Apostaba a quedar bien parado para la etapa que se avecina a nivel nacional. Es la sexta provincia que pierde el PJ. El intríngulis Axel Kicillof.
Acostumbrados a las disputas de poder, en el peronismo se manejan con una máxima: el que mantiene su territorio queda bien parado. La sentencia cobra otra dimensión cuando se mira el nuevo mapa político que dejaron las elecciones de 2023, las derrotas encadenadas en seis provincias -perdió el control de Santa Cruz, Chubut, San Juan, San Luis, Santa Fe y ahora Chaco- y los escasos éxitos que el Partido Justicialista obtuvo hasta acá.
Pocos dirigentes del pejota quedaron en pie. Hasta este domingo, Jorge Capitanich tenía fuertes ilusiones de quedar primero en la elección del Chaco (en su entorno, incluso, se esperanzaban con ganar en primera vuelta). Pero perdió.
El chaqueño tenía la ambición -y no la ocultaba- de ser un jugador clave del kirchnerismo para la etapa política que se avecina. De retener Chaco, y en caso de que Sergio Massa y Agustín Rossi no llegasen a la Casa Rosada, entendía que sus chances se acrecentarían.
Tanto en Unión por la Patria como en Juntos por el Cambio hay dirigentes que hacen ensayos sobre qué les convendría más para sus propios proyectos políticos. Aunque eso implique resignar la presidencia.
De los pocos gobernadores que consiguieron preservar sus, provincias, solo dos tienen bastante influencia dentro del actual oficialismo nacional: Gildo Insfrán y Gerardo Zamora. El formoseño tiene 72 años, con lo que mal podría encabezar un proceso de renovación, de barajar y dar de nuevo.
El santiagueño tiene un problema de origen: no es peronista, es radical. “Ojo que estamos a tiempo de enseñarle la marcha peronista”, bromean en el kirchnerismo.
Entre los que ya ganaron este año se encuentran el pampeano Sergio Ziliotto, el riojano Ricardo Quintela y el tucumano Osvaldo Jaldo. Ninguno mueve aún el amperímetro en la interna nacional del peronismo. Se sabe, incluso, que a Jaldo siempre lo motorizó ser gobernador de Tucumán, el «rey de su comarca». Lo consiguió y con eso estaría satisfecho.
Hay otro tucumano que hasta ahora talla: el actual gobernador Juan Manzur. El mandatario fue el que organizó, hace 9 días, el relanzamiento de la campaña de Sergio Massa en Tucumán, donde se armó la postal de un peronismo unido detrás del ministro-candidato.
Manzur también tiene ambiciones. Se dice que tendría una media palabra de Massa para ser su jefe de Gabinete y que pidió que le reserven el Ministerio de Salud para un hombre propio, el senador Pablo Yedlin.
En caso de que UxP no ganase la presidencial, el gobernador -se le termina el mandato el 10 de diciembre- desembarcaría en la banca que actualmente ocupa Yedlin. Intentaría usar esa vidriera para posicionarse.
El caso de Axel Kicillof
Del lado de los gobernadores, el que aún queda con margen para emerger con alguna fuerza es Axel Kicillof, que buscará su reelección el próximo 22 de octubre y viene de imponerse en las primarias bonaerenses.
Algunos observan, sin embargo, que el bonaerense podría estar muy condicionado por una serie de factores. Uno central es Máximo Kirchner. El jefe de La Cámpora y presidente del PJ bonaerense le disputa al gobernador las cuotas de poder de manera continua.
Otro factor es que, pese a que sería el gobernador de la provincia más importante del país, “podría ser muy vulnerable al no contar con legisladores propios”, según interpretan cerca de un dirigente peronista con aspiraciones.
Y hay otro elemento: en caso de que la Casa Rosada esté ocupada por alguien de un color político diferente al suyo, Kicillof deberá concentrarse aún más en las dificultades diarias de la gestión.
“Toda victoria es santa”, señalaban antes de la elección en el esquema de Capitanich. Al ser consultado sobre si el gobernador buscaría posicionarse a nivel nacional, otra fuente agregó: “Pusiste el dedo en la llaga”. Esos planes deberán ahora ser reanalizados.
Muy identificado con Cristina Kirchner, “Coqui” Capitanich tiene un estilo de conducción muy cerrado, muy desconfiado, lo que le ha generado bajas sensibles dentro de su propio esquema y choques con legisladores que son terminales suyos.
Durante la gestión de CFK Capitanich no ocultaba sus ambiciones nacionales. Es más, saltó a la Jefatura de Gabinete con la esperanza de ser candidato presidencial en 2015. Pero debió replegarse ante el riesgo de quedarse sin nada: renunció sorpresivamente a su cargo, reasumió la gobernación y desde allí peleó la intendencia de Resistencia. Logró el objetivo y en 2019 fue electo otra vez gobernador.
Ahora intentaba volver a la liga grande, pero es difícil -al menos con el escrutinio aún caliente- imaginar cómo podría hacerlo tras la derrota de este domingo. El crimen de Cecilia Strzyzowski y la caída de su frente electoral en las PASO de junio frente a Juntos por el Cambio ya lo habían corrido del armado nacional de Unión por la Patria.
Su caída, y la de los otros cinco gobernadores que perdieron sus provincias este año -Alicia Kirchner, Sergio Uñac, Alberto Rodríguez Saá, Mariano Arcioni y Omar Perotti- profundiza aún más la crisis en la que se encuentra el peronismo.
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