El Sibarita

Un “lifting” para la bebida nacionalEl vino se reinventa con la venta “tirada”, nuevos envases y zonas impensadas de producción

Las bodegas buscan crear nuevas formas de consumo para competir con la cerveza. Dicen que hoy se toman menos litros, pero de más calidad.

Ir a un «wine bar» y pedir copas de distintos vinos que se sirven «tirados», listos para degustar, desde canillas conectadas a un gran barril. Entrar a un kiosco a comprar vino en latas de aluminio o en botellas sin corcho. Tomar un tinto de «tetra», pero con tapa a rosca. O servirse de una botella de vino producido no en Mendoza, sino en Mar del Plata o en Entre Ríos.

Son sólo algunas de las nuevas posibilidades que empieza a ofrecer la industria vitivinícola en el país para renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, dándole pelea a su principal competidora, la cerveza, que en los últimos años consiguió «robarle» parte de sus consumidores.

Joaquín Hidalgo, enólogo y periodista especializado en vinos, explica que hoy lo que más está impulsando el surgimiento de nuevos formatos es la caída del consumo, que llegó en 2018 a un nuevo mínimo histórico. Opina que la falta de propuestas innovadoras -que sí se vieron en otras bebidas- tuvo bastante que ver con esa caída de la demanda. Y asegura que por eso ahora, finalmente, está llegando la reacción de las bodegas.

“En la década de 1990 se sancionó una ley que estableció que el vino debe salir embotellado de la bodega. Eso garantizó la calidad de origen, pero al mismo tiempo resultó ser un ‘cepo’ que impidió hacer competitiva la bebida” frente a alternativas como la cerveza, considera el experto.

“Como contrapartida -continúa- el vino empezó a tener problemas de competitividad asociados al costo alto del envase. Había que poder trasladarlo de otro modo para abaratarlo. Entonces, el año pasado se aprobaron formatos nuevos de venta: el vino en envases de aluminio o de acero inoxidable. Quedó habilitada la lata como envase y el vino servido en canilla directo desde el barril.»

Vino «tirado» y para llevar

El visto bueno para esta apertura fue dado, en octubre, por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). Se previó que el vino ahora pueda venderse en recipientes metálicos de hasta 50 litrospara ser ofrecido «tirado», como se hace con la cerveza. 

El organismo oficial, en ese momento, explicó que la idea de esto era facilitar que el vino se expenda más en restaurantes, «wine bars» y bares comunes con la modalidad por copa, e incluso que el consumidor pueda ir con envases propios a llevarse vino, como ocurre con los growlers en las cervecerías artesanales.

Las bodegas apuestan a que el consumo resurja a través de nuevas propuestas, como el vino "tirado" por copa. (Foto: Lucía Merle)

Las bodegas apuestan a que el consumo resurja a través de nuevas propuestas, como el vino «tirado» por copa. (Foto: Lucía Merle)

«Un sistema de canillas permite comprar un barril de 50 litros de vino y ponerlo en el restaurante. Se vende el 100% del volumen y es sin dudas más barato que vender vino por copa desde botellas», explica Hidalgo, autor del blog Vinómanos. Y cuenta que “en Mendoza la modalidad está creciendo bastante”.

Pero también en la Ciudad de Buenos Aires han florecido recientemente las propuestas gastronómicas centradas en el vino, y en la posibilidad de tomarlo por copa. Uno de ellos, Vico Wine Bar, en pleno Palermo Hollywood, llamó la atención al comenzar a ofrecer, a fines de 2017, vinos por copa a elegir entre más de 140 variedades, desde los tradicionales y económicos hasta los más caros y exóticos.

En Palermo, un "wine bar" ofrece comprar vinos por copa, a elegir entre más de 140 etiquetas. (Foto: Silvana Boemo)

En Palermo, un «wine bar» ofrece comprar vinos por copa, a elegir entre más de 140 etiquetas. (Foto: Silvana Boemo)

«El formato ‘tirado’ le permite al consumidor degustar más de un vino en la misma noche, y ayudará a promover el consumo de vinos en restaurantes y bares, pero también en ferias, hoteles, discotecasy otros ámbitos en los que no solía tener lugar. Este verano, por ejemplo, empezó a venderse vino ‘tirado’ desde camiones en Mar del Plata, una suerte de wine trucks«, aporta Francisco Do Pico, director de Relaciones Institucionales de Grupo Peñaflor, la firma detrás de marcas como Trapiche, Santa Ana, Suter y El Esteco. 

Raros envases nuevos

En cuanto a envases, un vector de innovación pasa por las latas de aluminio para consumo inmediato. Se las usa para vinos económicos y para los refinados.

El grupo Cepas, a fines del año pasado, lanzó en el país una propuesta de vino con soda en latas de 473 cc, bajo la marca «Rojo» y con el eslogan «tomátelo con soda». Poco antes, tres mendocinos habían lanzado un vino tinto con soda en botellas de plástico de un litro y medio: lo hicieron bajo la marca «Sodeado» y lo presentaron como «un cachetazo a la formalidad” de la bebida.

Vino con soda en botella de plástico, un intento por "descontracturar" y abaratar el consumo de vino.

Vino con soda en botella de plástico, un intento por «descontracturar» y abaratar el consumo de vino.

También apuntando a una mayor practicidad, la marca de vinos de mesa Termidor lanzó en septiembre los primeros envases Tetra Brik con tapa a rosca para la categoría. Según cuentan sus fabricantes, buscaron que ahora resulte «más fácil guardarlo y rellenarlo con soda o gaseosas».

Del lado de los vinos más refinados, Santa Julia es otra de las bodegas que está experimentando con las latas, aunque por ahora para exportación. Ya envía a Estados Unidos tres marcas de vino en latas de 375 ml. 

Su Brand Ambassador, Nancy Johnson, explica a Clarín: “No son vinos de guarda, sino de consumo inmediato. Vinos blancos, rosados y tintos jóvenes, que se pueden beber fríos. La lata es un envase alternativo muy apto, que no altera para nada las condiciones organolépticas del producto”.

El vino envasado en latas de aluminio que producen bajo la marca Santa Julia. Por ahora, es sólo de exportación.

El vino envasado en latas de aluminio que producen bajo la marca Santa Julia. Por ahora, es sólo de exportación.

“No pensamos a corto plazo desembarcar con latas en el mercado local, pero creemos que de a poco se irán creando las condiciones para hacerlo. Es un camino a desarrollar. Y el consumidor se verá tentado a probar cosas nuevas y abandonar la solemnidad”, agrega.

¿Qué más hay de nuevo? «Se están ofreciendo más botellas de vidrio chicas, de 330 ml y con tapa a rosca, que facilitan la apertura al no requerir tener un sacacorchos», ejemplifica Do Pico.

Un envase novedoso que se intenta promover en el país desde hace cuatro años es el «bag in box»: una bolsa de 3 o 5 litros de vino envasado al vacío que viene dentro de una caja con un dispenser. Pero con esa apuesta a las bodegas no les fue del todo bien: en 2018, sólo el 0,1% del vino se vendió así en el país. Las Perdices, Chakana y Santa Elena son tres marcas que lo venden de esa manera.

Sin fronteras para la producción

En paralelo, nuevas zonas de elaboración de vinos sumaron opciones antes impensadas. Y es que ahora ya no todo viene de Mendoza y San Juan, ni de provincias con tradición productiva como Salta, Catamarca, La Rioja y Río Negro.

«En los últimos años, se empezó a desarrollar la vitivinicultura, con productos de alta calidad, también en La Pampa, Entre Ríos, Chubut, Córdoba, Tucumán, Jujuy y la Provincia de Buenos Aires», detalla Do Pico. En territorio bonaerense, por ejemplo, ahora existen emprendimientos en Junín, Sierra de la Ventana, Balcarce e incluso cerca de Mar del Plata.

Una degustación de los primeros vinos del país con "influencia oceánica".

Una degustación de los primeros vinos del país con «influencia oceánica».

En el caso de los viñedos de Chapadmalal, allí se cosechan los únicos vinos de influencia oceánica del país. Se hacen a sólo 6 kilómetros del mar, en la bodega experimental Trapiche Costa & Pampa. Su enólogo, Ezequiel Ortegó, le cuenta a Clarín que el proyecto nació en 2009 con el objeto de ampliar la frontera vitivinícola argentina.

«Son vinos más frescos porque tienen una elevada acidez natural, y menor graduación alcohólica por las particularidades del clima», afirma. Las principales uvas son allí sauvignon blanc, chardonnay, pinot noir, albariño, riesling y gewürztraminer, y los vinos tienen valuaciones de entre 90 y 93 puntos.

Chapadmalal, en la Costa bonaerense, es un nuevo lugar para la producción de vinos.

Chapadmalal, en la Costa bonaerense, es un nuevo lugar para la producción de vinos.

Menos cantidad, más calidad

La innovación es la reacción obligada de una industria preocupada por una caída en la demanda que se fue agudizando. Según datos del INV, el consumo de vino por habitante, que venía de caer un 9,2% en 2016 y un 6,2% en 2017, sumó el año pasado otro rojo del 7,3% en la Argentina Cada argentino tomó 18,8 litros el año pasado, el promedio más bajo de la historia.

Pero ese declive, en realidad, lleva medio siglo de avance. Hace cinco años, aún se bebían 25,5 litros de vino por habitante en la Argentina. Hace una década, en 2008, habían sido 27,8 litros, y en 1998 unos 38,8 litros. Mientras que en 1970 -el año del récord histórico-, se había llegado a 91,8 litros por persona, siempre según el INV.

Así, hoy se toma la mitad del vino que hace 20 años. Y sólo queda 1 de cada 5 copas que se servían medio siglo atrás, entre los ’60 y los ’70, en esa época que la industria recuerda como «dorada», donde la damajuana era el envase predominante y el vino -con soda- era infaltable en los almuerzos familiares. Hoy, en cambio, sólo el 4% del vino se vende en damajuana y lo que prima es la botella.

Medidas en litros, las compras de vino fueron el año pasado un 6,3% menores que en 2017, según el informe del INV. Pero la caída afectó llamativamente a las opciones de menor precio. En los genéricos (-7,2%) fue mayor que en los varietales (-1,7), y en damajuanas (-10,6%) y cartones (-7%) fue mayor que en embotellados (-4,9%). 

La disminución en las compras de vino afectó a todas las variedades y formatos, pero se sintió más en los de menor precio. Los varietales de gama media y alta resistieron más.

La disminución en las compras de vino afectó a todas las variedades y formatos, pero se sintió más en los de menor precio. Los varietales de gama media y alta resistieron más.

«La tendencia general es a que año a año se consuman menos litros, pero de mejor calidad. La mayor reducción se nota en los vinos de gama baja. En los de gama media o alta el consumo se sostiene más, impulsado por las vinotecas y otras propuestas que han surgido. El crecimiento de ese segmento ha evitado que la caída general fuera mayor, y es una de las apuestas a futuro», explica a Clarín Walter Bressia, el presidente de Bodegas de Argentina, la cámara que nuclea a las empresas que elaboran el 70% del vino consumido en el país.

Un empujón desde los precios

En 2016 y 2017, dos muy malas cosechas de uva habían generado aumentos en los precios del vino que ayudaron a que su consumo se resienta. Pero el año pasado eso quedó atrás y los valores tendieron a volverse más accesibles. Esto podría contribuir, a partir de ahora, a los intentos de recuperación. 

Según el Índice de Precios de la Ciudad de Buenos Aires de enero, los vinos aumentaron un 19,7% en promedio en los últimos 12 meses, frente a una inflación general del 48,6% y frente a subas dos veces mayores para la cerveza (63,5%) y el resto de las bebidas alcohólicas (57,1%). En los últimos 24 meses, los vinos aumentaron un 49,2% y la cerveza un 104,8%.

Aun así, el consumo de vino el año pasado no logró repuntar. Según los bodegueros, fue en parte por la crisis económica. Pero también por efecto del mismo cambio de hábitos de largo plazo que ha favorecido a las otras bebidas en los últimos años.

La cerveza, el principal competidor

«En los ’60 y los ’70 -recuerda Bressia- el vino que se consumía era, en promedio, de mucho menor calidad. Era de consumo diario, casi todo en damajuana. Se tomaba mucho en las casas para el almuerzo, porque había más tiempo para una sobremesa o para la siesta. También era un clásico en los asados de las obras, en una época en la que hubo un boom de la construcción, sobre todo en Buenos Aires.»

«Todo eso se ha perdido mucho porque hoy las pausas para almorzar son más breves, hay más gente haciendo dieta y también creció la competencia con otras bebidas, como la cerveza, que hoy está viviendo un momento de auge como el que tuvo el vino», contrasta el bodeguero.

Según datos de la consultora Kantar Worldpanel, que mide sólo el consumo hogareño de ambas bebidas, si en 2015 aún eran más los hogares compradores de vinos (70% del total) que de cervezas (66%), desde 2016 esa relación se invirtió y el año pasado los hogares donde se adquirieron cervezas (68,4%) fueron más que los tomadores de vino (65,7%). 

«Ambas son compradas 22 veces al año (cada 17 días en promedio), pero las cervezas tienen el promedio de compra por acto más alto: 3 litros, frente a 2 litros de los vinos», detallan a Clarín. 

En los ’70, recuerda Bressia, «en el país no se tomaban ni dos litros anuales de cerveza por habitante, pero desde entonces fue creciendo, muy favorecida por la masificación de envases que resultan más fáciles de vender y de consumir, como la lata». 

En los últimos 12 meses, en la Ciudad, los precios del vino subieron casi un 20%, frente a una inflación general del 48,6%. Pese a eso, el consumo se derrumbó.

En los últimos 12 meses, en la Ciudad, los precios del vino subieron casi un 20%, frente a una inflación general del 48,6%. Pese a eso, el consumo se derrumbó.

Alejandro Berlingeri, director ejecutivo de Cerveceros Argentinos, la cámara que nuclea a las principales firmas del sector, asegura que en los últimos tres años -mientras el vino caía en el país- el consumo de cerveza «se mantuvo estable».

«Los consumidores se volcaron en los últimos años hacia cervezas más sofisticados, marcando un gran crecimiento en el segmento premium, que ya representa más del 20% del volumen. Por otra parte, nuevos envases y presentaciones, como latas y calibres más pequeños de consumo individual, dieron respuesta a nuevas y distintas ocasiones de consumo», dice Berlingeri.

El directivo precisa que actualmente cada argentino toma unos 45 litros anuales de cerveza -frente a menos de 19 de la «bebida nacional»-​ y considera que ese número «aún resulta bajo en comparación con los 60 litros de otros países de la región, lo que demuestra que la categoría aún tiene mucho por crecer en el país».

¿Pero qué pasará cuando latas de cerveza y de vino, y las opciones «tiradas» de ambas opciones empiecen a competir de igual a igual? ¿Quién ganará este nuevo superclásico? De un lado y del otro, las empresas hacen sus propuestas. El éxito o el fracaso de todas ellas, como siempre, lo determinarán día a día los consumidores.

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