Por Eduardo Van Der Kooy
La consolidación de Alternativa Federal no parece sencilla. La llave está en manos de Roberto Lavagna y Sergio Massa.
Cristina Fernández esperó más de 15 años para volver al PJ. En cambio, no aguardó ni 48 horas para salir al cruce y tratar de boicotear la holgada victoria de Juan Schiaretti en Córdoba.Una y otra cosa tendrían estrecha vinculación: Alternativa Federal, ese espacio enunciado para apartarse electoralmente de Mauricio Macri tanto como de Cristina, aspira a cobrar musculatura en base al aporte pejotista. No por casualidad los pasos del mandatario de Córdoba reelecto prevén dos escalas: primero una cumbre con sus pares del PJ; luego con aquellos que despuntan como presidenciables. Roberto Lavagna, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Pichetto.
La maniobra de la presencia de Cristina en la sede del PJ, junto a la conducción formal partidaria (José Luis Gioja-Daniel Scioli) a la que siempre se ocupó de ignorar, pareció llevar el registro en el orillo de su recuperado ingeniero político, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández. También, quizás, la sorprendente confesión de la ex presidenta: “Siempre fui peronista, orgullosamente”, afirmó antes de la postal con tono sepia que se tomó junto a los dirigentes que la acompañaron.
Fernández avanzó, incluso, bastante más que su jefa. Ella se puso “a disposición”, con humildad, para construir una coalición grande y “en el lugar que sea”. El ex jefe de Gabinete, que durante la presentación del libro “Sinceramente” había manifestado su deseo sobre otra postulación de Cristina, este martes anunció que “esta cada vez más cerca de serlo”. Prácticamente están agotados los misterios.
También existió de parte de Fernández una convocatoria explícita a Schiaretti y a Massa para que se sumen al frente electoral. No se trata de situaciones similares. El gobernador de Córdoba es ahora el peronista con mayor identidad y poder territorial. Obtuvo el domingo pasado apenas un par de puntos menos que el récord (55,8% de los votos) que continúa perteneciendo al fallecido radical Eduardo Angeloz. Se impuso en las seis principales ciudades de la provincia. Destronó al radicalismo de la intendencia de la capital.
Massa, en cambio, carece de banca y poder territorial. Se ganó el recelo de muchos gobernadores peronistas. Pero sigue cosechando un volumen de votos (base del 10%) muy valioso para una elección que está envuelta por la incertidumbre. Aquel número le permitiría a Cristina romper las fronteras del voto duro que le aporta el kirchnerismo.
Schiaretti representa otra gama de preocupaciones para Cristina y sus acólitos. Comanda un territorio donde en su larga década el kirchnerismo nunca logró penetrar. Tampoco cuando reinaba José Manuel de la Sota. Existe allí un experimento social difícil de ser exactamente descifrado. Por el grueso del electorado en Córdoba Macri doblegó a Scioli en el balotaje del 2015. Ese aporte también resultó importante en las legislativas del 2017. Schiaretti gobernó sin dificultades –está a la vista- en medio de esa dualidad.
El gobernador de Córdoba, por otra parte, tuvo definiciones la noche de la victoria que resultaría complicado emparentar con el ideario kirchnerista. Habló en primer instancia de terminar con la grieta, el juego que une a Macri con Cristina. Elogió el equilibrio fiscal que tanto despreciaron la ex presidenta y Axel Kicillof. Destacó que Córdoba siempre honró sus deudas y nunca apeló a un default. El ex ministro de Economía derramó esas mismas seguridades en sus viajes por el exterior. Pero el diputado Máximo Kirchner se encarga de echar sombras, una y otra vez.
Hubo algo que habría sonado como música incordiosa en los oídos de Cristina y de La Cámpora. Schiaretti sostuvo que “somos parte del peronismo federal, republicano y democrático. Estamos convencido que de no habrá república en la Argentina sin el peronismo. Y no habrá futuro para el peronismo si no es republicano”. Federalismo y república no formaron parte del manual de uso del kirchnerismo en sus época de poder. Nada haría suponer que la ex presidenta y su fuerza puedan abrazarse ahora a aquel ideario. Menos, cuando se escuchan voces, como las del intelectual Mempo Giardinelli, que promueve la abolición del Poder Judicial por un Servicio de Justicia a disposición del mandamás de turno. Le aguardaría una formidable tarea a Alberto Fernández, si pretende barrer semejante resaca.
Las palabras en el ejercicio de la política pierden cada vez más su valor. No es patrimonio de nuestro país, pero aquí sobreabunda. Bastaría con otear aquella foto de ayer en la sede del PJ para comprenderlo bien. Por esa razón el dilema con Schiaretti sería otro: tratar de impedirle o interrumpirle la consolidación de un espacio alternativo que se meta como cuña en la competencia entre Macri y Cristina. El kirchnerismo, gracias al decadente presente económico-social del Gobierno, estaría atesorando un sueño: que la hipotética unidad, a la cual convoca la ex presidenta, le permita triunfar en primera vuelta. Con los diez puntos de ventaja sobre el Presidente. Sin el peligro y la incertidumbre que encerraría para ella el balotaje.
La consolidación de Alternativa Federal tampoco aparece sencilla. Schiaretti aclaró ayer que podría ofrecerse como consejero antes que implacable constructor del espacio. El cronograma electoral resulta muy apretado. Pero la mayoría de los gobernadores tomaron sus precauciones. Durante el mes de junio, antes de la fecha estipulada (el 22) para la oficialización de las candidaturas, habrá diez elecciones. Nueve en provincias que administra el peronismo. La restante en Santa Fe, gobernada por el socialismo. Los mandatarios desean esa garantía antes de aportar en el comicio nacional. El gobernador de Córdoba tiene margen para trabajar con sus pares.
El mayor interrogante radica en saber cómo podrá potenciarse Alternativa Federal para meterse de verdad en la pelea. Dicha fortaleza todavía no se avizora en las encuestas. El intríngulis envuelve a Lavagna y a Massa. Un poco menos a Urtubey. Pichetto ya se ofreció como posible acompañante de una fórmula. Si entre el ex ministro de Economía y el líder del Frente Renovador no se halla algún punto de convergencia, el esfuerzo de este tiempo podría resultar finalmente en vano.
Lavagna pretende convertirse en candidato por consenso. Sin pasar por las internas. No es un mecanismo que agrade a Schiaretti ni a la liga de gobernadores. Menos aún a Massa. La posibilidad de destrabar la situación estaría en manos de los principales contendientes. Schiaretti descartó la hipótesis de abandonar su provincia con destino en la Casa Rosada. Opción uno: Lavagna podría aceptar las primarias bajo determinadas condiciones. Opción dos: Massa podría intentar resetear su futuro renunciando a la postulación. Trabajando en torno al armado de quien siempre exhibió como su numen económico. Un gesto de desprendimiento político inusual que, a lo mejor, recolocaría su carrera presidencial con mejores chances de las que muestra ahora.
¿Qué podrían ofrecerle en el kirchnerismo al jefe Renovador, desde donde lo llaman, con mejores condiciones? Allí no podrá competir por la candidatura a presidente que corresponderá a Cristina. ¿Tal vez la postulación por Buenos Aires? Sería renunciar a la meta que se trazó desde aquellas legislativas del 2013 en las que venció a la ex presidenta. El peronismo, más allá de las fragmentaciones, va tomando de nuevo hervor. El Gobierno no debiera estar distraído.
Fuente Clarín
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