Sobre el histórico líder de «la Doce» pesa el derecho de admisión en las canchas de Argentina, pero viajó a ver el partido ante Palmeiras. Y se ufanó de su ingreso al estadio, días después del «incidente» con los jugadores
Sobre Rafael Di Zeo, líder histórico de la barra brava de Boca Juniors, pesa el derecho de admisión desde abril de 2017, por ende, no puede ingresar a los estadios de la Argentina. Sí varias veces se mostró en las inmediaciones de los estadios, organizando a sus seguidores, pero sin intentar traspasar los controles, según informó Infobae
Hace dos semanas, el día previo antes del encuentro entre el Xeneize y Talleres de Córdoba, por la Superliga, logró entrar con un grupo de La Doce a Casa Amarilla para «conversar» con el plantel antes del trascendental encuentro.
Dicho suceso generó que Daniel Angelici, titular del club, abriera un sumario interno para averiguar cómo entraron al club Di Zeo y sus acompañantes. Pues bien, anoche, el barra volvió a ver a Boca en vivo y en directo.
Como el derecho de admisión no tiene validez fronteras afuera, viajó con un grupo de los barras más cercanos, como Topadora Krueger y el Negro Ibáñez, a ver el encuentro entre Palmeiras y Boca, por la tercera fecha de la fase de grupos de la Copa Libertadores. No sólo ingresó, sino que además, en tono provocador, grabó un video esparciendo el «mensaje» de su regreso a la cancha.
«Acá estamos, eh. Esta es la verdadera, no hay otra. Mirá adónde estamos, mirá adónde estamos. Después de tanto tiempo, ¿no?», se ufanó en la filmación junto a sus compañeros de tribuna, mientras captaba imágenes de los accesos, buscando probar que efectivamente estaba allí, en el estadio Allianz Parque, de San Pablo.
«Ésta es la verdadera número Doce, acá estoy con mi amigo Topa (por Krueger)», volvió a insistir Di Zeo, tal vez sugiriendo un frente de interna próximo. Mauro Martín, el otro líder de la barra, tiene una relación tirante con la facción de Lomas, cercana a Di Zeo; sin embargo, el pacto con Rafa se mantiene en pie. «Acá no nos persigue nadie», azuzó Krueger.
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