Regina Glazer vive en una residencia de adultos mayores, toca el piano y por primera vez registró un tema a su nombre. «Luz de amor», creado en 1946, está dedicado a Adolfo, un «noviecito» que sus padres no aceptaban por ser más grande.
Para Regina Glazer podría ser un tiempo de satisfacción personal, de pagar las deudas con ella misma. Está haciendo algo que por equis motivo no pudo, no supo, no se animó o, simplemente, no se dio la ocasión. A los 92 años, esta mujer sabia y espléndida, que desparrama música en el hogar donde vive en Chacarita, grabó una canción que escribió cuando tenía 15. «Una canción de protesta, también de amor, claro, pero la hice para protestar», dice sobre el tema en el que le declaraba su amor a un muchachito al que sus padres le prohibían ver.
«Era otra época, qué sé yo, viste», simplifica. Aquel muchachito, Adolfo, unos años mayor, era de Almagro, vecino de Regina y conocido del club Maccab, adonde hacían sociales. Cuando estaba por cumplir sus 15, ella quería tener en su fiesta a su enamorado entre los invitados, pero no hubo caso, los padres de Regina se mantuvieron en sus trece. «Yo ya escribía poemas y tocaba el piano porque tomaba clases particulares, entonces mi manera de rebelarme fue escribir y cantar ‘Luz de amor’. Abría la ventana y ponía el disco de pasta donde la había grabado a todo volumen, para que la escuchara Adolfo, que siempre pasaba por mi ventanal».
Como si fuera Julieta, Regina salía al balcón que daba a la calle Sarmiento, esperando que su Romeo pasara por allí: «A tí siempre te amé/ Tu cariño ansié/ Y al mirarte mi vida soñé/ Verte junto a mí/ Besándote sin fin/ Eres mi vida y mi tesoro/ Eres mi alma, a ti te adoro».
«Era un poco jugado para la época, pero las cosas claras y por su nombre», expresa. «Pasaba tres, cuatro y hasta cinco veces por día Adolfo», que metros antes de llegar al ventanal de los Glazer ya escuchaba los versos de esa historia de amor que lo tenían como protagonista.
Con timidez, Regina repasa ante Clarín la letra de «Luz de amor», acompañada de Marina Wil, cantante con quien aceptó grabar profesionalmente un videoclip que fue registrado en SADAIC y tendrá su lanzamiento oficial este miércoles, en coincidencia con el Día Internacional de la Música. «Yo escribí varias canciones que fui tocando de manera casera, pero es la primera canción que registro, lo cual, por la historia que tiene, es un orgullo», dice la mujer que emociona sentada frente al piano del lobby de LeDor VaDor, el hogar para gente mayor donde vive.
LeDor Vador es un hogar amplio y confortable donde todos quisiéramos pasar la vejez, la etapa más prolongada de la vida, dice Pacho O’Donnell en el libro «La nueva vejez». La residencia cuenta con especialistas, gerontólogos, musicoterapeutas y psicólogos que hacen hincapié en mejorar la calidad de vida del huésped, promoviendo la búsqueda de intereses y proyectos personales.
Así fue que Regina y Marina Wil se conocieron en una actividad musical del hogar y el flechazo artístico fue inmediato. «Me encanta como canta, empezamos a hablar, le pregunté sobre su música, ella me pregunta sobre mi vida, le conté sobre ‘Luz de amor’ y así fue naciendo un vínculo que tuvo su momento cúlmine en un estudio de grabación», detalla emocionada Regina.
“Cuando me contó la historia y me mostró la canción, no lo dudé ni un segundo”, cuenta exultante Marina, cantante que ha colaborado, entre otros, con Fito Páez.
Regina estudió siete años piano pero nunca ejerció en el mundo del arte. «La música siempre acompañó y no concibo la vida sin ella. Pero por necesidades familiares empecé a trabajar a los 16 en la fábrica de vidrios que tenía papá y lo hice hasta hace algunos años. No tuve tiempo de dedicarme al arte más que en mis ratos libres. Ahora el tiempo me sobra y este lugar maravilloso me da la oportunidad de volverme a reencontrar con el piano», cuenta Regina, que desembarcó en LeDor VaDor hace dos años, cuando tenía 90.
Algo reservada, Regina mira con desconfianza al cronista, a pesar de la contención que le brindan Marina, la cantante, Jony, el productor y Jesica, columna vertebral de la residencia. «¿Qué vas a escribir, querido? No quiero hablar de mi familia, Adolfo ya no está». La vida la zamarreó duro a Regina, que se aferró a su espíritu optimista y a la música para resurgir, pero prefiere no hablar de su intimidad.
«Con Adolfo estuvimos siete años de novios, lo tuve que esperar porque hizo el servicio militar y cuando volvió nos casamos en el club Unione e Benovolenza. Qué momento inolvidable», dice cerrando los ojos, como queriendo viajar en el tiempo.
«¡65 años de casados! ¿Cómo lo aceptaron mis padres? El amor es más fuerte, ya veníamos tomando carrera de que lo nuestro iba muy en serio y ellos ya no podían hacer mucho más»..
Parlanchina, sagaz y con una memoria privilegiada, viaja por aquellas épocas, va y viene con certeza y precisión –cuesta seguirla, el lento es uno–, mientras sus delicadas manos con dedos largos se apoyan en el piano, acarician las teclas. Como que se siente segura sabiendo que el piano está ahí… «Estoy un poco cansada, ya», desliza sin mucha convicción, «Mi vida es larga pero tan importante», se excusa para profundizar algunas cuestiones.
Con un vestido típico para una fiesta y maquillada como si estuviera en la mesa de Mirtha Legrand, hace saber que no hubo siesta. Regina habla pero sus dedos no se mueven del piano. Bah, sí se mueven como reconociendo el terreno y suenan las teclas. Además de «Luz de amor», que lo da a conocer a este diario, interpreta un repertorio tan variopinto como atractivo. «Caserón de tejas», «Desde el alma», «Volaré», «El día que me quieras», la canción de la película «La lista de Schindler» y otras conocidas de antaño.
Compenetrada, Regina toca todo, como esos artistas que trabajan a la carta y aceptan cualquier desafío. Por supuesto que desde este lado también se le pidió «Los pájaros perdidos» y «Naranjo en flor».
Hace unos días, cuentan Jony y Jesica, que están pendientes de ella, Regina se cayó en la calle y se dio un fuerte golpe que no pasó a mayores, pero cada tanto algún dolorcito pasa alguna factura. «Fijate, mientras toca no le duele nada», guiñan un ojo detrás de ella. Tal cual. El rostro de Regina sólo transmite disfrute.
«Estoy emocionada por mi primer videoclip grabado, que refleja mi lucha y mi insistencia. Peleé por el amor de mi vida que fue Adolfo y a la vez está canción honrará su memoria», siente sobre «Luz de amor», que desde este miércoles se la podrá escuchar por diferentes plataformas. «¿Por qué ese título? Porque esa luz eran los ojos de Adolfo, dos luceros tenía mi amado».
Regina no advierte pero su concierto va sumando concurrentes, que son decenas de residentes que, junto a sus familiares, agradecen el agasajo musical.
Enrique tiene 82 y se acerca empujando la silla de ruedas de Isabel, su mujer con Alzheimer. Regina los ve, les da una sonrisa de bienvenida pero sin desatender esa suerte de cabina de un Boeing que maneja como si fuera una cajita musical. Ágil de reflejos, la pianista redirecciona el repertorio y elige «Hava Nagila» y «Hevenu Shalom Alejem», que vaya a saber qué fibras íntimas alteró la realidad de Isabel, quien junto a su marido cantan entusiastas.
Enrique, lagrimeando, besa la frente de Isabel, que se sabe toda la letra. «Lo que produce la música», dice él. Regina observa, no dice nada. Una escena conmovedora registrada por media docena de celulares.
Como si fuera magia, el disfrute de Regina contagia y hace que en el hogar de ancianos se viva un momento emocionante
Más allá de los golpes de la vida que alcanzó a sus dos hijos, Regina transmite entereza y plenitud. De alguna manera la dama de 92 refleja lo que desmenuza Pacho O’Donnell en su flamante libro.
Sonríe Regina con este comentario: «Yo me siento así, como dice ese señor». Se levanta, cierra el piano con delicadeza, pide que se lo afine y, atlética, rumbea hacia el jardín de la residencia, donde la esperan unas amigas.
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