Claramente la aplicación de la llamada nueva normalidad en las salas de teatro no es un camino fácil más allá de protocolos y las buenas intenciones en este complejo tiempo de pandemia. Como un claro signo de época estos territorios en conflicto estallaron anoche en medio de una función de ópera en el Teatro Real de Madrid, que nunca pudo comenzar.
Hace menos de dos viernes la emblemática sala realizó el primer estreno de su temporada en la era pandémica. Estuvieron los reyes de España, el ministro de Cultura y políticos varios en medio de un estricto protocolo sanitario. En escena se presentó Un ballo in maschera, de Verdi, en una producción de La Fenice de Venecia.
Ese mismo día la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, había anunciado duras restricciones de movilidad y aforo en la región ante el rebrote del coronavirus. Ni ella ni el alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida, asistieron a la función. Con el maestro Nicola Luisotti a la batuta y un trío de primeras voces integrado por Michael Fabiano, Anna Pirozzi y Artur Rucinski en los papeles principales, la crónica periodística señala que esa noche hubo aplausos. Otra pieza de Verdi, La traviata, había sido la elegida para reabrir las puertas del Real en julio, tras seis meses cerrado por el coronavirus.
Pero en la función del domingo, mientras en Madrid se vivía un clima de protestas por las nuevas restricciones en ciertas zonas de la ciudad, el clima de descontento adentro de la histórica sala que es una de las principales instituciones culturales españolas fue en aumento a medida que se acercaba el horario del inicio. La falta de distanciamiento social señalada por varios espectadores en una de las últimas plantas de la sala generó una gran protesta que obligó a las autoridades de la sala a suspender la función.
Según relatos que se multiplicaron en las redes sociales, en la zona en donde están las butacas más económicas había hasta 15 sillas seguidas todas ocupadas aunque, según el protocolo, la institución había asegurado que había un aforo del 51,5 por ciento (905 localidades ocupadas).
Entre los presentes estaba la escritora Rosa Montero quien, en su cuenta de Twitter, escribió: «Se suspende la ópera del Real por las protestas originadas por el hacinamiento de la gente. Yo estaba y ha sido de pena. Falta total de distancia. ¡Y en estos momentos, con 37 zonas restringidas! Amamos la ópera pero así no».
A las 20 debería haberse levantado el telón pero, según relatos de espectadores, lo que se escuchaba adentro de la sala eran gritos y aplausos de descontento. Ante esta situación las autoridades anunciaron que «los que no quisieran quedarse o no estuvieran de acuerdo con la recolocación podían acudir a las taquillas para la devolución del importe de las entradas». La orquesta tocó la obertura, pero la protesta continuó. El maestro Nicola Luissoti detuvo la representación, a los 50 minutos se intentó nuevamente retomar la función, pero no fue posible. La Policía Municipal de Madrid, según un cable de EFE, acudió a la sala en donde comprobó que el aforo era el adecuado. Para ese entonces la función ya había sido cancelada.
Ayer, las autoridades del Teatro Real dieron a conocer un comunicado en el cual lamentan la situación y expresan su comprensión con todos aquellos que no se han sentido seguros en sus butacas, «aunque se cumpliera escrupulosamente con la normativa sanitaria vigente en la actualidad, comprobada por la Policía que se ha desplazado anoche al Teatro». Entienden que la disconformidad de una parte del público con la distribución de sus localidades en la sala se debió a los cambios en el protocolo de seguridad sanitaria adoptado para las funciones de Un ballo in maschera, que no fueron los mismos que se aplicaron para La traviata. «Se ha eliminado el precintado de las sillas y la obligatoriedad de dejar dos butacas vacías al lado de otras dos ocupadas, ya que ha variado también la normativa sanitaria de la Comunidad de Madrid», expresa el texto oficial en la que pide al público confianza, comprensión y generosidad «para afrontar juntos estos días difíciles, en los que el arte y la música son más necesarios que nunca».
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