El conjunto dirigido por Hernán Crespo le ganó 4 a 2 a Coquimbo Unido y jugará la final ante Lanús.
Quizás Hernán Crespo nunca se haya tomado un colectivo de la línea 148, esa que le dio los colores y el apodo al Halcón de Varela. Pero el DT es el encargado de llevar el volante rumbo a un sueño que también es colectivo: Defensa y Justicia jugará por primera vez en su historia una final para gritar campeón en el fútbol grande. Y será nada menos que en la Copa Sudamericana y en una inédita final argentina, el próximo sábado frente a Lanús.
Hay un barrio convulsionado al que poco le importó las restricciones por el coronavirus cuando se amontonó contra el micro del plantel que llegaba a la cancha. Es que lo que pasa por sus cuerpos no lo experimentaron nunca en los 85 años de vida que tiene el club. Si aquel ascenso a Primera hace menos de 7 años ya parecía el premio máximo.
Pero el Halcón siguió volando. Y sigue soñando.
Si alguien no sabe cuál es la idea de juego que tiene Crespo para sus equipos alcanza con repasar la primera media hora del partido. Allí está lo bueno y lo malo, la ambición ofensiva y las falencias defensivas, los errores infantiles que conspiran con las buenas combinaciones colectivas. Y así el partido se convierte en un escenario ideal para el espectador neutral. Esta vez, ante un rival fácil de tumbar, el combo terminó en una fiesta. Ante Lanús, la vara de exigencia será mucho más alta.
En el camino hasta este encuentro, Defensa había dado señales de ajuste en el fondo y terminó con el arco en cero en sus últimos dos choques coperos. Pero otra vez volvió al vértigo, al golpe por golpe, a esa sensación de sufrimiento innecesario. Porque Defensa es otro cuando se lanza en ataque. Porque cuando un volante de camiseta verde y amarilla corre hacia adelante con la pelota en los pies se le abre un abanico enorme de posibilidades.
Valentín Larralde maneja los hilos, Braian Romero está en estado de gracia, Walter Bou, que terminó lesionado y podría perderse la final, sale a jugar y flota casi como enganche. Todos se animan a tocar, a triangular, a buscar el pase profundo que rompa líneas.
El equipo argentino tuvo el gran mérito de reaccionar rápido. El gol de Rubén Farfán tras un blooper defensivo -Rafael Delgado cabeceó al aire y la pelota le quedó servida- tuvo una respuesta inmediata. No terminó de caer el Halcón que ya estaba tomando vuelo otra vez.
Desde el saque del medio, salió a empatarlo y lo logró con un desborde fantástico de Romero y la llegada a fondo de Pizzini para empujarla. A partir del 1-1, cada ataque local fue medio gol.
Con simpleza, porque se combinaban dos cuestiones: la debilidad del bloque defensivo visitante y la voracidad local para atacar con cinco, seis hombres en cada jugada.
En 24 minutos Romero se llevó la pelota y consolida como goleador de la Copa con 9 tantos. En sus tres gritos coronó jugadas de ataque fluidas, con desmarques, jugadores que salían de su zona inicial para dejar desairadas las marcas. El ideal de la teoría de Crespo llevado a la práctica.
Para el segundo tiempo Defensa intentó seguir manejando los hilos pero bajar el ritmo. Le costó, no supo, no está en su esencia. Despertó con el descuento del argentino Palacios. Y ahí volvió a lo que sabe: atacar. Ir a golpear aunque para eso deje la guardia baja. En definitiva, con ese estilo está a un partido de la gloria.
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