Por Carlos Pagni
Allá por el año 2016, a comienzos de la administración de Mauricio Macri -durante la gestión de Alfonso Prat-Gay- se estaba diseñando la política de recomposición del crédito externo y, en ese momento, el Gobierno le pide a la oposición peronista, dialoguista -básicamente en la Cámara de Diputados de Diego Bossio y de Senadores de Miguel Ángel Pichetto- que acompañe una reforma legal para iniciar negociación con los holdouts. Por supuesto los gobernadores, que influían mucho tanto en Bossio como en Pichetto y en los dos bloques que ellos representaban, apoyaban esa iniciativa. La idea de salir de la política de Cristina Kirchner y Axel Kicillof e ir a una recomposición con el mercado financiero internacional que iba a permitir a las provincias de esos gobernadores volver a financiarse. Pichetto y Bossio convocaron en aquel momento a un economista argentino que vivía en Estados Unidos para obtener los argumentos por los cuales debían converger en una coincidencia con el gobierno de Macri en contra de la política de Cristina Kirchner e, insisto, su ministro de economía Kicillof. Ellos, como todos sabemos, habían llevado una política muy intransigente, muy agresiva, en relación con los holdouts o fondos buitre, como los llamaban.
¿Quién era este economista que viajó desde Nueva York a Buenos Aires para proveer de sangre intelectual al peronismo? Martín Guzmán. Desde aquel momento, Kicillof lo tiene anotado en la libreta negra. No sabemos si también Cristina Kirchner. Esta es la razón por la cual Kicillof está especialmente entusiasmado -más allá de la fascinación que le produce su jefa- en dar argumentos a la vicepresidenta para demoler la política económica de Guzmán frente a su propia audiencia. Lo que escuchamos hoy de Cristina Kirchner, un largo discurso donde intentó articular su posición frente a todo el problema económico, es en realidad un conjunto de argumentos que le traslada a ella el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que es el principal fiscal de la política de Martín Guzmán y por lo tanto de Alberto Fernández en el Gobierno nacional.
Estas teorías de Kicillof -más allá de cómo fue la gestión de Kicillof, sobre todo en materia de deuda, como la escandalosa negociación con el Club de París y con Repsol por la estatización del 51% de YPF- quedaron muy expuestas por Cristina Kirchner delante de esta asamblea del kirchnerismo reunido alrededor de Hugo Yasky en la CTA. Son teorías en las que parece que Kicillof le ocultara a Cristina algunas informaciones que aparecen en los diarios. Por ejemplo, ella defendió la tesis de que la emisión no genera inflación y que el déficit fiscal, financiado con emisión, tampoco genera perturbaciones en la economía. Y puso como ejemplo a los Estados Unidos. Es evidente que Kicillof o no leyó bien los diarios o no le cuenta toda la verdad a Cristina Kirchner, su discípula, porque si uno mira lo que está pasando en la economía americana, la enorme expansión monetaria que llevó adelante Estados Unidos -lo mismo pasa en Europa- durante la pandemia, la enorme masa de dólares que se volcaron al mercado, ha producido una inflación que, para lo que es la tradición de la estabilidad de precios en Estados Unidos, es escandalosa. Y está llevando al Gobierno estadounidense a premiar a los que se queden en dólares con una tasa de interés que acaba de tener la semana pasada una suba muy importante de 0,75 puntos producida por la Reserva Federal. Este aumento de la tasa de interés, que seguramente tiene un efecto recesivo, no está contemplado por Cristina en su argumentación y tampoco está contemplada la inflación que generó la expansión monetaria que hace que la gente, al igual que en la Argentina se desprende de los pesos, allá se desprenda de los dólares y decida comprar cosas.
Esta es una de las lecciones que aparentemente no está en el manual de Kicillof y no apareció hoy en los argumentos de Cristina. Es llamativo. Cualquiera que lea mediantemente la prensa internacional o las páginas de noticias extranjeras de los diarios argentinos se entera de que este es un gran debate en los Estados Unidos y que va a tener consecuencias muy poderosas, no necesariamente beneficiosas, para las economías de países como la Argentina.
El otro pasaje donde quedó claro que Kicillof no le explica la totalidad del problema a la vicepresidenta es el referido al comercio exterior. Hay un festival de importaciones dice Cristina Kirchner, y hay que coordinar al Banco Central con la Aduana -que acaba de ser tomada por Guillermo Mitchell, hombre de Sergio Massa- y el ministerio de Producción, en el cual se fue por impulso de la propia vicepresidente Matías Kulfas, y llegó Daniel Scioli. Curiosamente, esta idea de coordinar el BCRA, el Ministerio de la Producción y la Aduana es un caballito de batalla que usó Scioli en la infinidad de entrevistas que dio este fin de semana en su relanzamiento para la presidencia de la Nación. Es evidente que Scioli está tratando de cumplir con lo que presume que piensa Cristina Kirchner, o lo que ella le explicó para que asuma su ministerio. Es una apuesta parecida a la de Alberto Fernández: la suposición de que si uno repite lo que la vicepresidenta está esperando puede recibir alguna bendición política. En el caso de Alberto Fernández, eso está descartado.
Es curioso que Cristina Kirchner se queje del festival de importaciones y no relacione que lo que hace la gente es lo que ella explicó en aquella carta del 26 de octubre del año 2020. Esa carta, que fue la primera carta escribió a la opinión pública para evaluar al Gobierno de Fernández, dice que la gente se refugia, por la destrucción del peso, en lo que puede. Compra dólares o, habría que agregar, compra cosas hechas de dólares. Autos, licuadoras o cualquier cosa que le permita ponerse a salvo de la pulverización de la moneda que implica la inflación. Ese es el festival de importaciones. Está en relación directa con la destrucción del peso. Y la destrucción del peso está en relación directa con que hay muchos pesos. Y hay muchos pesos porque el Estado se financia y continúa financiándose con emisión monetaria. Financia un déficit enorme con emisión monetaria. Para neutralizar esa emisión, ¿Qué hace? Emite letras. Lo hace tanto el Tesoro como el Banco Central. Es decir -también es otro rasgo que Cristina no advierte o no menciona- se endeuda. El endeudamiento, que está tan estigmatizado por la vicepresidenta, es también una consecuencia de la emisión monetaria. Y es una consecuencia con la que el Gobierno se va enredando cada vez más.
Hay otra curiosidad en lo que planteó Cristina esta tarde. Corrigió su posición sobre Techint. Ya no le pide que traiga el laminador desde Brasil para hacer acá la chapa del gasoducto. Lo que dice ahora es que no le pida dólares al Estado, sino que saque un crédito en el BNDES (Banco de Desarrollo de Brasil). Lo curioso es que se supone que el gasoducto para el cual Techint hace sus caños, y después va a montar esa tubería con otras empresas de construcción, está financiado con el impuesto a la renta extraordinaria que su propio hijo Máximo Kirchner hizo aprobar en el Congreso. Hay fondos destinados al gasoducto por el propio Congreso, una de cuyas cámaras preside la propia Cristina Kirchner. Entonces, no se entiende muy bien como destinaron esos fondos para hacer un gasoducto y ahora se supone que el gasoducto debería financiarse de otra manera.
La vicepresidenta le pidió nuevamente al Presidente que use la lapicera. Y el Presidente trata de congraciarse con ella y usa la lapicera. Este fin de semana dio una entrevista en Página 12 que deja la sensación de ser casi como una carta de Alberto a Cristina. Allí dice todas las cosas que él presume, tal vez equivocadamente porque hace mucho que no hablan, que a ella le gustaría escuchar. Por ejemplo, dice: “A mí me parece que la Argentina tiene que repensar su estructura en materia alimentaria, así como en el tema de la comercialización de cereales”. En esta entrevista, viene de proponer de nuevo la estatización de Vicentín, de la que se había arrepentido. Es evidente que no tiene una política muy clara respecto de los cereales porque va y viene de estatizar y no estatizar. Pero dice: “Hay que pensar el tema de la comercialización de cereales. Les doy un ejemplo: el gas en boca de pozo lo estamos pagando 3,40 dólares el millón de BTU. En Estados Unidos está 6,50 dólares -es decir nosotros lo pagamos más barato-. Este es el resultado en gran medida de que esté YPF en manos del Estado, una empresa testigo que te ordene el mercado no es algo menor”. Señala varias cuestiones interesantes. La primera es que YPF, que es una empresa que cotiza en bolsa, que cotiza en Estados Unidos, que tiene 49% de socios privados y es una sociedad anónima cuyos directivos tendrían que velar por los intereses de los accionistas, está puesta al servicio de la política energética del Gobierno. Y pierde plata porque, según dice Fernández, vende más barato. Lo que él no conecta es que, dado ese precio tan barato del gas, no hay inversiones en la producción argentina de gas y eso lleva a que importemos gas. Y esas importaciones son las que hacen caer las reservas del Banco Central, lo cual se agrega a la fuga de la gente desde el peso a comprar dólares. No sabe ni siquiera en qué problema está metido. Y él desalentaría la inversión en la explotación del gas en un momento en que la explotación del mismo gas se ha convertido en algo muy caro en el mundo. No advierte que él necesita producir gas. Y para eso hace el gasoducto. Habría que ver si con estos precios que defiende Fernández alguien va a invertir en Vaca Muerta para inyectar gas en el gasoducto. No vaya a ser que logremos el sueño de la mala praxis que es hacer un gasoducto sin gas, vacío, por el que no circule nada.
Es interesante la doble inexperiencia, la doble dificultad para aprender. Alberto Fernández no puede aprender que, aun diciendo lo que ella quiere escuchar, Cristina Kirchner no lo va a bendecir. Y una prueba es que hoy le demolió su política económica en su centro, que es la estrategia para combatir la inflación. Cristina Kirchner explicó a sus seguidores que ella tiene una estrategia diametralmente opuesta a la de Fernández y a la de Guzmán. La entrevista en Página 12 sirvió de poco.
Pero tampoco Cristina aprende. ¿De quién no aprende? De Cristina. Porque en aquella carta del 26 de octubre del 2020 ella escribió lo siguiente: “Después de haber desempeñado la primera magistratura durante dos períodos consecutivos y de haber acompañado a Néstor [Kirchner] durante los cuatro años y medio de su presidencia, si algo tengo claro es que el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de Gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas. Podrá gustarte o no quién esté en la Casa Rosada. Podrá ser [Carlos Saúl] Menem, [Fernando] de la Rúa, [Eduardo] Duhalde o Kirchner. Pero no es fácticamente posible que prime otra opinión de cualquier otra persona sobre la del Presidente en la toma de decisiones”. No sirve más hacer discursos para que use la lapicera por esas mismas razones. El Presidente es él y lo puso ella. Ahí está el problema.
Hubo otra curiosidad en el discurso de Cristina Kirchner hoy -muy simpática- que es que -aunque no lo nombra- hace una gran defensa de Rubén Cherñajovsky, uno de los dos grandes importadores de electrónicos desarmados que después se ensamblan en Tierra del Fuego. Él y Nicolás Caputo, el alter ego de Mauricio Macri. La vicepresidenta explica que Cherñajovsky debió empezar a vender pescado en el mundo, para poder generar los dólares que implicaban las importaciones de su “industria”. Ella dice “los bienes que se producen en el sur”, en todo caso serían los bienes que se ensamblan en el sur. Y todo eso lo dijo minutos antes de usar su iPhone. Hablando del festival de importaciones, incurre en la falta de picardía de mostrar que usa un teléfono que no se produce en Tierra del Fuego. Hay que importarlo, con un precio mucho más caro de lo que salen los teléfonos armados en Tierra del Fuego e importados desde Asia.
De paso, cuando explicó lo de Cherñajovsky, dijo que hay mucha gente que empezó para conseguir los dólares a exportar pescado y miel. Y estuvo a un milímetro de descubrir algo extraordinario que es que en un país como la Argentina sería mucho más competitivo, rentable o progresista, exportar aquello en lo que somos competitivos -por ejemplo, miel y pescado- y no dedicarnos a importar teléfonos para rearmarlos a un costo exorbitante a cuatro horas de avión de los centros de consumo. Porque, además, el que quiere usar un teléfono supuestamente mejor lo tiene que importar carísimo, como la vicepresidenta que usa un lindísimo iPhone 13.
Estamos frente al problema central de la economía: ¿Cómo se combate la inflación? Es también un problema central de la política porque lo que le está preocupando a Cristina Kirchner es perder la elección. Este deterioro del salario podría conducirla a la derrota electoral. Y ella desarrolla el argumento que va a destruir el centro de la política de Guzmán ¿Por qué? Porque Guzmán sí cree que el financiamiento con emisión genera inflación. Por lo tanto, se ha comprometido a reducir el déficit -cosa que le cuesta mucho hacer- y a financiar ese déficit ya no con emisión sino con pesos que le pide al mercado. Este problema, el financiamiento del déficit, se está transformando también en una pesadilla para Guzmán.
Existen varias formas de financiar el déficit. Una la tenemos vedada, la de pedir dólares en el exterior. La tasa de riesgo de la Argentina es impagable. Otra forma sería emitir, que es lo que se ha venido haciendo en este tiempo. También genera una distorsión que es la que el mismo Guzmán quiere corregir. Se ha comprometido frente al Fondo a emitir solamente un punto del producto. Por lo tanto, le queda esta tercera vía que es pedirle pesos al mercado a cambio de bonos.
Claro, lo que ha pasado la semana pasada, y se presume que pueda seguir pasando, es una gran reticencia de los bancos de seguir aceptando esos bonos, porque la tasa de interés es tan alta que empiezan a presumir que un día no se va a poder pagar. Entonces, en los balances de los bancos empieza a haber cada vez más riesgos, activos cada vez más tóxicos. Y empiezan a plantearle limitaciones al Gobierno en esta otra vía de financiación. ¿Cómo reacciona el Gobierno frente a este problema? La semana pasada subió la tasa de interés. La de las Leliqs, es decir de las letras del Banco Central, la subió tres puntos. Al mismo tiempo, les impuso a los bancos que suban las tasas de interés por la cual ellos le pagan a los ahorristas que hacen plazos fijos, cinco puntos. Es decir, al banco lo remunera con tres puntos, pero le hace pagar cinco puntos a sus clientes. El banco pierde plata. ¿Qué está haciendo el Gobierno? Un desfiladero para que se vean obligados a comprar bonos al Tesoro, que se ajustan por inflación. Mucho más interesantes que las Leliqs. En la teoría del Gobierno, los bancos deberían decir: “No te tomo más plazos fijos, prefiero financiar al Estado comprándole bonos”.
Esto genera un problema cada vez más riesgoso en el mercado. En un gráfico podemos ver cuál es el tipo de bono que le están pidiendo cada vez más los bancos al Tesoro. En abril del 2021, aquellos que le pedían bonos que ajustaban por inflación eran el 56,8%; ahora se fue al 70,2%, que es más riesgoso en la medida en que la inflación es más alta. Los que tienen estos bonos suponen: “Algún día me los dejarán de pagar”.
Acá tenemos otro panorama que tiene que ver con cuánto tiempo le prestan. En abril de 2021, había más confianza porque vemos que el 53% de los bonos estaban colocados a más de 12 meses. Ahora, más del 70% coloca ese dinero a menos de un año. Hay cada vez menos vocación de prestarle al Gobierno. A medida que siga pasando el tiempo y nos acerquemos a las elecciones, el problema de Guzmán va a ser que tendrá que pagar más tasa, va a tener que sostener préstamos de menos duración y probablemente le dejen de prestar. Esto es cada vez más así en la medida que se va advirtiendo el problema. El que está mirando esta dinámica calcula que, para pagar los bonos, esta gente va a volver a emitir y, si es así, va a haber más inflación. Porque ¿Qué pasaría si los bancos le piden a Guzmán que les de la plata, que no renegocian más el bono? Guzmán va tener que emitir, lo que desencadena todavía más inflación. Este es el problema central en el que está entrando la economía y es el problema que aflige a Guzmán. Cristina no llega a entender, o lo entiende de tal manera que dinamita la política del propio Guzmán.
Lo que opina Alberto Fernández de todo esto es una gran incógnita. Lo que sabemos es que, si esta es la dinámica, el año que viene va a haber más inflación durante todo el período que va hasta las elecciones. Va a haber un deterioro del salario y una caída más pronunciada del Gobierno en las encuestas, que va a obligar a Cristina Kirchner a hacer más de lo que hizo hoy: les dijo a los propios que con esta política no tiene nada que ver. Además, defendió la política económica de su gobierno con Axel Kicillof.
Mientras tanto, la señora de Kirchner está armando su base de poder. Este lunes no solamente estuvieron presentes Hugo Yasky y la CTA, una organización sindical estatal importante, obviamente de gente que no quiere que se reduzca el déficit estatal, porque viven de eso. También el exintendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, ministro de Hábitat y un hombre distanciado de La Cámpora y del kirchnerismo duro en los últimos meses, pero que se ha vuelto a alinear con ellos. Es muy importante la presencia de Ferraresi al igual que el reacercamiento a Cristina de Gabriel Katopodis y de Juan Zabaleta, dos ministros controlan distritos en el conurbano. Ella está alineando la provincia de Buenos Aires. Lo está logrando. Otra incógnita de Alberto Fernández, quien se propone como candidato a presidente de nuevo en esta entrevista que dio a Página 12, es qué va a hacer con la provincia de Buenos Aires.
Es importante el elogio de Cristina a Juan Manzur, a quien no quería hace poco tiempo, porque era el jefe de la campaña de Alberto jubilándola a cuando llegaron al poder. “Fue un gran ministro”, dijo ella, que no le regala un elogio a nadie. Está haciéndole un guiño y con él a los gobernadores peronistas. Es decir, estamos viendo a alguien que lidera la política y está ordenando al peronismo detrás de ella. Mientras le dice a su base electoral: “Con esta política económica no tengo nada que ver y en la medida que suba la inflación, menos”.
Lo que no sabemos es dónde termina esta discusión. Cuánto ella va a tener que diferenciarse, para que la gente se olvide de que postuló a Alberto Fernández. Para que su público advierta que ya no tiene nada que ver con aquello que inventó.
Al mismo tiempo, se fortalece Kicillof. El Fondo del Conurbano se empezó a actualizar en 2018 cuando recibía 40.000 millones de pesos; ahora recibe 264.000 millones. Esta actualización se debe a aquella reforma tributaria que hizo Macri cuando le llenaron la plaza de piedras. Se termina beneficiando el Gobierno, Cristina Kirchner y el peronismo bonaerense. Siempre se sospechó que esas piedras no eran para defender a los abuelos, sino para evitar esta actualización que hubiera fortalecido al gobierno de Macri y a María Eugenia Vidal.
Esta es la base de poder de Cristina Kirchner y lo que está pensando cuando mira el 2023, para salvar lo salvable: replegarse sobre la provincia. Y por eso, la negativa de que haya un recorte en los subsidios energéticos. Subsidios que solamente rigen para los consumidores del AMBA. En el resto del país la política energética es distinta y la disponen las provincias. El Gobierno propone ahora una segmentación. Santiago López Osornio, funcionario de Guzmán, es quien elaboró toda la estrategia. ¿Cuál es la idea? Que ahora hay que anotarse para decir “yo merezco el subsidio”. ¿Cuánta gente se va a anotar? ¿Qué pasaría si de los que merecen tener el subsidio, un 40% no se anota y le llegan boletas insoportables de luz y de gas? ¿Qué efecto electoral tendría eso? ¿Qué marketing sería esas boletas llegando a la casa? Esto se lo debe estar preguntando Cristina, más allá de que es evidente que esta segmentación no va a funcionar y es solamente una artimaña, un ardid para decirle al Fondo que segmentamos y estamos reduciendo los subsidios. Pero es un tipo de estrategia administrativa que no va a conducir a nada. Más allá del concepto, que es bastante discutible, según el cual el que más tiene que pagar más por algo que debería valer para todos igual. Es como si alguien que tiene un auto importado, cuando va a cargar nafta le cobran más. No quiero dar ideas.
Hay algo interesantísimo que dijo Cristina Kirchner en línea con todo esto, de extraordinaria sinceridad: “Quiero quedar bien con los que nos votaron, trabajo para ellos”. Podría haber agregado: “Y vos, Alberto Fernández, estás gobernando con el FMI y con un ortodoxo como Guzmán, para ellos que no nos van a votar nunca”. Pero no lo hizo. Lo comentamos la semana pasada, hay un enorme desajuste entre la política económica del Gobierno y su base electoral. Hoy festeja el interior agropecuario de la provincia de Buenos Aires y sufre el conurbano. Eso es lo que está mirando Cristina.
¿La oposición estará pensando en la provincia de Buenos Aires? ¿Juntos por el Cambio tendrá alguna estrategia? ¿Quién está al frente? Porque Santilli ganó, pero después lo único que hubo fue dispersión. No hay que olvidar que no solo la provincia de Buenos Aires es clave para ganar la elección, sino también para gobernar. Alfonsín perdió el gobierno cuando perdió la provincia de Buenos Aires el 6 de septiembre de 1987. Menem empezó a encontrar la salida cuando perdió la provincia de Buenos Aires en 1997. De la Rúa probablemente nunca pudo gobernar porque la provincia de Buenos Aires estaba en manos del PJ con Ruckauf a la cabeza.
¿Quién está pensando en la oposición el problema de la provincia de Buenos Aires? En un momento en que están perdiendo los oficialismos. Pasó en Andalucía, con una impresionante victoria del Partido Popular (PP), que llegó a la mayoría absoluta en un lugar que es como La Matanza del Socialismo. Una derrota que se suma a la de Madrid y que hace pensar que el ciclo socialista está acabado en España. Tiene un mensaje para la Argentina esa elección, porque lo que ha demostrado el PP es que le pudo ganar a la ultraderecha de Vox, como si el PRO y Juntos por el Cambio le pudieran ganar a Milei. Lo hicieron yendo hacia el centro y provocando que socialistas voten al PP por miedo a Vox. Si miráramos con ojos argentinos, ganó la estrategia centrista de Larreta, no la estrategia de radicalización de Macri y Patricia Bullrich. Es muy interesante proyectar ese debate sobre la Argentina, porque es bastante parecida la situación, más allá de que nunca sean comparables del todo.
Perdió el uribismo en Colombia, gana Gustavo Petro en una elección muy pareja. Todo el antipetrismo fue junto detrás de un candidato insólito como era Rodolfo Hernández. Estados Unidos bendice el triunfo de Petro, o por lo menos lo mira con simpatía. Habrá que ver dos o tres incógnitas en torno al flamante presidente: ¿Va a querer cambiar el Banco Central? ¿Quién va a ser su ministro de Economía? Y muy importante, más que nada por su vínculo con Estados Unidos, ¿Cuál va a ser su ministro de Defensa? En un país con muchos problemas en materia de defensa y seguridad, ese ministerio se lleva tres puntos del producto en el presupuesto.
Es importante el triunfo de Petro y hay que mirar sus relaciones con Estados Unidos, que está recomponiendo lentamente su relación con Venezuela, debido a la crisis petrolera. El viernes pasado se levantaron sanciones contra el sobrino de Maduro, acusado de narcotraficante. Chevron está operando de nuevo en Venezuela. Estados Unidos, que tiende vínculos con Irán en medio de una gran polémica interna que hace que la oposición le pida a Biden más sanciones. Este contexto internacional, de un partido demócrata que en cabeza de Biden vuelve a negociar con Venezuela y con Irán, es el que está detrás del episodio del avión en Buenos Aires. Dentro del kirchnerismo, del Gobierno, dicen: “Nos comimos una cama”. ¿De parte de quién? ¿De Estados Unidos? Puede ser; ¿De Israel? Más probable. De hecho, Israel se expresó con un pronunciamiento formal. Es la batalla de Buenos Aires, una gran victoria de los sectores anti iraníes que voltearon un avión. Ese avión tal vez no sirve más. Debe estar lleno de micrófonos.
El Gobierno tiene que estar buscando información por ahí porque carece de un aparato de inteligencia. Ya lo había degradado Néstor Kirchner, lo terminó de pervertir Macri con Arribas y Majdalani, y Alberto Fernández, en su viaje imaginario a la pureza, lo que hizo fue cerrar la AFI. Buenos Aires se ha convertido en una convención de espías. Casi ninguno es argentino y eso es lo que está detrás del episodio del avión.
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