El conjunto dirigido por Martín Demichelis ganaba 2 a 0 tras un primer tiempo perfecto, pero en el segundo jugó muy mal y dejó crecer al Bolso, empujado por su gente.
River sigue líder del grupo H y está virtualmente clasificado a octavos y el Mundial de Clubes 2025.
El Millonario quedó a un paso de la clasificación a octavos de final del certamen sudamericano. Miguel Borja y Facundo Colidio lo habían puesto en ventaja en Uruguay, pero Gonzalo Carneiro por duplicado empató para el Bolso.
Se lo terminó llevando por delante Nacional a River, que cuando no impone su fútbol padece por las concesiones defensivas. No le alcanzó ni estar en ventaja por 2-0. Quedó a mitad de camino, otra vez con una imagen ambigua, poco convincente. Cuando el partido se terminó de incendiar en el segundo tiempo por una serie de excesos y brusquedades increíblemente toleradas por el árbitro Anderson Daronco, Nacional ardió hasta llegar al empate en un par de minutos.
“Nos metieron en un arco. Hay que achicar el margen de error y estar más concentrados porque en la Copa Libertadores se pagan las desconcentraciones”, fue la reflexión de Franco Armani, apenas terminado el empate 2-2. Las palabras de Leandro González Pirez fueron en la misma dirección: “El sabor es amargo. Nos complicaron con pelotazos en un partido sucio. Fue un arbitraje localista, influyó para que Nacional crezca y nos empuje”.
Fue un empate que River lamenta porque dilapidó una diferencia de dos goles y postergó la clasificación a los octavos de final para los dos partidos que le restan de local. Nacional pudo quedarse con dos jugadores menos si Daronco no hubiera sido permisivo con un alevoso planchazo de Lozano sobre Aliendro y un golpe de puño de Romero en el rostro de Paulo Díaz. Fueron dos secuencias seguidas, en medio de un tumulto y una gresca general. Increíblemente, el juez zanjó todo con dos tarjetas amarillas.
Nacional se envalentonó más ante un rival que se defendía cerca de su área, con muchos apuros. A puro empuje alcanzó el empate con dos goles en menos de dos minutos. Descontó de penal Carneiro, tras una mano de Enzo Díaz. Y en la acción siguiente el centrodelantero igualó de cabeza, cuando River ya era un desconcierto.
A diferencia de la Copa Libertadores del año pasado, cuando cada partido de visitante fue un padecimiento y una amargura para River, ahora estaba transformando cada excursión fuera del Monumental en una pista de despegue hacia los octavos de final. Tras los triunfos en Venezuela y Paraguay, en Montevideo lo volvieron a asaltar las dudas y la inestabilidad. Le quedarán dos encuentros en el Monumental para conseguir la clasificación y reforzar un liderazgo que le asegure disputar de local las revanchas en las instancias decisivas.
No necesitó dominar ni tener mucho la pelota River para ponerse en ventaja. Encontró antes la efectividad que el circuito de juego. A casi dos semanas de su último partido -victoria ante Libertad, en Asunción-, arrancó en baja intensidad, con cierta pereza. El comienzo de Nacional era más activo y dinámico. Pero River se enchufó para recuperar la memoria ofensiva. Se puso 1-0 con el primer remate al arco. Contundencia y oportunismo para cargarse de confianza y hacer dudar a Nacional.
El pelotazo largo de Paulo Díaz fue controlado por Colidio, asistente de Borja, que sacó un latigazo de pique al piso desde fuera del área. El colombiano, goleador del año de River con 15 en 19 encuentros, marcó por primera vez en la Copa Libertadores, llenaba otro casillero en esta actualidad que lo tiene afianzado, dueño del puesto.
Demichelis se inclinó por la formación que últimamente más lo satisfizo, con Echeverri de enganche, Villagra en el eje, y Aliendro y Nacho Fernández de interiores con perfil invertido. Adelante, Colidio en la función que más rinde, como segunda punta, cerca de Borja, para armar una sociedad que desnivela por calidad individual y entendimiento. Barco volvió a estar en el banco.
Nacional fue impetuoso, pero poco inteligente. Atacó de manera tumultuosa, se expuso a recibir contraataques con los que River se relamió. Echeverri encontraba espacios para su gambeta, y Colidio y Borja eran poco menos que indetectables para los zagueros.
River no suele dar muchas garantías cuando pasa a defenderse cerca de su área, pero la confusión de Nacional, más algunas acertadas intervenciones de Armani, le simplificaban la tarea. Con el equipo uruguayo ciego en ataque, el de Demichelis abrió bien los ojos para clavarle el puñal en una réplica de cuatro contra dos, tras el lanzamiento en largo que hizo en largo Nacho Fernández. La pareja ofensiva volvió a ensamblarse, esta vez con asistencia de Borja a Colidio para el 2-0.
Sin tener más posesión ni acumular mayor cantidad de pases, River era resolutivo. Un pragmatismo revestido por las destrezas técnicas de algunas de sus individualidades.
En el segundo tiempo se vio lo peor de River. Se dejó estar, demasiado contemplativo, en paulatino retroceso y sin poder armar el contraataque. Demichelis no mejoró el panorama con los cambios, al intentar armar una línea de cinco con el ingreso de Boselli por Nacho Fernández. No se entendió la salida de Colidio, el mejor en el ataque. Progresivamente, River se vio en medio de una hoguera, en la que se le consumieron dos puntos y chamuscó la imagen.
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