Avanza la investigación contra el religioso por una presunta red de trata.El sacerdote no se presentó a la audiencia de ADN por la denuncia de filiación.
El sacerdote Eduardo Balbi está cada vez más complicado. La denuncia de una posible red de trata que El Tribuno destapó se encuentra avanzada en el fuero federal. Mientras que, en la causa por filiación, al cura también se le presenta un panorama complicado. No se presentó a la extracción de sangre para el ADN, lo que lo deja al borde de una sentencia desfavorable.
El fiscal Eduardo Villalba, a cargo de la Fiscalía Federal N§ 2, aseveró que «pronto habrá novedades» y que costó acceder a testimonios por la delicadeza del tema. «Hemos recibido pruebas importantes que hacen presumir que tendremos un desenlace en cualquier momento. Aún falta, se avanzó a paso de hormiga», indicó el letrado al mismo tiempo que destacó la colaboración que recibió del arzobispado en este caso, según publicó El Tribuno.
Villalba tomó la causa luego de que el arzobispo Mario Cargnello y los abogados asesores de la Iglesia le pidieran investigar el caso. Las denuncias apuntan a una posible connivencia entre el sacerdote, un farmacéutico, un médico y otros hombres del pueblo para abusar o tapar los abusos a adolescentes. Los abusos se habrían sucedido entre 1983 y 1991 en J.V. González. Por la causa, Gendarmería allanó el hospital del pueblo.
Si bien reside en Buenos Aires, Balbi depende del Arzobispado de Salta por lo que el Tribunal Eclesiástico local decidió apartarlo del ejercicio ministerial hace un mes, a la espera de la decisión que tome la Congregación para la Doctrina de la Fe que debe analizar las pruebas y en base a ello expedirse sobre si elevará a juicio canónico la causa.
En cuanto a la denuncia por filiación asentada también en J.V. González, es la tercera audiencia a la que no se presenta el religioso. La última convocatoria judicial fue a principios de octubre para extracción de sangre y el posterior ADN. En las dos audiencias testimoniales del 30 de julio y el 30 de agosto tampoco se presentó.
Mediante su abogado, Pedro Brizuela, Balbi contestó a la demanda que estaba dispuesto a someterse «al ADN para tratar de aclarar el tema y que quede todo solucionado. No se presentó ninguna prueba. Lo que nos interesa no es litigar, sino llegar a la verdad», dijo su letrado oportunamente.
La inasistencia a los requerimientos judiciales lo deja a Balbi entre las cuerdas. «El ADN no es obligatorio, cuando la persona no quiere es un indicio en su contra y hay que probar -la filiación- con testigos o por otros medios», indicó Virgilio Varela, defensor civil del Distrito Sur Anta.
El caso
La denuncia por filiación asentada a fines del año pasado abrió la puerta a otras denuncias de abusos sexuales que luego se agravaron e involucraron a más de un viejo habitante de González.
Las acusaciones contra el religioso se remontan a la década del 80 por «incontables abusos». «Mi mamá hasta el día de hoy me dice que una vez estaba cuerpo a tierra atrás de un ligustro, mirando si yo no salía de la casa parroquial. Todos sabían», indicó Matías a este medio. «Eran como las 16 y apenas me subí a la camioneta, una Ford Ranchera 0 km, no anduvo con rodeos. Me manoteó apenas subí. Evaluando su comportamiento ahora, me doy cuenta que estaba cebado. Me dijo que lo excité apenas me vio, yo en esa época usaba pantalones ajustados. Quería que lo acceda carnalmente. Yo era bandolero, así que le quise pegar. Aunque yo ya sabía, pero ahí se le terminó de salir la capucha. Después me quiso seducir con algo de dinero», contó el hombre que hoy tiene más de 50 años y que aseguró estar dispuesto a hablar para saldar aquella deuda que «es de nuestros padres por no haber hecho nada».
«Usó el templo de la iglesia para sus orgías, los chicos andaban por el pueblo tomando el mistela o jugando con las hostias», recordó Matías molesto.
Las acusaciones en el municipio anteño hablan de «fiestas con adolescentes» en la parroquia del pueblo, obsequios y dinero a cambio de sexo. Esta segunda denuncia contra el religioso se agravó cuando mediante una carta anónima que llegó a este medio se involucró a otros vecinos de la época. La misiva agregó que en aquellas «reuniones» se empastillaba a los jóvenes con drogas que eran facilitadas por un farmacéutico, incluso algunos eran golpeados, por lo que varios de ellos llegaban en malas condiciones al hospital local donde Balbi habría contado con ayuda de un reconocido médico, que no dejaba constancia del estado en el que llegaban los adolescentes o desvirtuaba la información médica.
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