Por Carlos Saravia Day
Hace pocos días el presidente Fernández nos hizo saber que expropiará una cerealera santafecina dedicada a la molienda y exportación de cereales; después dudó y mandó una intervención a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia, a la vez que insistió con una posible expropiación.
Esto trae a la memoria el relato del rey, el molinero y el juez, y el entredicho (tiempo de por medio) entre Cicerón y Shakespeare.
La firma cerealera Vicentín hace cien años se dedica a la molienda y exportación de cereales y ante la eventual expropiación de la cerealera concurrió ante un juez de Reconquista, provincia de Santa Fe, en resguardo del derecho de propiedad y en cumplimiento de la forma Republicana de gobierno que entiende a la justicia como poder independiente, ya que sobre el caso, sólo él tiene jurisdicción y competencia y está reglado por el procedimiento concursal establecido por la ley.
Su resolución adversa a la pretensión de intervención de Poder Ejecutivo obedece a la división de poderes y deja en claro la independencia de los jueces frente al Poder Ejecutivo.
El entuerto viene al caso y tiene origen simétrico con el que mantuvo el Rey de Prusia Federico El Grande con un molinero de cereales en 1740 y que fuera resuelto por un Juez de Berlín. De allí en adelante se acuñó la frase célebre “Todavía quedan jueces honestos en Berlín” perteneciente al rey de Prusia Federico el Grande.
La expresión universal se usa en el derecho para hacer referencia a la prevalencia del Poder Judicial sobre el Ejecutivo en los casos judiciales y a la defensa del ciudadano frente al poderoso.
Al rey de Prusia Federico el Grande le disgustaba un molino de aspas que afeaba el paisaje de su palacio de Sans Souci y le ofreció al molinero paga doblada. En previsión de un inminente decreto de expropiación del monarca, el molinero se presentó ante un juez de Berlín y obtuvo una resolución judicial favorable, que el emperador exhibió ante la Corte sorprendida por tal resolución judicial y es cuando exclamó: “Todavía quedan jueces honestos en Berlín”, anunciando así el nacimiento del Estado de Derecho contemporáneo.
Poco antes Luis XIV, rey de Francia, conocido como el “Rey Sol” decía con empaque de Borbón: “L’État, c’est moi”, el Estado soy yo; la Revolución Francesa estaba en la calle, como diría Robespierre.
Los historiadores, desde los griegos hasta hoy, entienden la historia como la circularidad de los sucesos en eterna recurrencia. El eterno retorno en Nietzsche.
El célebre latino Cicerón caracterizaba la historia como “Magister Vitae”, Maestra de la vida”, Shakespeare la entendía como el “relato de un loco para muchos idiotas”.
Advertencia latina y humorismo inglés.
Inicuas simetrías. Federico entró en la historia como Federico el Grande.
Alberto, como Alberto el pequeño.
Decía Rafael Bielsa: “Aunque todo ande mal, puede llegar a andar bien; pero si la Justicia anda mal, todo terminará andando mal”
Todavía quedan jueces honestos en Argentina.
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