Tras la derrota contra River, reaccionó con empuje ofensivo y le ganó 4 a 2 a Lánus con goles de Weigandt, Almendra, Vázquez y Pavón; en la Bombonera se festejó después de 577 días con puertas cerradas.
La merecida victoria 4 a 2 de Boca, a medida que se consumó con los goles de los juveniles provenientes de la cantera, encendió las gargantas de una Bombonera que volvió a ser una caja de resonancia: “¡Vamos vamos los pibes, vamos vamos los pibes…”. Para despojarse del desencanto que causó la derrota ante River, no hay nada mejor que la ilusión renovada de las caras frescas, que muestran condiciones para hacerse habituales. Eso sí, la gente no olvida ni es ingrata con algunos de los pocos referentes que quedan: cuando se anunciaron los formaciones por los altavoces, la ovación mayor se la llevó Carlos Izquierdoz.
Los goles de Weigandt, Almendra y Vázquez, más el penal de Pavón en tiempo de descuento, fueron la evidencia de que la apuesta por los juveniles no es tan riesgosa y que quizá no hubiese desentonado tanto en el Monumental como lo hizo una formación más curtida, pero también más plomiza y estática.
Con un aforo permitido para 28.000 simpatizantes, Boca volvió a sentir el apoyo de ese jugador N° 12 que a partir de larga pausa por la pandemia se puede cuantificar. De los 1623 partidos oficiales que disputó con el rugido que baja de las tribunas, Boca alcanzó una efectividad del 61 por ciento. Cuando el cemento quedó vacío, la productividad bajó al 37,9 por ciento. Juan Román Riquelme, uno de los que más se lamentó por el ambiente insonoro que provocó el coronavirus, comprobó la validez de su teoría en el palco que esta vez recibió de invitado al uruguayo Sergio “Manteca” Martínez. Boca no convertía cuatro goles de local desde 2019, cuando regía la “vieja normalidad”.
En la primera charla semanal con el plantel, Sebastián Battaglia comprometió al plantel a no repetir una actitud tan pasiva y conformista como la dejada en el Monumental. Más allá del atenuante de la temprana expulsión de Rojo, nadie se engañó con un rendimiento que respetó excesivamente el potencial de River. La necesidad de dejar otra imagen se acrecentaba porque este sábado había que cumplir con las expectativas de los hinchas que volvieron a las tribunas.
Boca salió a adueñarse de la iniciativa, impulsado por un aliento sin reproches, dispuesto a pasar página y salir adelante. El colombiano Cardona, reemplazado prematuramente ante River por la expulsión de Rojo, se hizo eje de los avances. Los compañeros que se desmarcaban de tres cuartos de campo hacia adelante encontraban las asistencias de Cardona.
Boca empezó a llevar peligro por la izquierda, cuando Fabra se proyectaba para ofrecerse como descarga y generar superioridad numérica. Orsini se despegaba de los zagueros centrales para generar espacios y asociarse. Lanús tampoco se interesó en disputar la pelota con una presión alta. Se agrupó en su campo, algo habitual cuando de visitante tiene a un rival de riesgo. Confía en las transiciones rápidas que puedan tomar descuidado al adversario.
Boca, dominante pero sin tanta profundidad, más allá de un par de cabezazos, cayó en la distracción que aprovechó Lanús en su único remate al arco en la primera etapa. En una de las pocas pelotas que perdió Cardona, Lanús salió rápido por la derecha, donde José López, el joven delantero correntino que es una de las revelaciones del torneo, le ganó la espalda a Fabra, desairó el cruce de Izquierdoz y sirvió el centro que Malcorra definió a un toque llegando desde atrás.
Sorpresa en la Bombonera. Y la inquietud por cómo reaccionaría el equipo a un golpe imprevisto porque el desarrollo era favorable. La defensa había sido frágil ante el primer avance punzante. Pero el gol de Lanús no implicó un giro en el partido. Boca se mantuvo sereno y constante, La pegada de Cardona volvió a aparecer en escena con un centro desde la derecha para el cabezazo del pujante lateral Weigandt, un juvenil que contagia energía en cada incursión. Fue el primer gol en 22 encuentros del defensor que está para disputarle el puesto a Advíncula, incorporado al seleccionado de Perú por las eliminatorias.
El 1-1 se ajustaba más al partido. Por una molestia muscular, Orsini le dejó el lugar a Luis Vázquez, con lo cual la formación empezó a girar a ese perfil más juvenil que tan buena impresión causó en fechas anteriores. Battaglia ya le había hecho un lugar a Montes entre los titulares, en lugar del Pulpo González. Los avances de Boca fluían ante un Lanús demasiado timorato, asumiéndose inferior. De esa dinámica positiva se nutrió Almendra para poner el 2-1 con un remate desde fuera del área.
Lo negativo de Boca pasó por las lesiones. Después de un buen primer tiempo, Cardona fue sustituido por Aaron Molinas, otro juvenil, con aptitudes de enganche, de toque certero y mucha movilidad. Boca empezó a asegurar el triunfo al comienzo del segundo período. Un defectuoso rechazo de Pepe Sand le dejó la pelota a Vázquez, que tras enganchar ante un defensor definió con un puntazo, resolución típica del que lleva el gol en los genes.
Lanús no salía de su aturdimiento, mientras Zubeldía buscó soluciones en el banco con los ingresos de De la Vega y un par de juveniles más. Cristian Pavón no iba a ser titular, pero unas líneas de fiebre de Briasco -el hisopado le dio negativo y pudo estar en el banco- le hicieron un lugar que aprovechó con su persistencia para encarar y desbordar. Tuvo a maltraer a casi toda la defensa visitante.
Pese a sus escasos ataques, Lanús descontó con un cabezazo de Braghieri tras una segunda jugada a partir de un córner. La incertidumbre que sobrevoló al resultado se disipó en el descuento con un penal sobre Weigandt, que se dejó caer ni bien sintió que le pasaban una mano por la cintura. El árbitro Echavarría aplicó el máximo rigor. El encargado del penal debía ser Izquierdoz, que se lo cedió a Pavón para que coronara su muy buen rendimiento con un gol. La noche se cerró a puro festejo en la Bombonera. Los hinchas volvieron para levantar al equipo, que a cambio les regaló una victoria de reencuentro.
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