«Es muy triste que con un Papa argentino y cuando en el gobierno hay un partido cuyos fundadores y presidentes han sido contra el aborto, hayan aprobado una ley anticonstitucional, antihumana y anticristiana, dejándose colonizar ideológicamente por el pensamiento dominante».
El arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, «canciller» de la Pontifica Academia de Ciencias y de Ciencias Sociales del Vaticano, reaccionó hoy con estas palabras ante el resultado de la votación con la que el Senado aprobó en forma definitiva la interrupción legal del embarazo.
En diálogo telefónico con LA NACION, Sánchez Sorondo, que no quiso hacer ulteriores comentarios, aludió con su frase al peronismo y a los expresidentes Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner y no ocultó su decepción. En el mismo marco, en vísperas de la votación, desde su cuenta de Twitter el arzobispo había hecho un llamamiento a los senadores argentinos: «Senadores de Argentina, el 29 les pido que sigan el ejemplo de un gran presidente nuestro: ‘no dejen sus convicciones profundas en las escalinatas del senado’ – sepan defender la vida como él la defendió», exhortó.
Sánchez Sorondo fue el único que habló on the record en el Vaticano, donde reinaba «gran pesar» por la legalización del aborto «en un país de tan larga tradición católica como la Argentina» y algo en verdad esperado, según admitió otro alto prelado.
Lo cierto es que, tratándose del país del Pontífice, nadie, con nombre y apellido, se animaba a decir algo. «La Argentina no es Holanda, es el país del Papa, es delicado… Lo que corresponde es que hablen los obispos del país», se excusó ante LA NACION otro alto funcionario de la Santa Sede.
El papa Francisco nunca intervino en forma oficial en el debate que precedió la legalización del aborto -hacerlo hubiera sido una injerencia en un asunto de otro Estado-, sino que dejó que el episcopado local expresara su rechazo, como es praxis. Sí lo hizo en forma indirecta, a través de diversas cartas privadas que envió a mujeres de una villa y a exalumnos del Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, en las que reiteró su firme oposición, al asegurar que «eliminar a un ser humano es como contratar a un asesino a sueldo para resolver un problema».
Hoy, durante su tradicional catequesis de los miércoles, que presidió sin fieles desde la Biblioteca del Palacio Apostólico debido a las restricciones por la pandemia de coronavirus, al reflexionar sobre la oración de acción de gracias, el Papa dijo que el mundo se divide entre quien no da las gracias y quien da las gracias y en una parte de su discurso mencionó el «don de la vida». «Los cristianos, como todos los creyentes, bendicen a Dios por el don de la vida. Vivir es ante todo haber recibido la vida. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida», dijo.
Entonces, si bien Francisco, que suele improvisar, podría haberse referido a lo ocurrido en su patria, seguramente un duro golpe para él, también eligió el silencio.
«No hay mucho que decir, es lógico que nadie puede estar contento cuando se legaliza un crimen contra la vida», resumió otro alto prelado, que tampoco quiso agregar mucho más.
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