Por Carlos Saravia Day
Hay épocas en que las generaciones sucesivas se diferencian poco entre sí; pero hay épocas como la actual, que esa continuidad se rompe. De pronto irrumpe una generación tan divergente con las anteriores que toda inteligencia entre ellas se hace imposible. Los viejos valores son negados y aún no han sido elaboradas nuevas ideas.
Son generaciones beligerantes en estado de entredicho, generaciones polémicas que no se sienten herederas y solo aceptan la herencia con beneficio de inventario. Es el caso nuestro. Esta vez, los jóvenes se han adelantado a sí mismos y viven de un peligroso crédito que a si mismo se han abierto.
Una política seria es la de abstenerse de toda negación que no sea al mismo tiempo la afirmación de otra cosa, y queda convertida en una negativa estéril.
La manía del anti y (manía quiere decir locura), muestra una vida mental averiada donde lo sustantivo es odiar o irritarse, contra quien sea y por el motivo que sea.
La nueva generación no quiere vivir bajo bandera descoloridas que anteriores generaciones les dejamos, pero la historia que es acumulativa la obliga a luchar desde su siglo, “Hombres en su siglo”, como titula Octavio Paz uno de sus ensayos, donde el ideal está presente y se haga una política de ideas y una política dominada por hombres y acontecimientos.
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