Por Carlos Saravia Day
Ortega y Gasset sostiene el origen deportivo del estado, es el deporte el creador de posibilidades insospechadas, es la vitalidad primaria.
El hombre primero jugó, después bailó y por ultimo votó.
Primero fue el “homo ludens”, el hombre lúdico.
Aunque los últimos partidos de la selección argentina mostraron que se puede jugar y a la vez bailar al adversario,
Rousseau ve como hipótesis esclarecedora del origen del estado al contrato principal entre los hombres, el contrato social.
Son los griegos que traen y con las olimpiadas en con el atletismo en particular el ideal estético de la escultura a través del Discóbolo dando jerarquía y belleza a las artes espaciales y se completa con el orador en el ágora, el gimnasta en la palestra y el soldado en la defensa de la confederación griega. Hasta hoy perduran las olimpiadas que se realizan con la misma regularidad.
La lapida de Esquilo, el padre del teatro, reza: “Si fue valiente Esquilo pregunten a los medos de largas y renegridas cabelleras que combatieron contra él en Maratón.
Era el ideal del ciudadano griego que después Roma resumiría: “Mens sana in corpore sano”.
En la edad media en deporte fue el torneo caballeresco, conocido en España como “Paso honroso”.
En las últimas centurias, es en Inglaterra, cuna de los deportes, donde reglamentan con prolijidad casuística y a todos ellos los recorre una pedagogía especial: saber ganar y perder. A su vez cultivan la moral del “self respet” es decir el propio respeto, como es el caso de la pesca en solitario: contra más piezas de las obtenidas, tan frecuente entre nuestros jactanciosos pescadores. Es el mismo caso de aquel que se hace trampas jugando al solitario.
También en los deportes colectivos, como es el caso del fútbol, es el que hace goles con la mano con la complicidad de Dios.
Su pedagogía está sobre todo en el Fair Play, reglas previstas y aceptadas previamente.
Cuando termina el encuentro los jugadores alineados uno a uno se dan la mano.
Me viene a la cabeza con la ejemplaridad del verso:
Que nadie eleve a lagrima o reproche
A Dios que con magnifica ironía
Me dio los libros y la noche.
Que nadie prive del don celeste de las lágrimas al jugador cuando fue en justa deportiva.
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