El objetivo claro trazado de entrada y aplicado al pie de la letra. Exhibir las contradicciones de Javier Milei y emparentar a Sergio Massa con los escándalos de corrupción y el fracaso económico del actual gobierno.Así, afilada, espontánea y con una firmeza que no la acompañó en la primera incursión de la semana pasada, Patricia Bullrich enfrentó este domingo el segundo debate entre los candidatos que disputarán las elecciones del próximo domingo 22.
Una agenda en la que se sintió más cómoda (seguridad especialmente, trabajo y producción, y medio ambiente), un tono más picante y con actitud decididamente combativa, además de la evidente señal de haber tomado nota de los errores del domingo pasado, potenciaron el desempeño de Bullrich durante el intercambio con sus adversarios y la ubicaron en el centro de los cruces más encendidos.
Hasta el color rojo que eligió para vestir (a diferencia del blanco de la semana pasada) favorecieron su propósito y reforzaron la estrategia de apuntalar su performance desde un protagonismo confrontativo.
Ya desde la presentación Bullrich se mostró más desenvuelta. Contundente desde el vamos, golpeó de arranque con los últimos escándalos de corrupción y sacudió por igual a Milei y Massa. «En estas dos semanas hemos visto lo más brutal de la corrupción kirchnerista», machacó -con fuerza- en referencia al affaire desatado por las fotos de Martín Insaurralde navegando en un yate de lujo en el Mediterráneo junto a la modelo Sofía Clerici.
El recurso «Insaurralde» fue un insumo repetido en casi todas sus intervenciones y réplicas. «Vamos a sacar de raíz estas mafias», insistió y volvió al libreto trazado por su estrategia: «Massa es parte (de las mafias) y Milei se ha asociado también», denunció. Sumó en esa misma lógica argumentativa la perseverancia por traer a la discusión otros casos de corrupción como la mención a «los bolsos de López, los Sueños Compartidos que nunca compartieron y los hoteles de Cristina Kirchner».
A diferencia del primer debate, tras el cual la propia Bullrich admitió públicamente que se vio afectada por un cuadro gripal «muy fuerte», en esta oportunidad la candidata de Juntos por el Cambio se exhibió más segura, sólida en la elección de los tiempos de los golpes a sus oponentes y en el manejo del uso de sus derechos a réplica.
Tanto empeño en ese objetivo de dejar atrás la experiencia del primer debate la pagó, en cambio, con una mínima exposición de sus propuestas en la mayoría de los temas y cierta repetición de los sloganes de sus spot. Por momentos sobreactuó la estrategia de ofensiva y la actitud combativa. Se lo enrontró Milei en medio de un intercambio cuando la acusó de estar «muy seteada».
Seguramente sus intervenciones sobre el eje de seguridad mostraron su mayor despliegue. Se instaló allí como protagonista central mientras detrás de cámara la acompañaban el policía Luis Chocabar (incluso la candidata lo mencionó) y los hijos del kioquero asesinado el año pasado en Ramos Mejía. «No podés hacer Seguridad si tus socios son delincuentes», le tiró a Massa y, con el mismo juego de toda su exposición, fue sobre Milei: «Si se liberan las armas, van a terminar en mano de Los Monos y van a masacrar chicos”.
Una de sus frases más fuertes sonó minutos después en medio de la discusión sobre producción y trabajo y tras quejarse de la gestión de secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini, a quien llamó «Tongolini», en la autorización de permisos de importación. «Dijiste que venías a sacar las papas del fuego y nos hiciste puré», acusó irónica al ministro de Economía, a esa altura el centro de las embestidas de la mayoría.
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