Estuvo el Presidente, los ministros y Axel Kicillof, entre otros. Hubo un fuerte respaldo a la vicepresidenta. El Arzobispo Jorge Scheinig fue cuestionado por avalar un acto partidario en la Basílica.
El kirchnerismo organizó una misa por Cristina Kirchner en Luján, convirtió la Basílica en sede de un acto partidario y motivó el enojo de un sector de la Iglesia, al punto que el arzobispo a cargo de la ceremonia tuvo que pedir disculpas en el final de su discurso: «Perdón, metí la pata», dijo Jorge Eduardo Scheinig, el responsable de la arquidiócesis Mercedes-Luján.
A las 13.15, apenas quince minutos después de lo previsto, comenzó este sábado en la Catedral lujanense la misa que el Gobierno convocó contra el odio y en apoyo a la vicepresidenta Cristina Kirchner tras el atentado que sufrió el 1° de septiembre, cuando le gatillaron, sin éxito, con un arma a 20 centímetros de distancia, en una manifestación frente a su domicilio en Recoleta.
El presidente Alberto Fernández encabezó una amplia comitiva oficial, que contó con la presencia de casi todos los ministros del gabinete, a excepción de Sergio Massa, Ministro de Economía, que sigue de viaje en Estados Unidos. Alberto ingresó último a la Basílica, con todos los funcionarios distribuidos en las primeras filas de la iglesia, más otros convocados de distintos sectores, como referentes de movimientos sociales, o representantes de otras religiones que acudieron al acto con el que el kirchnerismo buscó trasladar un mensaje de apertura al diálogo que, en los hechos, no fue tal.
La oposición, tal como había anticipado en la semana, no asistió al evento que tuvo un tinte político evidente, si bien el kirchnerismo fue más cuidadoso que en otras ocasiones, evitando entonar cánticos pro Cristina o movilizando columnas de militancia a Luján. Hubo poca presencia de aparato sindical, con la Uocra, apenas, mostrándose en la puerta de la Basílica.
Sobre la ausencia opositora en la convocatoria, el canciller Santiago Cafiero le dijo a Clarín: «Es una lástima que no hayan venido, pero nosotros tenemos la obligación de seguir convocándolos».
El Presidente se ubicó adelante de todos, junto al ex presidente Eduardo Duhalde, con quien habló activamente durante los 70 minutos que duró la misa. También estaba Eduardo de Pedro, el ministro del Interior que organizó el acto, y Leonardo Boto Álvarez, el intendente K de Luján. Cerca suyo estuvieron la titular de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, la representante de Madres de Plaza de Mayo, Taty Almeyda, y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Sobre la otra fila, se vio al gobernador bonaerense Axel Kicillof, a su Vice, Verónica Magario; al jefe de Gabinete, Juan Manzur; al ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta y a la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, entre otros, dentro de una larga lista de dirigentes presentes. De los movimientos sociales, sobresalieron Juan Grabois y Daniel Menéndez, del Frente Patria Grande y Somos Barrios de Pie, ambos aliados al Frente de Todos.
La convocatoria generó un enorme malestar en sectores de la Iglesia, no sólo con el Gobierno, sino con el propio arzobispo de Luján, Jorge Scheinig, quien ofició de sacerdote en la misa y en el final de la misma debió pedir disculpas. «Perdón, por no querer hacer algo tan importante, metí la pata». La frase se leyó como un mensaje a la propia comunidad eclesiástica, que fue muy crítica ante lo que entendieron como un acto partidario dentro de la histórica Basílica.
También hubo cuestionamientos de los vecinos de la zona porque muchos comercios debieron cerrar toda la mañana. La Catedral es un lugar de atracción turística, y un sábado soleado como el de ayer, la presencia de visitantes crece fuertemente. Debido al operativo de seguridad, y a la decisión del kirchnerismo de no movilizar en masa, hubo menos gente de la que puede entrar en Luján: unas 2.000 personas, cuando la capacidad total es de 4.000.
Aun intentando que sea un operativo férreo, la seguridad presidencial volvió a mostrar falencias, tal como sucedió el día del atentado a Cristina Kirchner. Desde el ingreso a la Basílica, en la intersección de las calles 9 de Julio y Las Heras, fue muy sencillo ingresar hasta el interior de la misma y situarse a metros del Presidente y del resto de los funcionarios. Se esperaba que Fernández hablara al término de la misa, pero se fue por una puerta trasera del edificio, a diferencia del resto de los presentes, que salieron por un costado.
“Estamos en un tiempo extremadamente delicado. La paz social está frágil y amenazada. Y somos responsables de asegurarla y cuidarla”, dijo el arzobispo al comienzo de la misa, que incluyó un pedido por la protección de Cristina Kirchner y también una oración por la salud de Esteban Bullrich, ex senador del PRO, que combate desde hace dos años contra la ELA y se encuentra internado.
«Cuando el Intendente de Luján me invitó a presidir esta misa, y me compartió su deseo de hacer una convocatoria amplia, hacia todas las fuerzas políticas y sus representantes, a nuestras hermanas y hermanos de otras confesiones cristianas y religiosas, para reconocernos y encontrarnos en esta oración por la ansiada paz social y el diálogo entre líderes, sentí que era una muy buena iniciativa y le dije que sí”, sostuvo Scheinig.
Scheinig cerró su mensaje con un pedido de perdón y reconoció haber metido «la pata» al dar pie a un acto partidario en la Catedral religiosa. Juan Grabois, referente social muy cercano al Papa Francisco, relativizó las críticas de un sector de la Iglesia, ante la consulta periodistica.
«Yo no participé de la organización, pero fue una misa para agradecer de una persona que podría haber muerto y no murió, como Cristina, que tiene una responsabilidad política muy importante en la Argentina. Es algo que no se puede repetir, ni con ella, ni con Macri, ni con nadie», afirmó Grabois.
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