El demócrata recibió la mayoría de los votos electorales de los estados y selló al fin su triunfo del 3 de noviembre, a pesar de la ofensiva judicial y las presiones de Donald Trump para impugnar el resultado de las urnas.
Habitualmente se trata de una formalidad a la que pocos prestan atención en los Estados Unidos, pero en la tumultuosa era del “trumpismo” cobró un gran valor simbólico y una enorme relevancia institucional: el Colegio Electoral votó este lunes oficialmente a Joe Biden como el futuro presidente del país. El demócrata recibió la mayoría de los votos electorales de los estados y selló al fin su triunfo del 3 de noviembre, a pesar de la ofensiva judicial y las presiones de Donald Trump para impugnar el resultado de las urnas.
Con una votación sin sorpresas en el Colegio Electoral, Biden lograba sobrepasar la mayoría de 270 de los 538 votos necesarios para ganar, una ceremonia en distintos estados que avaló formalmente la voluntad de los estadounidenses, luego de más de un mes de una guerra de juicios que lanzó el presidente para intentar revertir los comicios que denuncia como fraudulentos.
Biden celebró con un mensaje muy duro para Trump y toda su ofensiva para deslegitimar los comicios. “En Estados Unidos, los políticos no toman el poder, la gente se lo concede. La llama de la democracia fue encendida en esta nación hace mucho tiempo. Y sabemos que nada, ni siquiera una pandemia –o un abuso de poder– puede extinguir esa llama”.
“En esta batalla por el alma de Estados Unidos, la democracia triunfó. La gente votó. La fe en nuestras instituciones fue sostenida. La integridad de nuestras elecciones permanece intacta. Es tiempo de dar vuelta la página. De unirse, de sanar”, agregó.
La ofensiva judicial trumpista –que nunca presentó pruebas serias– fue denostada en los tribunales locales, estatales y federales, e incluso en la Corte Suprema, que el viernes rechazó tajantemente tratar una crucial demanda promovida por Texas y apoyada por más de 120 representantes republicanos.
La votación de este lunes terminó de sepultar las aspiraciones de Trump de impugnar a Biden como próximo presidente.
Cuando los estadounidenses sufragaron en noviembre, en realidad votaron por una lista de electores designados por los partidos políticos de su estado que se comprometen a apoyar al candidato de ese partido. Es decir que el resultado reconocido formalmente es el de los votos del Colegio Electoral, repartidos proporcionalmente por población entre los 50 estados del país más el Distrito de Columbia.
En las elecciones Biden ganó 306 delegados (por encima del mínimo de los 270 necesarios para llegar a la Casa Blanca), mientras que Trump obtuvo 232 del total de 538. El demócrata lo superó, además, por unos 7 millones de votos. Este resultado se ratificaba también en el Colegio Electoral.
Este lunes los electores de cada estado (por lo general figuras partidarias y funcionarios estatales) votaron tal como habían manifestado previamente que lo harían. Si bien la Constitución estadounidense contempla el caso de “votantes infieles” en algunos estados, y había fuertes presiones de Trump para que algunos electores de Biden cambiaran su voto hacia el presidente, nada de eso sucedió. La institucionalidad prevaleció, a pesar de que hubo advertencias de un “castigo severo” por parte del presidente a los electores, quienes también recibieron amenazas personales de simpatizantes trumpistas. En algunos lugares, como Michigan, los electores votaron encerrados con fuerzas de seguridad y con protestas afuera que denunciaban un “robo de votos”.
Dado el margen de ventaja del demócrata y los rechazos judiciales sobre el supuesto fraude, no hubo sorpresas que pudieran revertir el resultado. El fallo del viernes de la Corte contra Trump también redujo las expectativas de que grandes cantidades de electores se dieran vuelta a favor del republicano.
Por varias horas desfilaron en cada estado los electores que emitieron su voto en las legislaturas locales. Se vieron figuras conocidas como Bill y Hillary Clinton en New York y Stacey Abrams en Georgia.
Una vez terminado el conteo en cada estado se envía el resultado al presidente del Senado en Washington, cargo que ocupa el vicepresidente Mike Pence, para que confirme los votos el 6 de enero, una fecha que suena hoy muy lejana pero que sonaba coherente en los tiempos en los que se estableció, cuando los votos viajaban en carreta desde todo el país.
Número 46
Posteriormente, el 20 de enero se celebrará la ceremonia de investidura de Biden como presidente número 46 de Estados Unidos, junto a la vice Kamala Harris.
Algunos republicanos podrían intentar trabar el trámite en el Congreso, al menos para sentar su posición. Según The New York Times, al frente de esta maniobra está el congresista republicano Mo Books, de Alabama, quien planea discutir el resultado de Arizona, Pennsylvania, Nevada, Georgia y Wisconsin. Este domingo tuiteó: “El Congreso es el último árbitro sobre quién gana las elecciones presidenciales, no el Tribunal Supremo”. Pero sería solo una maniobra declarativa porque para que cualquier acción de este tipo prosperara debería contar con el aval de la mayoría de la cámara de Representantes, que está en manos de los demócratas.
En un caso inédito en la historia del país, Trump aún no ha reconocido la derrota y promete seguir peleando, aunque sus armas son cada vez más exiguas. “Estados Unidos corre el riesgo de tener un presidente ilegítimo. Pero la batalla aún no ha terminado”, aseguró. “Lo que le pasó a este país es como si fuéramos del tercer mundo”, afirmó en una entrevista con Fox e insistió en que hubo fraude. Al ser preguntado si asistiría a la toma de posesión de Biden como presidente dijo que no quería hablar de eso.
Con su estrategia de no reconocer su derrota, Trump busca no asumirse como un perdedor (algo que él detesta) y posicionarse para una posible candidatura presidencial en 2024. Mientras tanto, recauda cientos de millones de dólares para la batalla judicial o sus futuros planes.
Más allá de los rechazos judiciales, la idea de que hubo fraude ha prendido entre el 70% de sus simpatizantes que aún siguen enfervorizados y eso le conviene a Trump para mantener firme a sus bases.
A pesar de que Trump ha obtenido el apoyo de gran parte del partido en sus denuncias, dentro ya son varias las voces republicanas que recomiendan a Trump dar vuelta la página y reconocer su derrota. El senador por Tennessee, Lamar Alexander, consideró este fin de semana que el magnate no tenía derecho “a acudir a los tribunales con demandas engañosas y sin pruebas”. “El proceso electoral se acabará el lunes si los electores votan por Joe Biden, y espero que lo hagan”, dijo Alexander.
Muchos de los legisladores trumpistas decían que el triunfo de Biden había sido solamente declarado por los medios de comunicación (que reportaron los resultados oficiales) y por eso no lo reconocían. Si ya la ofensiva judicial se perdió y el Colegio Electoral eligió a Biden, ya no tendrán demasiados argumentos para no sentenciar el “game over”.
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