Por Carlos Saravia Day
NDE: El miércoles 9 de noviembre de 2022 la vocera presidencial Gabriela Cerruti avivó una fuerte polémica que dejó mal parado, una vez más, al gobierno de Alberto Fernández en particular, y al kirchnerismo en general, al sostener ante una funcionaria española que las piedras colocadas frente a la Casa Rosada en recuerdo de los muertos por el COVID habían sido puestas por la derecha. Además del dolor de los familiares de los fallecidos y de la indignación generalizada que desató semejante afirmación, se reabrió el viejo debate de izquierdas y derechas y su vigencia como tales. Esto nos llevó a rescatar del libro Notas Desparejas de Carlos Saravia Day del año 2009, la nota que lleva el mismo nombre de esta columna y que nos sumerge en esta vieja y ¿anacrónica? discusión política.
Izquierda derecha, arriba abajo; cuando el periodista deportivo especializado Osvaldo principi agrega “cabeza a cabeza y palo por palo”, como podrá advertir el lector avisado, se trata de la transmisión de una velada boxística.
Las cosas al estar colocadas con relación a las personas: cerca lejos, izquierda derecha, arriba abajo, se agrupan y pertenecen a este o a aquel lado, teniendo como referencia siempre a la persona, que se reserva el derecho de asignarle un lugar. Hay cosas que pertenecen del lado de mi mundo que llamo oriente, y otras en la región que llamo norte.
De tal modo que en esta adscripción a determinada región, hasta Díos está localizado y hay que avecindarlo en un lugar en el espacio; cuando rezamos el Padre Nuestro, lo localizamos en el cielo, en el lugar de las estrellas fijas, que esto significa firmamento. Y cuando rezamos el Credo, el Hijo se sienta a la diestra del Padre, para consuelo y regocijo de la derecha, incomprendida en este mundanal ruido, que encontrará compensación y goce eterno en el otro, que se verá aumentado, cuando encuentre al Hijo sentado a la derecha del Padre, y que la silla de la izquierda quede vacía sin ocupante alguno.
Contrapuestamente, el diablo, en el otro extremo, en el lugar más inferior, que esto significa infierno.
Saliendo de la literatura teológica, en economía ocurre otro tanto: hoy se habla del tercer y del primer mundo, sin recalar en el segundo y para referirse a él se lo hace de manera entre discreta y compasiva, llamando a esas naciones en “vía de desarrollo”, que son los que tratan de esquivar el hambre, encandiladas por los destellos de la opulencia de las naciones ricas.
También la distinción se hace entre norte y sur (paredón y después dice el tango); este criterio asocia a la prosperidad con el grado de latitud.
Por último, en política la distinción entre derecha e izquierda, que ha dominado la disputa de las ideas desde el 11 de septiembre de 1789 hasta la fecha, hoy ha perdido intensidad, al haberse advertido el cambio de perspectiva.
Ese día, ese año, en plena Revolución Francesa y en el seno de la Asamblea Constituyente, un grupo de diputados espontáneamente se ubicó a la izquierda del presidente; este grupo era republicano y antimonárquico. De ahí en más la accidental distinción sufrió las vicisitudes y paradojas de la historia.
La burguesía de Francia, que había ocupado la izquierda y se había encargado de poner en la derecha todo lo que no fuera su pensamiento, hacía 1848 con el Manifiesto Comunista, fue desplazada y el lugar lo ocupó el marxismo y por ser lugar apetecido, se hizo plaza fuerte de cualquier idea que niegue y reniegue de todo lo anterior.
Cuando cayó el Muro de Berlín, derrumbado como las Murallas de Jericó por las trompetas de la historia, todo se mezcló, y el hombre cuando al mirarse en el espejo fue grande su asombro óptico al verse trastornado en su ubicación.
Casi un macabro juego de un cuento borgiano. El estrabismo de la distinción había acarreado la máxima perturbación histórica.
La historia cuando bromea, bromea no en broma, sino en serio y al mezclar los naipes obliga a dar de nuevo.
El expresidente de la república Néstor Kirchner, en su constante sobreexposición y sin menguar para nada su afán polémico, asignó la izquierda a algún partido y también agrupó piqueteros afines.
Históricamente el argumento fue utilizado como un mecanismo descalificatorio por ausencia de argumentos, y empleado a diestra y siniestra, como quien chicotea el caballo a dos verijas.
El expresidente aludido había introducido una disputa en vías de extinción: pronto no habrá derecha ni izquierda. De hecho esa discusión ha desaparecido en Europa, y aquí quedan residuos de la ociosa discusión.
Los grandes temas, que probablemente apasionen a la gente en el Siglo XXI serán muy distintos a los que hoy ocupan a la izquierda y a la derecha, empezando por su propia nomenclatura.
Los puntos cardinales para explicar posiciones políticas termina siendo metáforas perturbadoras que nada dicen.
El intento por darle exactitud geográfica o geométrica al pensamiento político ha terminado por babelizar el pensamiento a través de la palabra. El diccionario político debe ser puesto en cuarentena, cuando mejor en lazareto. Nuevas palabras deben significar realidades diferentes.
Nada viviente manifiesta estas rigideces, que son propias de los esquemas que ven en el político al geómetra, y a la sociedad la imaginan como una cuadrícula.
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