Por Mateo Saravia*
Invocando el cambio y a la vista de sobradas razones que desvelan a la oposición, esta se congregó con la finalidad de resguardar las instituciones , andamiaje crucial de la República. Obviando los colores partidarios, los distintos espacios políticos que conformaron el frente “juntos por el cambio”, acordaron en esta convergencia multipartidaria un pacto que evade las pulsiones sectarias en tiempos políticos tan aciagos.
Las elecciones del 14 de noviembre definen el rumbo de nuestro país, para lo cual es preciso despertar del letargo que ha consentido al extenso e infame período que subsume a nuestra nación en uno de las épocas más inmorales desde el retorno de la democracia.
Nuestra provincia no se sustrae a la desgracia de la oligarquía nacional, ya que en las últimas décadas los gobernados traslucen resignación y el silencio. Lamentablemente en la provincia de Salta el frente de JxC fue colonizado por el oficialismo local, representado a la cabeza por el señor Juan Carlos Romero a través de las claudicaciones partidarias por parte de los representantes de sus espacios constitutivos, dependientes y funcionales a los intereses de este señor.
Aquellos, procediendo a espaldas y a traición de un electorado confiado y desprevenido de las felonías que se tejen en los lóbregos albañales de la ingeniería justicialista hacen cumplir la voluntad del jerarca. Las proclamas de cambio bajo la tutela de la familia Romero sobre la cual pesan graves acusaciones de corrupción, nos obliga como ciudadanos republicanos a objetar con enfática responsabilidad las caprichosas ínfulas monárquicas de una casta que se afana, (tercera generación) en instalarse con carácter hereditario para usufructuar ad eternum de los privilegios del estado. La invariabilidad en nuestra provincia conlleva análoga lógica que en el orden nacional representa la cleptocratica del Kirchnerismo, ya sea remedando las innegables maniobras inmobiliarias como el caso “La Cienega» por ejemplo, causa cajoneada por un poder judicial adepto, infectado y doblegado a los caprichos del clan Romero, o bien beneficiando a su primogénito con la concesión de un espacio en las instalaciones de la aviación civil, por decreto de un convenio de comodato y donación por 20 años a su favor, que también corrió la misma suerte, y quien valga de paso, protagonizó vergonzosos hechos de violencia para con empleados municipales al pretender retener parte de su remuneración para financiar campañas electorales.
En definitiva, que sea la historia la que ilumine a este pueblo de lágrimas y de Lerma, vasto vergel…sobre la naturaleza de un personaje al cual los archivos lo muestran en el año 2003 integrando la fórmula presidencial Menem-Romero, el primero gran responsable del desguace del estado argentino, y quien descalabró entre otras entidades un eje fundamental en materia de transporte como lo fueron los trenes argentinos. El segundo, su desmemoriado acólito, ahora adalid y promotor ferroviario, un cínico entusiasta de algo que jamás debió desaparecer. También podemos recordarlo, cuando procedió en coherencia a la lógica del riojano fundiendo al banco provincia y beneficiando a su entorno para luego entregarlo al grupo Macro, y de esta manera tener cautivo al empleado público de Salta, de paso utilizarlo como caja de campaña, etc.
¿Cómo es posible entonces contribuir a un cambio cuando quien encarna la corrupción y los vicios oligárquicos en nuestra provincia es a su vez el paladín del ansiado cambio? La razón de la sinrazón en Salta existe y es pasible de perpetuidad a través ya sea de las adicciones de un vasallaje aldeano que dócil tributa a este germen que representa los vicios de una generación, que opera a través de los formalismos institucionales, o bien deliberadamente, sembrando dádivas para cosechar voluntarismo, para seguir pauperizando el juicio de nuestras clases humildes, rehenes históricos del populismo.
*El autor es médico y dirigente de la UCR de Salta
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