Antes de la primera vuelta de las elecciones en Brasil, José Moura, un empleado de comercio simpatizante del Partido de los Trabajadores (PT) en San Pablo, confiaba en un triunfo amplio de Luiz Inacio Lula da Silva. “Creí que sería por 12 o 13 puntos, un golpe de KO”, dice. En Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, la abogada Andréia Nunes no tenía dudas de que habría segunda vuelta, pero con escasas posibilidades de victoria para su candidato, Jair Bolsonaro. “Eso decían las encuestas”, señala. Pero solo cuatro semanas después, el juego sigue abierto. Y si bien el expresidente mantiene el favoritismo, ahora ambos votantes coinciden en la cautela sobre lo que puede pasar en el ballottage del domingo en Brasil.
¿Podría haber un nuevo voto oculto favorable a Bolsonaro que no haya sido detectado por las encuestadoras? ¿Cómo los candidatos apuntaron sus cañones en los últimos días? ¿De dónde saldrían los votos para que el expresidente rubrique el favoritismo en los sondeos? La definición está plagada de incógnitas y variables, pero los analistas concuerdan en que las encuestadoras, que le dan una ventaja de seis puntos a Lula en votos válidos, estarán más cerca de acertar el resultado del ballottage como pasó en anteriores elecciones en Brasil, aunque con factores claves a tener en cuenta.
“Luego de la primera vuelta una mayor parte de la sociedad brasileña pasó a desconfiar de los sondeos, y eso es un gran problema para la democracia, porque las encuestadoras son una pieza importante dentro del proceso electoral”, apunta el politólogo Leandro Gabiati, director de la consultora Dominium, en Brasilia.
EL 2 de octubre, Lula obtuvo 57.256.053 sufragios (48,43% de los votos válidos, sin contar blancos y nulos), mientras que Bolsonaro recibió 51.070.958 (43,2%), una diferencia de casi 6,19 millones, y 5,23 puntos, un resultado mucho más estrecho que el que anticipaban las encuestas, que hasta daban un escenario de triunfo del expresidente en primera vuelta. Sumados esos votos a los recibidos por otros candidatos, hubo 118.227.018 sufragios válidos, por lo que Lula quedó a solo 1.855.395 de liquidar el pleito.
Pero el cálculo para determinar cuántos votos necesitaría sumar cada uno para ganar el ballotage no es lineal, y la diferencia entre ambos candidatos, según el último sondeo de Datafolha, ahora es de seis puntos a favor de Lula (53%-47% en votos válidos).
“El final de cada campaña es un periodo de mucha fluctuación para hacer un voto útil. En el caso de la primera vuelta fue un voto que salió de las terceras vías [sobre todo Simone Tebet y Ciro Gomes] para el propio Bolsonaro y evitar que Lula ganara sin ballottage”, dice a LA NACION Mayra Goulart, politóloga de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), que apunta a otro gran problema que tuvieron las encuestadoras para detectar el voto bolsonarista. “Los datos del censo están muy desactualizados, entonces no consiguen estimar perfectamente el sector evangélico, que creció mucho [a más de un tercio de la población] y en el que el voto al presidente es mayor”, observa.
Los analistas coinciden en que históricamente las encuestas para la segunda vuelta se aproximan mucho a los resultados finales, y que Bolsonaro debería marcar un hito para ganar: desde la redemocratización de 1985 todos los candidatos que sacaron más votos en primera vuelta se impusieron en segunda. “En las elecciones de 2018 acertaron en el ballottage entre Bolsonaro y Fernando Haddad (PT), por lo que debería ser más fácil para los institutos volver a hacerlo este domingo. Pero la diferencia entre los candidatos podría ser mínima, lo que ilustraría y reforzaría el escenario de polarización”, indica Gabiati, que remarca que según la tendencia histórica el candidato en segundo lugar en primera vuelta suele crecer más en votos (como pasó con Haddad contra Bolsonaro en 2018).
Según el sociólogo y politólogo Antonio Lavareda, de Ipespe, una de las razones por las que existe una menor discrepancia entre las encuestas y los resultados del ballottage es que los electores llegan a esta etapa final con un mayor bagaje de información, que contribuye a una idea más consolidada sobre los dos finalistas.
Quien la tiene más cuesta arriba para superar el umbral de 50% de votos válidos es Bolsonaro. Según los expertos, para aspirar a una victoria tendrá que sumar más votos de los candidatos que quedaron fuera del ballottage, movilizar a su favor a personas que se abstuvieron de ir a las urnas (más de 32,7 millones) e, incluso, “robarle” votantes a Lula.
Tebet y Gomes quedaron en tercer y cuarto lugar, respectivamente, y juntos obtuvieron 8,51 millones de votos (7,2% de los votos válidos), más que la diferencia entre Lula y Bolsonaro. Para torcer la historia, el presidente debería ganar gran parte de ese electorado, pero los analistas lo ven difícil. Aunque la transferencia de votos no es automática, la senadora del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) le dio un apoyo sólido a Lula –incluso participa de actos de campaña- y el Partido Democrático Laborista (PDT) de Gomes también respaldó al exmandatario. El candidato, que atacó mucho a Lula en la campaña, tenía muchos reparos, pero los expertos creen que una parte de sus votantes se inclinarán por el expresidente.
“Voté a Tebet en la primera vuelta, pero ahora me inclinaré por Bolsonaro”, le dice a LA NACION Leonardo Souza, un comerciante. “Mi voto es anti Lula”, confiesa.
Hasta ahora, la gran herramienta electoral del presidente ha sido el impacto económico de la ayuda social directa (con el plan Auxilio Brasil) y mejoras en otros índices, como la inflación, en retroceso. “Lo que vimos en esta recta final es una apuesta muy pesada del gobierno en hacer políticas de transferencia de renta, políticas que están mejorando artificialmente la economía. Y esa sensación de mejora, principalmente en los segmentos más pobres, mejoró la intención de voto para Bolsonaro”, indica Goulart.
Pero hay otros factores claves: el primero es la abstención. El 2 de octubre fue de 20,95%, y en la últimas cinco elecciones en Brasil siempre el índice fue mayor en el ballottage que en la primera vuelta (en 2018 fue casi un punto superior, y en 2010, 3,35 puntos). ¿A quién podría favorecer en caso de que se repitiera ese escenario?
Abstención
Según los expertos, una mayor abstención podría favorecer a Bolsonaro, porque los estudios muestran que es mayor entre los votantes con menores ingresos, que tienen más dificultades para ir a votar, y es allí donde Lula obtiene un fuerte respaldo. “Afectaría más al expresidente”, dice Gabiati, que también subraya que en los estados donde las elecciones a gobernadores quedaron resueltas en la primera vuelta habría menos movilización de votantes.
“En donde hay segunda vuelta para gobernador la participación tiende a ser 2,5 puntos mayor”, señala a BBC el politólogo Fernando Meireles, investigador del Centro de Análisis y Planificación (Cebrap), que en ese sentido apunta a un equilibrio entre los candidatos. En los 15 estados donde la elección local ya se definió, Lula ganó en ocho y Bolsonaro, en siete. En los otros 12 que tendrán un nuevo turno, cada uno salió adelante en seis.
Allí los expertos hacen foco en dos batallas claves: Minas Gerais y San Pablo. E incluso dentro de esos dos estados, se enfocan en cuatro microrregiones que concentran unos 20 millones de electores y donde hay más probabilidades de un giro electoral: Triángulo Mineiro, Zona da Mata y región metropolitana de Belo Horizonte, en Minas, y el gran San Pablo. En los últimos días, Bolsonaro y Lula apuntaron allí sus cañones con varios actos de campaña.
Minas Gerais es el segundo estado más poblado de Brasil y el termómetro electoral del país. Desde los comicios de 1989, el candidato más votado allí también ganó la carrera presidencial. En la primera vuelta, los números fueron prácticamente idénticos a los nacionales: Lula obtuvo 48,3%, versus el 43,6% de Bolsonaro. La última encuesta de Datafolha le da ventaja a Lula 48%-43% en votos totales en Minas, dato seguido muy de cerca por ambas campañas.
Lo llamativo es que la elección a gobernador en Minas Gerais se definió en primera vuelta: el liberal Romeu Zema, del partido Novo, fue reelecto por amplio margen (56,2%), y luego oficializó su apoyo a Bolsonaro, lo que le da espacio al presidente para crecer allí en votos.
¿Y cómo influirán los votos blancos y nulos? El porcentaje en la primera vuelta alcanzó su nivel más bajo en relación a las últimas elecciones presidenciales: 4,41%, casi la mitad que en 2018. La tendencia histórica es que caiga de una vuelta a otra, aunque la excepción fue precisamente hace cuatro años (subió 0,78 puntos). Si esto volviera a pasar, podría ser positivo para Lula, porque el número de votos válidos necesarios para ganar sería menor que en la primera vuelta y favorecería a quien se impuso el 2 de octubre, según analistas.
Otro factor que podría tener incidencia –aunque baja- es que el ballottage se realizará entre dos feriados. Este viernes es el Día del Servidor Público (algunos estados lo trasladaron para evitar la abstención) y el próximo miércoles es el Día de los Muertos, fiesta nacional. “Hay gente que viaja y se toma lunes y martes, haciendo un megapuente. Y generalmente es electorado con dinero, que podría afectar negativamente a Bolsonaro”, señala Gabiati.
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