Un día después de haber sido dado de alta, defendió a los «abandonados» del mundo durante la eucaristía que abre la Semana Santa. Y agradeció las oraciones por su salud.
Un día despues de haber sido dado de alta por el hospital Gemelli, donde había sido llevado de urgencia el miércoles y curado de una bronquitis infecciosa, el Papa de 86 años presidió las ceremonias del Domingo de Ramos, considerado el comienzo de la Semana Santa y dedicó su homilía a Cristo abandonado, icono de “los abandonados de hoy”.
Con la cara seria y la voz un poco débil, pero enseguida bien entonado, Francisco dijo que “Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados”
“Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado, nadie puede ser abandonado a su suerte”, dijo ante la multitud que enarbolaba los tradicionales ramos de hojas de olivo y de palma.
El Domingo de Ramos conmemora el ingreso triunfal de Cristo, montado en un burro, a Jerusalén aclamado como el hijo de Dios por los fieles que arrojaban para facilitarle el paso y en su homenaje ramos de palma y hojas de olivo.
En la homilía Jorge Bergoglio recordó que “la semana pasada murió aquí, entre las columnas, solo y abandonado”, un sin domicilio alemán “que era el ícono viviente de Jesucristo”.
“Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados. También yo necesito que Jesús me acaricie, que esté cerca de mí, y por eso voy buscarlo en sus abandonados y en los solitarios», dijo.
Francisco permaneció sentado en su trono mientras su compatriota, el cardenal Leonardo Sandri, de 79 años, ofició la ceremonia religioso. Varios cardenales lo sustituirán en las celebraciones de la Semana Santa con el Papa que presidirá sentado la ceremonia. Sandri es el vicedecano del Colegio de Cardenales.
Hace casi un año que la artrosis en la rodilla que padece Jorge Bergoglio le impide celebrar las misas. Los movimientos en torno al altar le son imposibles.
Antes de la misa el Papa fue llevado en el Papamóvil junto al Obelisco situado en el medio de la plaza, donde bendijo los ramos de olivo y palma que le mostraba la multitud de 35 mil personas.
Francisco explicó que en el mundo de hoy “hay tantos abandonados”. “Pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; pobres que viven en las cruces de nuestras calle, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino número; presos rechazados, personas catalogadas como problemas”.
Alzando la voz dijo que “hay muchos Cristos descartados con guante blanco, como niños no nacidos, ancianos dejados solos en los geriátricos, enfermos no visitados, incapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor”.
Tras concluir las celebraciones, Francisco subió al Papamóvil y circuló entre la multitud, en la que se destacaba una gran bandera argentina.
Eugenia Roldán, de Córdoba, ondeó una bandera argentina que llevaba para saludar a Jorge Bergoglio “emocionada y contenta por lo rápido y bien que se recuperó».
Después de la misa, junto al Altar, el Papa agradeció las oraciones por su salud tras haber rezado el Angelus del mediodía.
“Les agradezco su participación y también sus oraciones que se intensificaron durante estos últimos días. ¡Gracias de verdad!”, dijo el Papa a la multitud que lo ovacionaba y movía los ramos de palma y las hojas de olivo. Las campanas de San Pedro comenzaron a redoblar.
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