Opinión

AnálisisLa máscara de Fernando VII

Por Carlos Saravia Day

Fue parte política de las peripecias históricas de nuestros primeros gobiernos patrios y sirvió para ocultar el verdadero rostro de la revolución de mayo hasta el día de la independencia.

El desenmascaramiento de la falsa caratula real hacia visible el cambio del principio de legitimidad monárquica, por el principio de legitimidad republicana.

El agente de la historia en más sería la voluntad general y atrás quedaba el rostro del último borbón con labio belfo y nariz en trofeo. “Egipan asinino con alma de vulpeja”, lo que significa: asno con alma de comadreja como lo calificara un escritor español. Los borbones nada aprenden y nada olvidan coreaba el pueblo español, los caracterizaría siglos después Borges de incorregibles, es decir inprogresivos.

A la historia lineal progresiva hacia el infinito, propia del optimismo del siglo XIX, se opuso la historia que se explicaba por el eterno retorno, vista así por los griegos y que cobra actualidad sorprendente entre nosotros.

La máscara fue el artificio que cubría el rostro actoral en el teatro griego y recorría todos los géneros teatrales.

La máscara petrifica el rostro y lo hace inescrutable, aunque siempre esconde detrás suyo, sirve como al contrabando, la bandera neutral que cubre y protege el contrabando de la mercadería oculta.

El misterio que representa para los que la miran, también tienen su efecto sobre el que se oculta detrás de ella. Ellos temen lo que no conocen, el que la lleva teme su desenmascaramiento.

Antes que la historia fue la mitología vestíbulo de la aquella. Sin Homero no habría Heródoto.

El ejemplo más cabal de desenmascaramiento lo da Proteo el dios de las mil caras (más que caradura era un carablanda) que podía metamorfosearse en mil figuras. No dejándose asustar Menelao por las mil figuras mediante las cuales quería evadirse, lo sujeto firmemente hasta que volvió a ser Proteo.

Un gobierno proteico fecundo en ardides como Ulises se sigue metamorfoseando sin pensar que pronto llegará el momento definitivo cuando hable la voz de la urna que puede convertirse de urna electoral en urna cineraria.

Es cuando se corren los velos y se arranca la máscara. Una vez desenmascarado se vuelve inofensivo. El rostro es doble anverso y reverso de la misma falsa moneda.

El rostro femenino es el de una mujer y la caratula la de un expediente penal con sentencia.

“Res judicata pro veritate habetur”, en buen romance: la cosa juzgada se tiene por verdad.

El masculino el de Fernando VII.

A apelar se dijo.

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