La Argentina ha llegado al pico de la pandemia de Covid-19 después de casi siete meses de una cuarentena cada vez más difícil de sostener.
Ha pasado de ser citado como ejemplo en la contención del coronavirus en América Latina a convertirse en uno de los países de la región con mayor número de casos , 931.967 , y una cifra creciente de muertos, 24.922 . El consenso inicial con el que contó el presidente Alberto Fernández ha saltado por los aires y el descontento social ha fortalecido a la oposición , que respalda las manifestaciones callejeras contra el Gobierno, critica la «cuarentena eterna» y exige una rápida vuelta a la normalidad.
El Ejecutivo argentino canceló a mitad de marzo los vuelos internacionales y las clases presenciales en las escuelas y una semana después, con cerca de un centenar de casos registrados de Covid-19, ordenó a la población encerrarse en sus casas. En las primeras semanas, fábricas y negocios no esenciales cerraron y las calles de las grandes ciudades del país lucieron vacías, mientras el Gobierno compraba insumos médicos, las provincias aumentaban las camas de terapia intensiva y los hospitales capacitaban a su personal.
Esa cuarentena estricta ralentizó la propagación del coronavirus, pero no la detuvo. Hasta agosto, cerca del 90% de los casos de Covid-19 se concentraron en Buenos Aires y su área metropolitana (AMBA) -el mayor conglomerado urbano del país, donde viven más de 14 millones de personas-, pero a partir de septiembre el coronavirus comenzó a propagarse con rapidez por el resto del territorio argentino. «Tiene que ver con que el AMBA irradió el problema, porque seguimos teniendo un país muy centralizado y muchas provincias vinieron a buscar insumos y alimentos. También porque el virus empezó a circular localmente en todas las provincias», argumentó Fernández la semana pasada al anunciar la última prórroga del aislamiento social preventivo y obligatorio -vigente hasta el próximo 25 de octubre-, que incluyó mayores restricciones a la circulación en 18 de las 24 jurisdicciones del país.
A los millones de personas que salen de casa para trabajar o buscar ingresos con los que complementar los subsidios estatales se le suma el hartazgo social y el relajamiento de las medidas de prevención pese a estar en el momento más crítico. Cada vez más personas incumplen la prohibición de reunirse en casa o en otros espacios cerrados, como advierte el Ministerio de Salud.
La actual dispersión del virus por todo el país ha empinado la curva de la pandemia en un momento en el que ésta desciende en la mayoría de países de América Latina. En número de muertos por millón, considerado el dato más fiable para establecer comparaciones dado el subregistro generalizado de casos, la Argentina tiene la mitad que Perú -552 frente a 1045- y está noveno en el continente, por detrás de países como Bolivia, Brasil, Ecuador, México y Chile. Sin embargo, se aleja cada vez más de Uruguay, considerado hoy el caso de éxito regional (15 muertes por millón) y es probable que pronto supere a Colombia (567), que tuvo su pico en agosto y hoy ronda los 150 fallecimientos diarios frente a los 400 de Argentina.
«No hay duda de que sin cuarentena no hubiésemos podido preparar el sistema de salud. No hubieran alcanzado las camas de terapia, las salas de internación ni la atención ambulatoria. No podemos imaginar cuánta gente más habría enfermado y muerto de no tener tiempo para prepararnos y educar en medidas de prevención», subraya Gabriel Levy Hara, jefe de Infectología del hospital público Durand de la ciudad de Buenos Aires.
Sistema hospitalario
La capital argentina llegó a superar los 1500 casos diarios a finales de agosto, casi el doble que ahora, pero las unidades de terapia intensiva no llegaron al límite de ocupación. Tampoco se han desbordado en la provincia de Buenos Aires, que duplicó el número de camas para hacer frente a la pandemia. Sin embargo, el sistema hospitalario está complicado en provincias donde la circulación comunitaria es reciente, como en las patagónicas Río Negro y Neuquén, en Mendoza (oeste) y en la norteña Tucumán, donde este martes se registraron 1254 nuevos casos y 18 fallecimientos por Covid-19.
El agotamiento y la sobrecarga de trabajo es visible en todo el personal sanitario. Alrededor de un cuarto de los 2000 trabajadores del hospital Durand se han contagiado de Covid-19. «Hay días en los que armar una guardia de al menos tres personas para las unidades de terapia intensiva supone mover fichas como en un tablero de ajedrez. A medida que pasan las semanas y que la carga laboral continúa siendo elevada, el riesgo de contagio aumenta significativamente, porque es esperable que ocurra algún descuido, por ejemplo, al quitarse el equipo de protección personal (gafas, barbijos, máscaras, etc.)», señala Levy Hara.
Por ese motivo, el infectólogo critica el mensaje de aquellos manifestantes anti cuarentena que piden libertad absoluta de circulación y cuestionan las restricciones vigentes: «Cuando veo las marchas pienso que esta gente no viene a los hospitales; es necesario ser responsable y coherente cuando se emiten mensajes públicos».
Una de las participantes de la última manifestación contra el Gobierno, el pasado 12 de octubre, fue la exministra de Seguridad Patricia Bullrich. «Hace siete meses que estamos enfermos no solamente de Covid, sino de un país cerrado, que no ha significado nada, porque somos el sexto país con más contagios. Después de siete meses de encierro, la política del Gobierno ha sido un fracaso», señaló Bullrich.
«La cuarentena eterna ha sido muy dañina y ha afectado muy severamente las libertades y la forma de vida», dijo el expresidente Mauricio Macri en una entrevista televisiva el pasado domingo. «No tuvo ningún resultado a la vista porque claramente estamos entre los peores países en términos de resultados sanitarios por el coronavirus». Los gobernadores opositores muestran en cambio con gran prudencia. Necesitan los fondos e insumos médicos facilitados por el Estado para hacer frente a la pandemia y evitar el desborde hospitalario.
Desplome económico
Pese a las discrepancias partidarias, hay consenso en que no es posible volver a una cuarentena estricta y es necesario convivir con la Covid-19 hasta que haya una vacuna o aparezcan tratamientos eficaces. La pandemia ha golpeado a Argentina en su tercer año de recesión, con una deuda externa millonaria en plena renegociación y un pronóstico peor que la media regional: según el FMI, el PBI se desplomará un 11,8% este año. El desempleo se situó a mitad de año en el 13,1%, la tasa más alta desde 2005, y sigue en aumento, mientras que la pobreza se ha disparado hasta el 40,9%.
Según el FMI el PBI se desplomará un 11,8% este año en la Argentina, un pronóstico peor que la media regional Fuente: AFP
«Lo ideal sería cerrar todo, el aislamiento por un tiempo, pero lo real, lo que es posible hoy, es que no se puede», admitió la ministra de Salud de Tucumán, Rossana Chahla, cuando los casos diarios de coronavirus comenzaron a contarse por cientos en la provincia. Incluso asesoras del Gobierno como Angela Gentile, jefa de epidemiología del hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, coinciden en que hay que lograr «un equilibrio entre lo social y lo sanitario». Los datos muestran que la Argentina tiene medidas de aislamiento más estrictas que Brasil y México, pero menos que Bolivia, Ecuador o Perú.
Gentile destaca «el daño emocional» que la pandemia ha causado en niños y adolescentes y apoya el regreso a las aulas que autorizó el Gobierno la semana pasada en aquellos distritos con bajo riesgo. «La vuelta a la escuela en este contexto es muy importante, y no tanto por el contenido académico, sino por la vinculación con sus pares. Ellos tienen que ver que hay un horizonte, y nosotros tenemos que mostrárselo». En el plano sanitario, ese horizonte es más sombrío de lo que Fernández auguraba meses atrás.
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