido de su cargo, porque jamás aceptaría la innegable implicancia de que esta guerra fue absolutamente por nada.
Las diferencias entre un desenlace y otro son profundas, y somos muchos los que nos veremos afectados por el camino que finalmente tome la guerra. Así que ahondemos un poco en las consecuencias económicas y humanas de esas tres posibilidades.
“¿Y si colapsa?”
Nadie cree que en lo inmediato el Ejército ucraniano pueda mantener el ritmo de su avance militares de las últimas dos semanas hasta empujar al resto del Ejército ruso del otro lado de la frontera. Pero por primera vez escuché gente que se decía: “¿Y si el ejército ruso finalmente colapsa?”.
Seguramente más de un soldado ruso -y de los ucranianos rusohablantes que se unieron a los rusos pensando que ganarían y se quedarían para siempre- ahora se están haciendo la misma pregunta que John Kerry durante la guerra de Vietnam : “¿Cómo se le pide a un hombre que se quede a luchar hasta morir por una equivocación?”.
Ya todos ven la gran mentira que fue esta guerra. Todo saben que algunos de los refuerzos que Putin está enviando al frente son convictos que negociaron un indulto a cambio de luchar en Ucrania durante seis meses. Y muchos otros son mercenarios de lugares tan lejanos como Siria.
Pero atención: si Ucrania realmente se hubiese convertido, como afirmó Putin, en un Estado gobernado por “nazis” y en punta de lanza de un plan de la OTAN para avanzar más hacia el este, hacia la Madre Rusia, ¿cómo no pedirle al pueblo ruso que se movilice masivamente para esa lucha? Si la causa era tan justa y la guerra tan necesaria, ¿por qué Putin tiene que pagarles a criminales y mercenarios para que tomaran las armas? ¿Hace eso y espera que las clases medias de Moscú y San Petersburgo simplemente se queden calladas?
La gente habla, y cada soldado ruso o ucraniano rusohablante que se puso del lado de Putin seguro está pensando: “¿Me quedo? ¿Salgo corriendo? ¿Quién me protege si se rompe la línea de frente?” Esa alianza es altamente vulnerable a un colapso en cascada, primero lentamente y luego de manera acelerada. Cuidado.
¿Por qué? Porque Putin ya ha mencionado varias veces la posibilidad de usar armas nucleares si Ucrania y sus aliados de la OTAN empezaran a diezmar a sus tropas y se enfrenta a una completa humillación. Esperemos que la CIA tenga un plan secreto para interrumpir la cadena de mando de Putin y que nadie apriete el botón rojo.
Evitar una humillación total
En este momento, me resulta inimaginable que el presidente Volodimir Zelensky acepte un alto el fuego o algo parecido: sus fuerzas están sumamente motivadas y comprometidas con el objetivo de recuperar cada centímetro del territorio ucraniano, incluida Crimea. Pero habrá que ver qué pasa a medida que se acerque el invierno boreal y la negativa de Putin a vender gas natural a Europa eleve los precios de la energía al punto de forzar el cierre de más fábricas y de obligar a los europeos más pobres a elegir entre calentarse y comer.
Aunque para Putin implicaría no haber alcanzado sus objetivos de guerra, podría interesarle aprovechar ese resultado, para tener al menos algo que mostrar a cambio de todas las pérdidas sufridas y así evitar una humillación total.
Aunque no lo admitan en voz alta, muchos líderes europeos aceptarían un acuerdo como ese. Así lo explicó un estadista europeo retirado, que habló a condición de no ser citado por su nombre, en un seminario de negocios y política al que asistí.
El objetivo de Ucrania es ganar, dijo. El objetivo de la Unión Europea (UE) es un poco diferente. La UE quiere la paz, y si eso tiene un precio, algunos líderes en Europa estarían dispuestos a pagarlo, siempre que sea un precio justo. Para Estados Unidos, que está muy lejos, es otra cosa, agregó, y hasta podría convenirle una guerra a perpetuidad, para debilitar a Rusia y asegurarse de que no tenga fuerzas para encarar otras aventuras.
El exfuncionario europeo agregó que sin duda hoy la UE está más unida que antes de que comenzara la guerra. Sin embargo, en los próximos meses las cosas se pondrán bastante peliagudas: la UE se dividirá y los consensos serán cada vez más difíciles, porque los objetivos serán cada vez más diferentes. Por más que las declaraciones públicas sean las mismas, la UE está dividida sobre cómo manejar la guerra, no sobre la cuestión de si Putin tiene razón o si existe una amenaza, sino sobre cómo lidiar con toda la situación, especialmente en esos países de Europa donde el invierno puede desencadenar reacciones populistas.
Algunos líderes europeos comenzarán a preguntarse: “¿Tiene algún sentido seguir negociando?” Claro que algunos, como los países bálticos, apoyarán al 100% a Zelensky, pero otros no querrán morirse de frío todo el invierno por lo que pasa en Donetsk o en Lugansk, concluyó el estadista retirado.
Como me dijo Michael Mandelbaum, autor de Las cuatro edades de la política exterior estadounidense, Putin tal vez huela esto y decida que su mejor movimiento para salvar una pizca de dignidad sea exponer las divisiones en la UE “y anunciar que está listo para negociar un alto el fuego y reanudar los envíos de gas a la UE en caso de un acuerdo. Pero ese acuerdo debería incluir algún incentivo para Zelensky, como garantías de seguridad permanentes y vinculantes, tal vez con la inclusión plena de Ucrania en la OTAN”.
Sería un “acuerdo sucio” porque implicaría que Putin saldría impune de asesinato y robo agravado, dejando demostrado que puede cambiar las fronteras de Europa por la fuerza y a su antojo. Quienes crean que los europeos no aceptarían y seguirían con la guerra durante todo el invierno, se engañan a sí mismos.
Tampoco descartaría un Desenlace 2-B, donde Putin redoble sus esfuerzos para llevarse a casa unilateralmente al menos un bocado de Ucrania, tratando de devastar las ciudades ucranianas que no controla y haciendo que su parlamento títere apruebe leyes para celebrar referéndums en cuatro regiones ucranianas ocupadas para que decidan si quieren unirse a Rusia.
Los movimientos de esta semana al respecto parecen tener dos objetivos: frenar el pánico de los ucranianos prorrusos que sienten que el Kremlin podrían abandonarlos y dejarles algo en claro a Kiev, Estados Unidos y la UE: “Miren que todavía tengo muchos cohetes y no me importa nada. Si no me dan una tajada para salvar las apariencias ante mi pueblo, voy a arrasar este lugar. No se olviden de Grozny y de Aleppo”.
Un acuerdo menos sucio
Este realmente es un acuerdo menos sucio, pero con el pueblo ruso, no con Putin. En este escenario, la OTAN y los ucranianos proponen un alto el fuego sobre la base de la frontera hasta el 24 de febrero. Ucrania se salva de más destrucción y se preserva el principio de inadmisibilidad de modificar las fronteras por la fuerza. Pero para eso Putin tendría que admitir ante su gente: “Sufrimos unas 70.000 bajas, perdimos miles de tanques y vehículos blindados y sufrimos terribles sanciones económicas, y no les conseguí nada”.
Por supuesto que es imposible imaginarlo diciendo eso, pero es una salida que podría interesarle al pueblo ruso. Entonces Putin tendría que ser derrocado por un movimiento popular de protesta masiva, o por un golpe palaciego. Toda la culpa de la guerra recaería sobre él, y ya sin Putin, Rusia podría comprometerse a ser de nuevo un buen vecino, si Occidente levanta sus sanciones. Zelensky tendría que renunciar a su sueño de recuperar las áreas anexadas por Rusia en 2014, pero Ucrania podría comenzar a sanar, y al menos reanudar el proceso de ingreso a la UE, y tal vez incluso a la OTAN.
Todo esto ayuda a explicar ese resabio de inquietud que detecté en Europa la semana pasada, la sensación de que esta guerra podría terminar de muchas maneras diferentes, algunas mejores, otras peores, pero ninguna fácil.
Y eso sin siquiera pensar en un cuarto desenlace, ese que nadie se atreve a imaginar.
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