El seleccionado neozelandés se impuso por 35 a 17. A una fecha del final, sumó 21 puntos contra los 14 de Sudáfrica.
Los All Blacks ratificaron en Vélez todo lo que se sabe de ellos desde hace mucho más que una década. Y si bien no brillaron, hicieron lo que mejor saben hacer: ganaron. Y como consecuencia de ello, otra vez festejaron un título. La víctima fueron Los Pumas con la victoria por 35 a 17. Y el corolario resultó la vuelta olímpica, la sexta en siete ediciones del Rugby Championship. Impactante desde el punto de viste del que se lo mire. Y del que se lo analice.
El partido fue para Los Pumas algo así como una película de terror. Porque la expectativa era alta. Nadie en su sano juicio podía imaginar el primer triunfo de la historia sobre los All Blacks cuando el argentino es un equipo en formación a partir de la reciente llegada de Mario Ledesma. Pero después de las victorias conseguidas ante Sudáfrica en Mendoza y, fundamentalmente, sobre Australia en Gold Coast, se esperaba más. Bastante más.
Sin obtención a partir de las flojas producciones del line y el scrum (una formación que lleva tres años de déficit y que, sin duda, necesita una revisión estructural en el rugby argentino), sin defensa, con malas decisiones tomadas por los conductores del equipo y con jugadores como De la Fuente y Moroni que sintieron el cambio de posiciones y perjudicaron la estructura ofensiva del equipo, con muchos nervios que provocaron errores de manejo y facilitaron el sencillo plan de los All Blacks. Todo ese resumen de lo que pasó en el partido se tradujo en el resultado final.
Apenas habían pasado 23 segundos de comenzado el encuentro cuando tras la salida de Sánchez, Argentina cometió el primer penal. No fue el mejor augurio, claro. Sin embargo, el apertura tucumano abrió el marcador enseguida con la primera de las dos chances a los palos que tuvo en la primera mitad.
Claro que la respuesta llegó de inmediato para ratificar la facilidad que tienen los All Blacks cuando sus forwards consiguen la pelota y sus tres cuartos la manejan. Fue Naholo el que rompió la línea de ventaja (una muy floja respuesta del tackle argentino) y, tras pasar por Smith, la pelota llegó a Rieko Ioane quien apoyó el primer try del partido.
A los argentinos les costó mucho romper la primera línea defensiva de Nueva Zelanda -comandada por Savea y Kane- por no definir rápido los rucks propios. Y además los All Blacks salieron muy arriba para marcar y si la resolución frente a ese problema fue patear la pelota al fondo, Los Pumas siempre corrían el riesgo de sufrir con la potencia y velocidad del trío de Smith, Naholo e Ioane. En definitiva, muy rápidamente todo se hizo cuesta arriba. Por defectos propios y virtudes ajenas.
Con forwards sufriendo demasiado la batalla de ambos packs y con tres cuartos perdidos en la cancha, Los Pumas recibieron otro duro golpe cuando tras un scrum producto de un lanzamiento torcido de Creevy en el line llegó la conquista de Waisake Naholo. Y después de un buen rato sin demasiadas emociones pero con la misma tónica del partido, Delguy inició un contragolpe, Taylor le aplicó un rodillazo que lo dejó mareado (enseguida sería reemplazado por Cancelliere) y le hizo perder la pelota y otra vez Ioane fue el que aprovechó el momento y el espacio para definir su segundo try.
Los Pumas buscaron el descuento pero sobre el cierre de ese primer tiempo los argentinos volvieron a comprobar la voracidad con la que los All Blacks defienden sus últimas cinco yardas. Esa intensidad encarnada por su medio scrum Perenara aflojó durante un lapso de diez minutos en el complemento para que Tomás Cubelli y Emiliano Boffelli pusieran a Argentina en partido nuevamente (28-17), pero el try de Anton Lienert-Brown (antes había conquistado el suyo Patrick Tuipulotu) masacró cualquier intento de hazaña.
Esa hazaña de la que se volvió a estar lejos. Tan lejos como están los All Blacks del resto del mundo del rugby. Los Pumas lo ratificaron.
Fuente: Clarín.com
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