A Noga Weiss (18) la capturaron en el ataque terrorista del 7 de octubre. En Gaza, su secuestrador le advirtió que no la dejaría ir y que quería casarse con ella. Un encuentro inesperado y el pedido de mano que le devolvió la esperanza.
Cuando el 7 de octubre de 2023 miles de terroristas de Hamas invadieron Israel, Ilan Weiss (65) dejó su casa para incorporarse al equipo de emergencias en el Kibutz Be’eri. Él intentó protegerlas, pero de allí se llevaron también a su esposa Shiri, de 53 años y su hija Noga, de 18. Los tres comenzaron entonces a transitar calvarios paralelos, a ciegas, sin saber cada uno qué había sucedido con los otros.
A Ilan no volvieron a verlo nunca más: fue asesinado por los terroristas, que aún tienen como rehén su cuerpo. Shiri y Noga sí se reencontraron, en las circunstancias más inesperadas, con una propuesta de casamiento, un anillo y una advertencia: «A ellos los vamos a liberar, pero vos te vas a quedar conmigo y serás la madre de mis hijos».
Así lo recordó la propia joven de la familia en las últimas horas, cinco meses después de que fuera puesta en libertad como parte de un acuerdo de paz entre Israel y Hamas, negociado por Qatar y Estados Unidos. En Gaza pasó por varias casas, compartía habitación con otra rehén. A fin de no despertar sospechas, siempre salían de noche y la obligaban a usar hiyab y viajar de la mano de su captor, para que creyesen que era su esposa.
De pronto, comenzó a recibir cartas. Seguía asustada, pero encontró la calma suficiente para aceptar el desafío. «Bien, voy a jugar con ellos, voy a hacer lo que digan mientras no me disparen», fue su pensamiento cuando los captores trataban de ganarse su confianza.
«En un momento jugaban con nosotras y reían, un segundo después venían con un arma. Siempre tenías que complacerlos», recordó ahora sobre los cambios de humor de los terroristas. El riesgo de muerte era inminente. Y ella descontaba que ese había sido el final de su padre y su madre, a los que había visto por última vez aquel 7 de octubre.
Hasta que la confianza dejó paso a una inesperada maniobra de un captor: el hombre se acercó con un anillo y le propuso matrimonio a Noga.
«Me dio el anillo el día 14 y estuve con él hasta el día 50», contó la joven durante una entrevista con el canal 12 de Israel. El secuestrador le dijo que estaba enamorado y que quería casarse con ella. Le dejó también una advertencia feroz: «Todos serán liberados, pero vos te vas a quedar. Te vas a quedar conmigo y vas a tener a mis hijos». Su propuesta tomó por sorpresa a la joven rehén. Pero más sorpresivo fue lo que pasó más tarde.
El secuestrador que decía estar enamorado era un hombre apegado a las tradiciones. Un día, Noga lo vio entrar junto a una mujer a la casa en la que estaba retenida. Estaba vestida con ropa árabe, de pies a cabeza. Se acercó. Su presencia cruzó como rayo a la chica de 18 años.
«Me di cuenta de que era mi madre. Pensé que la habían matado. Pensé que yo había quedado sola. De repente, ella estaba viva y yo ya no estaba sola», reflexionó en la entrevista que brindó a la TV de Israel. A Shiri la habían acercado a su hija para que aprobara el matrimonio.
Unas cinco semanas después, el 25 de noviembre, Weiss y su madre fueron liberadas junto a otros 11 rehenes. Pasaron cinco meses de aquella puesta en libertad. Noga, sin embargo, no puede olvidar el terror.
«La gente no entiende el sentimiento de miedo. Estuve 50 días con el pensamiento de que se cansarían y me dispararían, o que ya no me necesitarían. Que a la noche nos encerrarían en el cuarto, abrirían de pronto la habitación en medio de la noche y nos dispararían sin que nos enteráramos», expresó en su reciente testimonio.
El recuerdo del secuestro: el pedido de su padre, el refugio debajo de la cama y el terror por Whatsapp
Ilan, el padre, fue el primero en dejar la vivienda en el kibbutz. A las 7.15, cruzó la puerta para sumarse al equipo de emergencia israelí ante el ataque de Hamas. Las mujeres no sabían que nunca más volverían a verlo: tras semanas desaparecido, el 1 de enero fue declarado muerto por las autoridades. Él, sin embargo, intentó hasta el último momento protegerlas: les ordenó que se refugiaran en el búnker de la casa.
Hacia allí fueron ellas, con el celular como único vínculo con el exterior. En decenas de casas pasaba lo mismo: la pantalla del aparato mostraba los mensajes de familiares y vecinos, los relatos de llamas y las preguntas que repentinamente quedaban sin respuesta.
Pese a las precauciones y al silencio para eludir a los invasores, los terroristas alcanzaron la casa de la familia Weiss. «Comenzaron a disparar a la puerta, como 40 tiros hasta que lograron entrar», rememoró Noga.
Shiri le encomendó a su hija que se escondiera debajo de la cama. La joven se acurrucó en ese lugar, con el teléfono en sus manos. Shiri quería ser el señuelo que distrajera a los atacantes de Hamas.
«Entraron y se llevaron a mi mamá. Después de que la sacaron afuera, escuché disparos. Pensé que la habían asesinado, no que la secuestraron», dijo la joven. La mujer, en cambio, seguía con vida y la sacaban de Be’eri. En medio del paseo por el horror de las casas incendiadas y los cuerpos esparcidos, la mujer creía que la que había muerto era su hija.
Noga, oculta, se comunicaba mientras tanto con sus hermanas vía Whatsapp. Ellas vivían en departamentos de estudiantes, en otras partes de Be’eri. Durante 12 horas las hermanas de Noga conversaron con ella, hasta que fueron rescatadas. Ese fue el puntapié para que intentasen convencer a la joven de escapar.
Persuadida por sus hermanas y asustada por el humo que ya estaba entrando a la casa, Noga salió de su refugio, se puso de pie y trató de escapar. Pero fue descubierta por un grupo de terroristas que seguían en la zona.
«Me rodearon unos 40 terroristas con Kalashnikov. Me ataron las manos a la espalda. Mientras me llevaban, vi los cadáveres de personas que conocía del kibutz. A los minutos me subieron a un auto y comenzaron a manejar», contó Noga.
La llevaron al otro lado, a Gaza. Comenzó entonces esa vida al borde del abismo, a ciegas, en la que ella trataba de engañar a lo que consideraba un destino fatal. La propuesta inesperada y el pedido de mano le acercaron a su madre y le devolvieron luz. El día 50 recobró la libertad. Cinco meses después, aún no pudo sacudirse el terror del cuerpo.
Agregue un Comentario